jueves, 16 de septiembre de 2010

UNA PAZ CON GARROTES

¿Usted supone que habrá paz entre palestinos e israelí? Pues sí; por supuesto que habrá paz, pero aún es algo prematuro. A Israel todavía le queda acaparar para sus colonos más territorios palestinos y echar a sus habitantes. Esa parodia de reunirse en los Estados Unidos, mandatarios judíos y palestinos y de estrecharse las manos para el periodismo, me parece haberla visto antes, salvo que aquel entonces los actores eran otros.
En nuestra era capitalista todo se moderniza, razón por lo cual el anfitrión, que en esta oportunidad les tomó el juramento y les sirvió de testigo, fue una mujer.
A la ceremonia del reencuentro sólo le faltó el ramo, la torta, la marcha nupcial y el vals de los novios para redondear la parodia. La estrategia del invasor según la escena, era la de poner cara de santo y simular el ferviente deseo de su pueblo por la tan añorada reconciliación.
Años atrás Israel podía incluso rendirse ante las exigencias de las Naciones Unidas, pero no hoy. Aquel entonces aún no tenía el toro por las astas; no era el amo del mundo.
No obstante toda esa puesta en escena se derrumbaría en un santiamén y las relaciones regresarían a foja cero si los palestinos insistieran que Israel volviese a los primeros acuerdos del 67.
Israel, hoy está en condición de imponer una paz a su antojo, exigiendo a Hamás ponerse de rodillas y de aceptar por limosna las migajas de Palestina completamente desarmada.
Por otro lado, Turquía, en una actitud desafiante y colérica, arroja por la borda los protocolos, exigiendo el retiro incondicional de los armenios de Karabaj. Excusas, hipocresías, aparatosidades y engaños… Como que a Turquía le interesara más, apoyar moral y militarmente a Azerbaidyan que tener buenas relaciones de una vez por todas con su vecina Armenia.
¿Usted cree en el Panturquismo como algo probable? Usted tal vez no, pero no así los gobernantes turcos. Aunque parezca mentira, Turquía sigue atragantándose con Armenia. Cree con apoyarse en sus hermanos tártaros de Azerbaydjan y seduciendo alguna que otra republiquita islámica, colocaría a Armenia en la cuerda floja.
A la vuelta de la esquina, la Franja de Gaza sigue prácticamente con la cuerda al cuello. Fue reiteradamente bombardeada por tierra, aire y mar por el valiente ejército sionista de Israel para amedrentar a su población matando miles de criaturas, derrumbando casas, hospitales, escuelas, mezquitas y hasta la cede de “las Naciones Unidas” repleta de refugiados y con ello pretenden, pese a su enfermiza xenofobia, que Hamás les rinda pleitesía, les bese los pies, como que aquí ¿no ha pasado nada…?
¡Sí!; es probable que a la larga haya paz en el Cercano Oriente entre palestinos y hebreos como lo hubo siempre, pero cuando el sionismo haya caducado, porque cuando el odio ya ha calado hondo en la memoria, el olvido no asoma fácilmente.
Se han visto similares escenas en las películas norteamericanas. Los yanquis, luego de aniquilar a los indios y robarles las tierras, matar a los búfalos, su único sostén de vida, les mandaban emisarios ofreciéndoles paz y reconciliación y los indios se lo crían, entonces el gobierno los agrupaba y los ubicaba en reservaciones. ¿No es acaso similar a lo que ocurre en Palestina? ¿Usted no cree que la historia se repite…? Para mí, tan sólo cambian de escenarios y de protagonistas. El malo resulta ser el bueno y el bueno, resulta ser el eje del mal, el terrorista, el retrógrado y todo por defender su libertad de los oportunistas.
¿Usted realmente cree que la “Tierra, prometida”, fuera “prometida” a los hebreos por Jehová (Dios de los ejércitos victoriosos de Israel), sea la señalada en el Libro Consagrado Como Sagrado como la actual “Israel”? ¿No será que Jehová les haya prometido “La Tierra” y se hayan invertido las palabras en su recopilación a espaldas de la humanidad?
Es como para ponerse a rebobinar ¿verdad?
Mi conclusión sobre esos menjunjes es: El ser humano podría adoptar cuántas doctrinas se le cruzan por la cabeza y todas las ideologías habidas y por haber, pero no debe permitir que las mismas lo adopten a él y con ello, lo conviertan en su esclavo.

Rupén Berberian

EL JARDIN DEL EDEN

Noventa y cinco años fueron más que suficientes para que nuestros padres y abuelos, huérfanos y sobrevivientes del genocidio más inhumano de la historia moderna, lograsen abrirse camino y establecerse en los cinco continentes, tener un techo y un pan sobre la mesa.
Pienso que ya es hora de mirar atrás y reflejarse en aquellos parientes que nunca pudimos conocer. También pienso que nuestro deber es conservar en la memoria una imagen retrospectiva de los crímenes de lesa humanidad cometidos por los turcos, de cómo obraron los kurdos y de aquellos 30 000 criminales liberados ex profeso de las cárceles bajo consigna de matar armenios.
El hecho de enterarme de tantas atrocidades realizadas contra nuestra familia me revuelca el estómago, de cómo iban siendo masacrados a sablazos los niños y arrojados a las aguas, degolladas sin piedad las mujeres y los ancianos…
Hubo quien, orgulloso de su proceder, declaraba que en un solo día había dado muerte a doscientoscincuenta mujeres. Y aquél otro, jerarca turco, que lucía en su despacho un rosario confeccionado con pezones desecados de niñas armenias. Ya sé; me dirán “¡Basta! No queremos oír más nada sobre lo ocurrido” y yo lo entiendo; Sí que lo entiendo; pero también entiendo que nada de todo esto debe ser puesto en remojo y olvidado, porque recordarlo es lo único que ha de mantenernos unidos.
Nuestro deber es ir narrándolo al mundo y es tal vez por eso que hemos sobrevivido; para explicarles a nuestros hermanos que nos abrieron sus casas y se solidarizaron con nuestro dolor, que Turquía aniquiló un millón y medio de nuestros familiares sobre el suelo de sus ancestros. Repetir y repetir hasta el cansancio lo mismo de lo mismo.
Por fortuna nuestros hermanos del mundo han sabido diferenciarnos de los turcos, están informados de que fuimos los primeros en adoptar el cristianismo gracias a dos discípulos de Jesús, Tadeo y Bartolomeo; se ha sabido de nuestra montaña sacra: el Ararat, donde, según la Biblia, encalló el Arca de Noe, luego del Diluvio Universal. Pero…; ahora urge dar vuelta la página y comenzar a contarle al mundo las aberraciones infrahumanas de los turcos, de los alemanes quienes fueron sus cerebros, de los kurdos quienes fueron sus socios y verdugos… Que se imaginen, un millón y medio de seres humanos indefensos atacados a sablazos, cuyos hogares, bienes y riquezas, fueran a parar a las arcas de Turquía; caravanas y caravanas sin pan ni agua bajo un sol abrazador, custodiados por soldados, camino al desierto de Deir Ez-zor …, mujeres descalzas desarropadas, otras con criaturas en brazos arrastrando niños colgados de sus polleras, niñas violadas a plena sol y a la vista de todos para luego aplastarles sus cabecitas contra las piedras o debajo de las botas de la soldadesca. Niñas de familias aristócratas presas de pánico, vendidas como esclavas y conducidas a los burdeles, otras menos afortunadas, desfallecientes, muriendo de hambre desparramadas entre los desperdicios…, mujeres desnudas pululando como locas pidiendo a gritos, suplicando a los soldados que hablaran a sus jefes alemanes, que están dispuestas en convertirse al Islam con tal de que no maten a sus hijos. Recién nacidos, arrancados de los brazos de sus madres, arrojados al aire, caían clavados cual muñecos de trapo sobre las bayonetas caladas; otros con un sadismo exasperado a flor de piel, partían de un sablazo las panzas de las embarazadas, apostando con sus compañeros por varón o nena sobre nonato… y otros más… quebrándoles las espaldas a los niños y observándolos perecer. ¿Qué más? ¡¿Qué más…?!
¿Los hombres…? Sí; los hombres, habían sido previamente convocados del día a la mañana a servir a la Patria. Fueron llevados a las montañas a romper piedras con un destino establecido de no volver jamás a reencontrarse con sus respectivas familias. ¡Duele verdad…! ¡Sí; que duele…! Y esa es la finalidad de esta reflexión, ¡que duela…! para no olvidar lo ocurrido jamás.
La Unión Europea, me imagino, debe recordar quien es Turquía, aunque, no creo que desconozca la mentalidad de los herederos del Imperio Otomano y en qué consistió su Imperio, cuál fue su cultura y su finalidad.
Ahora, permítanme reflejar lo que pienso de todo esto: Creo que el odio racial y religioso expresado por los turcos contra los armenios no ha sido el motivo principal para actuar con tanto salvajismo. Los mataban para borrarlos definitivamente del mapa y no tengan que reclamarle a Turquía por las raíces de sus ancestros.
En 1915 existían en los territorios usurpados cerca de 2600 iglesias de las cuales permanecen en pie 20 o 25 a lo sumo. Las demás fueron demolidas, quemadas, usadas para fines irreproducibles. Y ni hablar de los cementerios. La intensión, era borrar, a largo plazo, cualquier señal que pondría en evidencia la existencia de los armenios sobre el terreno. La iglesia de Ajtamar, en Van, acaso una de las más recordadas y por ahí la reliquia histórica mejor conservada, carece de una cruz en su cúpula y es considerada museo; patrimonio de la humanidad. Tanto es así que los gobernantes turcos impiden a los armenios rezar en su interior.
Con todo lo expuesto, dudo de que nuestro genocidio tenga tan poca trascendencia, para que la humanidad registre únicamente aquello de las cámaras de gas en la época Nazi... Aquí, evidentemente hay otros intereses en juego y también, por qué no; un gato encerrado.

Rupén Berberian

SEÑORES DE LA APOCALIPSIS

Cómo sería nuestro mundo si existieran delegaciones humanitarias que se ocuparan de rescatar, resguardar durante las revueltas y las guerras a los huérfanos lejos de las tragedias de sus mayores, reencontrar los que se han extraviados por las arenas del mundo, recuperar a las niñas que han sido robadas y sometidas a la esclavitud. “Green Peace” protege a las ballenas y el medio ambiente; las Abuelas de la plaza de Mayo en (Argentina) han rescatando niños que fueron secuestrados durante el gobierno de facto; las organizaciones defensoras de los derechos humanos se ocupan de censurar tal o cual país por estar en desacuerdo con sus lógicas, incluso existen sociedades protectoras de animales; pero del millón y medio de armenios que fueron masacrados durante el genocidio perpetrado por los turcos y otros tantos que desaparecieron devorados por la bestia sanguinaria usurpadora de sus raíces milenarias, pasó desapercibido, se esfumaron en la nada sin que se les moviera el piso a los dueños de la batuta. Parecería que el aniquilamiento de un millón y medio de seres humanos fuera un caso aislado y sin importancia; un accidente intrascendente. Con que trascurrió hace mucho tiempo; con que el mundo estaba en guerra; con que es imposible identificar a los culpables y mucho menos a los que soportaron tanto sadismo y crueldad. A pesar de ese crimen de lesa humanidad y el salvajismo de los turcos hay quienes admiten que alguna abuela suya haya confesado ser armenia y recordaba pertenecer a tal o cual familia ultimada sobre sus terruños ancestrales. Pero ¿quiénes fueron esas abuelas, a qué familia y de qué región formaban parte?, sólo Dios lo sabe. También las hay que recuerdan haber sido raptadas por los kurdos, y otras recogidas por los nómadas sirios y expuestas a la venta como esclavas… y nosotros, nosotros… los afortunados nietos de los sobrevivientes de aquellos tiempos, tenemos que digerir calladamente toda esa patraña y olvidar como que fueran consecuencias inevitables de la vida, una simple pesadilla de la que hemos despertado y que aún perturba nuestra accionar.
Claro; el genocidio de los armenios no incumbe ni compromete al resto de las naciones del mundo civilizado; no les ha sucedido a ellas. El exterminio de los armenios fue sin duda la gran oportunidad para los mercaderes de aguas turbias que nunca faltan y para carne de cañón de los buitres bípedos.
Me sigo preguntando: el Papa de aquellos tiempos estaría distraído, descansando, o no le llegaban las noticias… ¿Por qué los de la fe judía o la islámica no se jugaron para impedir esa matanza? De los cristianos, ni hablar, estarían buscando la otra cara de la luna, me imagino. ¿No será que el oficio religioso concierne tan sólo la espiritualidad y no lo humano? y ¿los masones, la famosa hermandad masónica salvadora del mundo, por qué debió descuidar a sus hermanos? Entre los armenios hubo muchos que confiaban en sus “hermanos” turcos. Claro, aquéllas eran épocas difíciles, 1915…1923… Leyes abolidas, miles de criaturas arrancadas a sus hogares y obligadas a satisfacer sexualmente a la soldadesca y a sus mandamases. Sí ya sé: ¡¡YA Sé!! Jesús dijo: ofrecer la otra mejilla. Y como los armenios eran cristianos… La otra mejilla sería alabar a Dios y desaparecer en la boca del lobo. Atzvadz-men ze.
Hay quienes todavía pregonan a los cuatro vientos que el genocidio armenio no existió, que las pretensiones armenias son falsas; que tan sólo fueron unos pocos accidentados, consecuencias de la Primer Guerra Mundial, que el verdadero y único genocidio fue el de los judíos. Y yo interpreto perfectamente la mentalidad sionista y su sentido de acaparar la atención mundial, es sin duda una manera astuta y diplomática de vengarse sin revelar su ponzoña.
Al no reconocer el genocidio armenio, el pueblo judío tiende a favorecer a su hermana y aliada Turquía para que no reembolse indemnizaciones a los familiares de los mártires. Se reconocen como el Pueblo Elegido y por ende, cualquier competencia con ellos es comprendida como una ofensa a sus dogmas.
Es cierto, han corrido muchas aguas bajo los puentes; noventa y cinco años de errar por el mundo borra mucha huellas y no obstante, me duele que no haya habido en aquellas trágicas épocas quienes rescataran a esas pobres criaturas, más que algunas pocas voluntarias, misioneras armenias quienes arriesgaban sus vidas disfrazadas de musulmanas; mujeres valientes que iban recogiendo niños huérfanos y conduciéndolos a Aleppo. Esas fueron quienes salvaron entre otras, a mi tía Areck de ocho años y a mi madre Chamiram que aquél entonces poseía apenas seis años; sus padres y familiares habían sido abatidos en Diarbekir.
Hubo quien me reprochó haber calificado de brutos a los asesinos de mi familia… Digo yo; ¿cómo debería referirme a ellos y no quedarme con las ganas de patearles el tablero?

Rupén Berberian

…Y LAS RAÍCES AGUARDAN

Aquellos hermanos que providencialmente fueron salvados del genocidio perpetrado por Turquía y se refugiaron en los abrazos del mundo, habían perdido todo, menos la memoria. Hoy por más que el suelo de sus ancestros este impregnado por intrusos y se denomine Turquía, no modifica en nada la cruz de su origen, ni borra la sangre derramada de quienes perecieron mártires de la marginalidad racial y del racismo religioso.
Evidentemente, la región de nuestros antepasados se caracterizó por ser sumamente conflictiva e inestable, una región Bíblica codiciada por pertenecer a la ruta de la seda, tener grandes extensiones de pastizales que fueran ambicionadas por los salvajes que no escatimaban esfuerzo con invadir, aniquilar aldeas y robar las pertenencias de sus pobladores. Así fueron apareciendo por turno mongoles, tártaros y la bestialidad en pleno.
De pronto Bizanció (la otra cara de Roma) cae mal herida, derrotada por langostas humanas que venían como barridas por una escoba, habiendo atravesado los territorios armenios y superado sus defensas. Territorios pretendidos desde siempre por persas, árabes y vaya a saber cuántos más.
Fueron los turcos otomanos quienes acamparon sobre nuestro suelo y fueron originando su Imperio, un Imperio devastador, prepotente, impío e inculto, que llegó a someter parte de Europa, Arabia y toda África del Norte. Pero esta es otra historia.
Lo referente a nosotros, los armenios, fuimos quienes le enseñamos al bruto otomano la existencia de las ciencias, las artes y fuimos quienes les edificamos los palacios a sus Sultanes. Gracias a los éxitos obtenidos en sus campañas y como si eso fuera poco, los turcos comenzaron a rivalizarse compitiendo con La Meca por la supremacía de la fe islámica con intención de atraer a los fieles musulmanes a Turquía. Y los cristianos eran un escollo y los armenios estorbaban sus planes de expansión. En ese territorio convivían a las buenas del Señor, minorías griegas, caldeas, siríacas, árabes, kurdas, gitanas y judías.
Y los armenios fueron masacrados y expulsados de sus terruños, no obstante ser ciudadanos turcos. Los que lograron sobrevivir al genocidio fueron algunos que otros huérfanos, quienes resultaron ser nuestros padres y abuelos Y nosotros, sus descendientes, somos quienes hoy conformamos la hermandad de la diáspora. Durante el genocidio algunos pocos miles lograron ser excluidos de ser exterminados, vaya a saber por qué razón y desde entonces permanecen maniatados en Turquía.
Que conste y lo recalco: nuestros abuelos eran ciudadanos turcos. Y aquí es donde quiero hacer hincapié, porque viene al caso…
Turquía debería, sea por lógica o por lo que fuere, reconocer como ciudadanos de su país a todos los de la diáspora armenia, admitir lo ocurrido con ellos, pedirles perdón, indemnizarlos y reincorporarlos a sus raíces como lo que fueron: ciudadanos turcos de origen armenio; mejor dicho: armenios de nacionalidad turca. Esto por un lado. Por el otro: Armenia libre e Independiente debería ocuparse por medio de sus embajadas de agrupar y registrar a todos los descendientes armenios de la diáspora, sobrevivientes de Armenia Occidental y Armenia central, diseminados por el mundo, confeccionarles una suerte de credencial de su procedencia, nombre, apellido, razón social, raíces familiares, un documento que sirva de testimonio ante un eventual requerimiento de las autoridades turcas; de tal o cual persona, de tal o cual región y si es posible, que incluya también su árbol genealógico.
La doble nacionalidad ofrecida generosamente por Armenia Libre e Independiente es muy importante y tentadora, pero la gran mayoría de nosotros no pertenecemos a ella más que simbólicamente. Yo, por ejemplo, y asumo toda la responsabilidad sobre mi ignorancia, supe de su existencia recién a los treinta años de edad. Lo que sí, recordaba que mis padres provenían de Diarbekir, ciudad originalmente armenia, usurpada por Turquía y habitada mayoritariamente por kurdos. Aquélla región colgada con pinzas de nuestra historia milenaria, de nuestra Armenia tradicional es donde permanecen los huesos de mis familiares abatidos.
Con un documento que me reconozca como nieto de aquella porción de nuestro paraíso Bíblico, acumularía en mi haber tres ciudadanías: la referente a mi nacimiento, la de los sueños de mis abuelos y la de mis propios sentimientos en vigilia.

Rupén Berberian

EL ÁRBOL DE LOS PÁJAROS PERDIDOS

Que nadie crea, porque menciono a quienes fueron nuestros verdugos con cierta benevolencia y una aparente tolerancia que linda con la ingenuidad, que no coincido con mis hermanos en su manera de sentir su dolor por todo aquello que fui manifestando hasta la fecha en mis audiciones radiales. ¡Por Dios!, yo también poseo sentimientos y como a todos mis hermanos repercute en mí la crueldad cometida por las autoridades turcas contra nuestra armenidad y particularmente contra mis familiares ultimados en Diarbekir. Yo a los turcos fanatizados y racistas les tengo lástima por no poder desprenderse de su salvajismo otomano mongoloide y tener que cometer payasadas a modo de fraguar su realidad ocultando sus manos ensangrentadas y engañar la opinión mundial. ¿El mundo acaso no sabe de la falsedad de los gobernantes turcos? ¿No sabe que igual que sus primos cercanos sionistas y racistas de Estado Judío, llevan el mismo concepto de la honestidad? Todo lo que Turquía estuvo prometiendo, promete y prometerá son engaños y falsedades, pues su meta es otra: acaparar el mundo islámico y convertirse en primera figura. Israel sionista falsea sus promesas con los palestinos del mismo modo, es un calco del salvajismo mongoloide.
Mi punto de vista está bastante claro, tal vez demasiado personal basado en un cierto egoísmo del que no ve el futuro y sólo visualiza fantasmas en el horizonte de su destino.
Referente a Armenia Libre e Independiente y la hermanita Artzaj... lo que mis hermanos le aportan, es humano, noble y generoso, no obstante ello, yo lo percibo como un desviar de la mirada, como un esfuerzo que va a costa de nuestras raíces históricas, de la sangre de nuestros hermanos, de un millón y medio de mártires expuestos al olvido. ¿Debe acaso quedar abandonada al olvido la casa del abuelo, sabiendo que está siendo habitada por intrusos? Con expresar que los turcos son tal o cual cosa y darse vuelta envueltos en broncas y furia, no se gana nada. Me recuerda la fábula del genial pensador francés Lafontaine con su teoría de la zorra y la uva. Por lo pronto, se asemeja a nuestra actitud, alzarse de hombros y mirar para otro costado como que todo esté fuera de nuestro alcance y estemos superados por imposibles. Y con ello le estamos favoreciendo al enemigo dándole más respiro y acortando nuestras vidas. Mi propuesta es tener en cuenta quienes son los turcos, quienes fueron sus abuelos para saber encararlos; armarse de astucia, sonreírles a las bestias, incluso acariciarlas hasta domarlas y hacer que valoren nuestra presencia, entonces, recién entonces, armar la estrategia de un regreso masivo a casa y despertar las cenizas.
Desde luego no soy el dueño de la razón, ni está a mi alcance la bola mágica. Tan sólo sé que hemos perdido una batalla que nos costó sangre y lágrimas y no estamos en condición de perder otra, amparándonos en falsas expectativas, en las broncas, en la falta de objetivos claros lustrando cicatrices, mucho menos ilusionarnos con ser comprendidos por los amos del mundo.
Personalmente no pertenezco a ningún partido político, aunque si lo fuera, me daría igual un hermano que otro, basta que encontremos juntos el camino de atraer al enemigo a nuestro terreno.
Se acordarán del caballo de Troya, ¿verdad? Los imposibles siempre dejan abierta una brecha y es por allí por donde se llega. Alemania derrotó a Francia pese a sus fabulosas líneas de defensa. Egipto atravesó el Mar Rojo y casi llega a Tel a Viv, si no fuera por la ayuda militar norteamericana. Se me entiende ¿verdad?
Se me hace que mis hermanos no están bien encaminados tras la luz de su futuro. Tal vez tampoco sea yo quien les dicte el itinerario a seguir o les aporte ideas que desconozcan. Hasta dónde sé, quien hace alarde de su fuerza, indefectiblemente delata sus miedos. Turquía piensa engañar al mundo ocultándose tras una renovada y muy ensayada y sagaz parodia que no impide que trasparente su ponzoña y esta, aunque parezca una incongruencia, es una clara oportunidad para ser aprovechada por nosotros y que los miembros de nuestra diplomacia actúen con pie de plomo y la astucia del zorro, ya que con la clásica embestida de toro fuimos derrotados.
Hay más de ocho millones de hermanos arrojados fuera de sus raíces ancestrales, en su gran mayoría armenios occidentales, originariamente de nacionalidad turca y este es otro punto estratégico en nuestro favor como para reclamarle a Turquía reincorporar a sus connacionales, indemnizarlos, devolverlos a sus raíces ancestrales y otorgarles el derecho de ciudadano. Si logramos acorralar a la bestia por varios frentes, tendremos la de ganar.
Mi temor sería que la ayuda concedida para Armenia y Artzaj caiga en saco roto y nos quite la energía con la que debemos alimentar nuestro futuro y alejarnos como diáspora del espectro de la desaparición. Hace cien años que hemos abandonado la casa de nuestros padres. Tratemos por lo menos de encontrar entre todos el modo de volver a ella con la frente alta antes de errar otros cien años en el extranjerismo.
Cuando el hombre le hace honor a sus raíces, es cuando su apellido le rinde pleitesía; pero cuando el hombre hace honor a su apellido, se pierde en el anonimato.

Rupén Berberian

LOS USUREROS DE LA MORALIDAD

Hubo un tiempo en que pensé que uno debía conformar lo que quería ser, y viene al caso, porque alguien me preguntó por qué demoré tanto tiempo en aplicar mi teoría sobre mi persona y me dejó pensativo. Su cuestionamiento me había azotado duramente como un reproche, un reproche que me hizo mudar de épocas. Sabía que mis padres provenían de una ciudad histórica llamada Dikranaguerte, tradicional de la Milenaria Armenia Occidental, donde mis abuelos y familiares habían sido masacrados por los turcos y mis padres habían sobrevivido milagrosamente al genocidio para finalizar refugiados en Francia.
Durante mi recortada inocencia, la vida me estuvo cacheteando una y otra vez, quizá no con tanta crueldad como lo hiciera con mis progenitores, pero con un ensañamiento casi similar, haciéndome incursionar en guerras ajenas y terminar arrastrado por las veredas del mundo.
Pero cuando se tiene hambre no hay patria que valga, ni pasión, ni razonamiento, ni sensatez, ni yo, qué soy… Se flota en medio de una atmósfera envenenada donde difícilmente se percibe un Arco Iris más allá de las propias narices. La incertidumbre se posesiona de uno de tal manera que tergiversa la realidad; un charco llega a parecernos un océano; una limosna: el Maná de Los Dioses. Resulta difícil maniobrar con los miedos y la inseguridad a cuestas, sin tropezar con espinas de rosas cuyos pétalos hayan sido arrancados.
Y el tiempo transcurrió. Y tuve que tranzar la mayor parte de mi vida por un techo propio, una familia propia y asegurarme de que el “propio pan nuestro de cada día” no faltase de mi mesa. Yo ya era un fiel ejemplo de lo que quería ser y con ello creí honrar mis raíces, convencido de que desempeñándome en la vida con corrección y honestidad sería una manera de rendirles tributo a mis ancestros. Me sentía Embajador, sin cartera, de mis raíces. Y ahora, que nada me apura y que los años se han apoderado de mi organismo, regreso a aquello de mis primeras aspiraciones y digo: “Soy lo que quise ser, contra todo y pese a todo”. Es por ello que reproduzco mis ideas y traduzco mis sentimientos en varios idiomas, considerando que con ello expreso mi humildad, mi curiosa manera de homenajear a mis familiares masacrados, mártires de la incomprensión y de querer a mis hermanos por lo que son, por más que no compartan conmigo mi visión de cómo recobrar nuestro futuro de entre los desperdicios del pasado.
Llegué a pensar que con un techo sobre mi cabeza y un pan recién horneado sobre mi mesa sería mi oportunidad de dejar de pensar en mí, de abrir mi corazón hacia los demás y ponerme a señalar los errores de quienes desayunan, almuerzan y cenan la vorágine de la opulencia, haciéndoles recordar que la única diferencia existente entre ricos y pobres es la calidad del cajón de madera con que han de ser enterrados y la cantidad de coronas florales, muchas veces cargadas de hipocresías.
El día que descubra las llaves del Paraíso, seré yo quien le franquee sus puertas al mundo. Si cada uno de mis hermanos procurara hallar las llaves de otros Paraísos para introducir en ellos a los demás hermanos, la ambición “nuestra de cada día” habrá caducado para siempre. Aquel entonces saldré a pregonar a los cuatro vientos que cada uno sea, en bien de la humanidad, lo que quiere ser, por propia elección y no un eslabón más del criterio de los usureros de la moralidad.

Rupén Berberian

PARA PONERSE A PENSAR

Reflexión leída 17 Agosto de 2010
por Radio Génesis AM 970
Audición Radial LA VOZ ARMENIA

¿Pensó alguna vez en volver a casa? No me refiero a su hogar junto a su familia, sino al territorio de nuestros ancestros. ¿Acaso nosotros los armenios de la diáspora somos apátridas como los gitanos? Que yo sepa; la gran mayoría de nosotros aún recuerda de dónde proceden nuestros padres y abuelos y bien que repercute en nuestros oídos el drama que tuvieron que sortear para sobrevivir. Tanto ellos como nosotros, sus herederos, hemos batallado contra la subsistencia noventa y cinco años tratando de que el mundo contemple el motivo de nuestro desarraigo y siempre fuimos perdiendo esperanza tras esperanza y si hemos alcanzado algunos logros fueron bastante magros y casi intranscendentes. Por momentos hemos podido acorralar el cuerpo de la bestia, aunque… hemos descuidado su cabeza. Ocho millones de hermanos nuestros nutren cotidianamente el mundo entero con su esfuerzo y conocimiento fuera de nuestros verdaderos terruños, lejos de Nuestra Madre Tierra.
Se me hace que la diáspora no supo visualizar la magnitud de la gravedad de nuestro exilio y de nuestro peligro por desaparecer como armenios de la diáspora, enmarañados en este vasto valle de la incomprensión con lo que implica ser absorbidos por otras culturas, haciendo patria en patrias ajenas. Digo todo esto como intentando plantear una idea impensada por la mayoría de mis hermanos; una idea loca y revolucionaria que ronda en mi cerebro desde que maduré lo añejo de la memoria sobre mi propia armenidad, detenida en la vía de un tren que no llega.
Guiliquia, (Cilicia), Mush, Sasún, Zeitún, Adaná, regiones como tantas otras de Armenia Occidental, hoy Turquía; fueron los terruños de nuestros ancestros, las reliquias de nuestra historia. No obstante, mientras estén presentes en nuestra memoria, y no caigan en el olvido, habrán de pertenecer a nuestras raíces, al árbol de los pájaros perdidos.
Esa es la casa que tenemos que recuperar con inteligencia, serenidad y perseverancia, no con pasión y vehemencia que nos han traído mucho dolor de cabeza.
Algunos dirán: “Volver a Turquía después de todo aquello, ¡jamás!” Es cierto, bajo las condiciones actuales no iría nadie como para enfrentarse nuevamente con esa mentalidad retrograda de los turcos. ¡Claro que no! Pero tal vez en un futuro cercano se nos de la posibilidad de dialogar con los nietos arrepentidos de quienes fueron nuestros verdugos y podamos restablecer un vínculo nuevo, una comprensión mutua que nos convenga a todos. Aunque nos duela reconocer, ninguna mentalidad quede intacta para siempre. Turquía está cambiando. Nosotros no lo percibimos porque aún nos sangra el corazón y nuestras cicatrices no nos permiten descansar, pero viéndolo con objetividad, muchos intelectuales turcos han cambiado sobre la marcha de mentalidad y han abierto su conciencia.
Pienso que ha llegado el momento de mentalizarnos, de aunar nuestros criterios y armar el esqueleto de otras clases de reclamos para encararle a Turquía. Es cierto que masacró un millón y medio de hermanos nuestros, pero no es menos cierto que hoy son muchos los nietos avergonzados de aquellos asesinos, que no logran perdonarse tantas aberraciones cometidas contra sus otrora conciudadanos de origen armenio y, que esperan de nosotros iniciar un acercamiento, proponiéndoles un acuerdo, donde no haya ni ganador ni perdedor y todo quede por un tiempo bajo paraguas.
La vida, hermanos míos, comienza a cada instante y de nosotros, urge incorporar ese instante y con él apuntar hacia adelante; empujar nuestro destino hacia un cielo abierto a un horizonte distinto, saber hacia dónde nos conducimos, el camino que habremos de transitar para no pisar en falso, una y otra vez.
Turquía nos necesita y nosotros, aunque nos duela reconocerlo, necesitamos de ella. Ella ha perdido su Imperio y si resiste a ser cuestionada y se aferra desesperadamente a sus hermanitas de sangre es porque teme perder para siempre su identidad y su sueño del Panturquismo.
Nosotros, como armenios de la diáspora deberíamos saber contemplar sus necesidades y ofrecerle nuestra valiosa colaboración como para enmendar su moral, tan decaída a nivel mundial. Está vez no hemos de ser explotados ni menospreciados como lo fuimos durante el Imperio Otomano. Una de nuestras condiciones será la de ser admitidos y reconocidos como ciudadanos de Turquía de origen armenio. Para ello habrían de modificarse varias leyes infrahumanas y mentalidades obsoletas. Deberíamos encontrar la manera de hacerles entender a esos hermanos, que nosotros los armenio somos los herederos naturales de los territorios ocupados por Turquía, de nuestra propia historia milenaria y merecedores de ser tratados al igual que cualquier ciudadano de esas regiones, obrar con absoluta libertad de adquirir bienes, de establecerse y armar industrias y comercios en todo el territorio denominado turco.
Si a Turquía le duele reconocer el genocidio es sin duda alguna, la prueba irrefutable de que el genocidio existió, pero si tanto le molesta recordarlo – repito - que esa cláusula quede por un tiempo prudencial en esperas hasta que maduren los criterios y la conciencia sea más abierta, recién entonces intentar entablar relaciones. Pero, si se dieran las condiciones de un reencuentro cordial entre ambas naciones, pienso que no sería despreciativo.
Ese, a mi criterio, es el objetivo que deberíamos emprender y trazar de ahora en más para nuestros nietos, recordarles una y otra vez de dónde venimos y quiénes somos, hasta el cansancio.

Rupén Berberian

jueves, 17 de junio de 2010

LA PATRIA DEL ODIO

Querido, Erdogan Efendi.
Comprendo que no eres responsable del genocidio que tus padres y abuelos perpetraron contra la comunidad armenia, acaso, el mayor de todos los genocidios; pero de no reconocer los hechos, tu prestigio cae en la volteada. Si hubieses sido más realista o sea, más humano y hubieras contemplado las razones y el por qué el pueblo armenio de la diáspora se opuso a la colocación del busto de tu héroe nacional en la ciudad de Buenos Aires, comprenderías que eso habría sido una tomada de pelo, un insulto a la moral y a la dignidad de quienes tuvieron que sortear la muerte y esquivar el odio racial con que tu pueblo actuó durante los años 15 al 23 de nuestra era. Tú sabes bien lo ocurrido, porque no creo que seas tan ignorante y tan descuidado de desconocerlo. ¿Te tomas la molestia de condenar a tus aliados sionistas por abordar tu barco enviado con ayuda humanitaria a los palestinos de la franja de Gaza y niegas reconocer los crímenes de lesa humanidad cometidos por tu nación? No por nada, ni tampoco por gusto, los armenios que lograron sobrevivir al genocidio se encuentran diseminados por el mundo. Yo mismo soy nieto de las familias armenias masacradas en Diarbekir. Yo podría perdonarte por representar a quienes fueron nuestros verdugos, tus queridos padres y abuelos; pero con la mano en el corazón, dime cómo olvidar que ambas familias de mis padres fueron degolladas sobre sus terruños ancestrales por tu soldadesca. Dime, ¿qué culpa tengo yo de encontrarme bajo otros cielos, representando otras nacionalidades? ¿Qué tengo que hacer yo fuera de mis raíces si no es culpa de tus mandamases…y encima, y encima te enojas y pateas el cielo eludiendo nuestra existencia, como que fuéramos desubicados? ¿Qué quieres, que nos pongamos de rodillas porque nos traes frescos recuerdos de nuestra aniquilación con tu Kemal, el Mustafá Atatürk? Por fortuna, hemos encontrado hermanos en todas las naciones del mundo que comprendieron nuestro dolor y curaron nuestras heridas, pero dime… ¿qué hago con mis cicatrices empotradas en la memoria? Un millón y medio de mis hermanos fueron ultimados por turcos; turcos, de tu propia familia; un millón y medio de seres humanos… Tus abuelos se equivocaron y temo que tú también estés errando el camino por la particular tozudez de tu origen, cargado de ignorancias y prepotencias hereditarias. No se hace patriotismo asesinando mujeres y niños al igual que tus hermanos sionistas de Israel. Ya ves, incluso y pese a todo te trato como hermano, del mismo modo que mis abuelos trataron a los de tus raíces mongoloides y tátaras, edificaron tu país y les enseñaron cultura a tus “Sultanes”.
Te das cuenta querido hermano; ni el Sagrado Corán pudo humanizarte. Si eres musulmán como afirmas, pues actúa como tal. No entremezcles patria con religión, ni el odio con la razón. El Islam es una doctrina noble y humana. No te ampares tras tus delirios de un negacionismo estúpido. Es un consejo que te doy, y no soy un usurero de sacarte provecho como son tus aliados sionistas.
Este rechazo no es contra ti, Erdogan. No es algo personal. Tampoco es en contra de tu pueblo, es contra la política racista que ejerce tu gobierno. ¡Ah; para que sepas, Armenia y los armenios de la diáspora son partes inseparables; tenlo en cuenta! Si te diriges a Armenia, somos millones en responder por ella. Cuánto más te armes de sobriedad, más piedras hallarás por tu camino.
Te aconsejaría, por tu bien y el de tu nación, que des el ejemplo y abras tu corazón. Ya es hora de reconocer el genocidio y con ello Turquía renacerá de nuevo como todos queremos, porque aunque te parezca mentira, nosotros, los armenios, la amamos más allá de cómo se llame, porque la quisimos desde mucho antes que fuese invadida por tus parientes. Acuérdate, Erdogan, nosotros somos originarios del Paraíso Terrenal señalado en la Biblia. ¡Somos Haiastán! y ustedes no son más que ladrones de glorias ajenas que aparecieron en nuestra casa como langostas barridas por una escoba, al igual que tus parientes sionistas europeos con el cuento de La Tierra Prometida y el visto bueno del Mundo Capitalista, así llamado Civilizado, que se adueñan de Palestina.
Humildemente,

Rupén Berberian
12 de junio de 2010

MADRE TIERRA

Han transcurrido cien años de exilio pidiendo justicia para lograr conmover a los dueños de la batuta de nuestra era usurera y capitalista a reconocer el genocidio perpetrado contra el pueblo armenio por Turquía. Me imagino, con viento a favor, dentro de otros cien años, si subsistimos, nuestra diáspora habrá conquistado la sensibilidad de “los próximos mandamases sionistas y amos del Universo Prometido” arrancándoles la promesa de intervenir a favor de nuestro regreso a casa.

Hay quienes alzan hoy la voz de indignación debido a la escasez de alumnos en los colegios de enseñanza Armenia; con que poca gente concurre a las iglesias, que las misas son largas y tediosas, que el único arte reconocido de nuestra comunidad es la cultura culinaria del Medio Oriente.
Algunos me preguntarán: ¿Cuál es su principal miedo? Y yo contestaría: “Desaparecer como armenio sin pena ni gloria”. Y agregaría: “Me hubiera sentido más reconfortado, incentivado, si las autoridades de Armenia Libre Independiente se hubiesen tomado la molestia de proporcionar a todos los de la diáspora, una suerte de credencial donde se nos reconoce oficialmente procedentes de tal o cual región, sin que por ello faltásemos el respeto a nuestra Madre Tierra.
Tú y yo no pertenecemos más que simbólicamente a Armenia de Yerevan. Nuestra procedencia es otra. Nuestro idioma es otro. Nuestras necesidades también son otras y no creo que Armenia Libre e Independiente sienta alguna preocupación por nuestro destino incierto. No se conmueve ni siquiera por aquellos que huyen abandonando sus raíces y su historia. Yereván tan solo, no es Armenia, mis queridos hermanos. La Torre Eiffel o París no es Francia.
Alguien me reprochó haber aventurado opiniones sobre Armenia sin conocerla de cerca y porque me haya expresado por referencias de las malas lenguas. Si tuviese oportunidad de viajar a Armenia, no sería para disfrutar de los lujosos hoteles de Yereván y sus casinos, sino para conocer el pueblo más allá de los diez kilómetros a la redonda y luego barajar ideas. Querría saber cómo sobreviven nuestros hermanos, entre tantos apremios. Querría saber, cómo Armenia se permitió perder Nejicheván y hoy ni siquiera se la menciona. Me preguntaría ¿qué ocurrió con tanta cultura y tantos cerebros aparecidos durante la época soviética? Claro, existen detalles que podrían escaparme…
Quisiera, con toda humildad, rendirme ante la razón y convenir con mis hermanos que nuestra estructura mental tradicional caducó a los noventa y cinco años de orfanato, que ha llegado el momento de mirar hacia adelante y de borrar las nebulosas que nos tienen apartados de la realidad; que toda clase de reforma, sea institucional o de otro índole no hará más que prolongar nuestra agonía, nuestra existencia en la nada. Si se me permite el término, diría que nuestra armenidad, aunque les duela a algunos, es una especie de ilusión, un circo dentro de un espejismo, ni siquiera un antídoto, para seguir tirando del carro con los ojos vendados.
Una patria en el exilio como hasta ahora, me suena a ridículo y al correr del tiempo habrá menos quienes recordarán el sentido de nuestra existencia y perdurabilidad como pueblo milenario, se olvidarán del honor que implica haber pertenecido a una de las etnias paradisíacas más antiguas de la humanidad.
Nuestro camino hacia la comprensión recién comienza. No obstante, considero que lo actuado hasta ahora no fue nada despreciable. Se ha erigido un castillo en el aire con la perseverancia y sin contar con la ayuda de nadie. Porque… como todos sabemos, “el mundo es una gran familia de fariseos e indiferentes bípedos”.
Nuestros abuelos caídos en desgracia llegaron de Guiliquia (Cilicia) además de Armenia Milenaria Central, hoy Turquía. Mañana, Dios mediante, la región, podría, sobre la marcha cambiar de nombre y de mano, no así, Nuestra Tierra Madre Ancestral, porque pese a la acción destructora del tiempo, la misma permanecerá embebida de nuestra sangre y nuestras lágrimas que desfilaron por la historia de la humanidad.

Rupén Berberian
29 de mayo de 2010

OTRO 24 DE ABRIL LACERADO EN LA MEMORIA

24 DE ABRIL. 95 años de luto, de recordar, de no poder admitir, de no saber a quien nombrar… Un millón y medio de seres humanos masacrados por la barbarie turca, contando, claro está, con la complicidad de los supuestos países civilizados de Occidente, para colmo, cristianos. Luego de un profundo letargo de 95 años, el mundo civilizado, recuperado de su amnesia, da señales de solidaridad, expone su insólita parodia bien ensayada, salpicada de sensibilidad y de humanismo, como si ocasionalmente acabara de tomar conciencia de su premeditada indiferencia anterior y, se animara a recuperar su menospreciado prestigio, reconociendo finalmente el genocidio armenio. 95años después de lo ocurrido, Occidente toma la batuta y encima insinúa actuar de juez en esa sinfonía de desgracias humanas, siendo parte tan culpable que los propios verdugos. ¿Dónde estuvo esa buena gente cuando iban siendo eliminadas las minorías cristianas de sus raíces ancestrales, los siríacos, los caldeos, los asirios, los griegos y por supuesto, los armenios…? Todos ellos fueron masacrados. Son hechos reales que ocurrieron. No se trató de una exageración o de una mentira; fue un genocidio, tan cruel que cuesta imaginar a seres humanos que hayanpodido incurrir en semejante salvajismo. “¿Delirio de Grandeza?” Tal vez. Fue un exterminio, planeado y ejecutado sin miramientos y sin piedad. Allí murieron nuestros abuelos, con ellos desapareció todas nuestras familias, tanto de Armenia Menor (Guiliquia o Cilicia) como de Armenia Milenaria central, de donde provienen mis padres. Ver, y no acudir a salvar a un pueblo que se debate entre la vida y la muerte, un pueblo traicionado por todos los costados y abandonado a su suerte por sus propios “hermanos” de Occidente, lo convierte a uno en un criminal.Con que las potencias occidentales no estaban enteradas de lo que acontecía con el pueblo armenio tierra adentro, me suena a ridículo. Ellos bien sabían que sobre el suelo armenio ocupado por Turquía, los cristianos estaban siendo masacrados. El Papa, como autoridad religiosa ¿dónde estaba? ¿Acaso invocaba a Dios entretenido gozando de los banquetes de los cuervos carroñeros?¡Que Turquía abra bien los ojos y sepa que la armenidad no ha desaparecido! Por el contrario, se encuentra más unida y más decidida que nunca a recuperar sus derechos y reclamar sus pertenencias históricas.Nosotros, los armenios de la diáspora, hijos, nietos de los sobrevivientes, estamos decididos a borrarle de los labios, a quiénes fueron y hoy son los amos de Turquía, esa sonrisa cínica de hiena sarnosa. Hoy nos toca a nosotros, una vez más, tomar las riendas de nuestro propio destino, el de nuestra supervivencia con pueblo Bíblico y legendario. El libro “Consagrado como Sagrado” dice que hubo un tal David que derrotó de un hondazo a un tal Goliat… Que Turquía tenga en cuenta que las leyendas suelen repetirse…Por fortuna y a medida que van cayendo las hojas del almanaque, muchos ciudadanos turcos, cultos, intelectuales y de mente abierta, van solidarizándose con nuestra causa, avergonzados por lo actuado años atrás por sus gobernantes. Es imprescindible que Turquía recupere la razón, no la memoria, ya que es obvio que recuerda cada paso dado por sus dirigentes, por más que sus gobiernos traten de ocultar las evidencias. Que la nación turca entienda que ella también forma parte del genero humano y no la de las bestias desalmadas y sanguinarias como lo fueron sus abuelos. Que entienda de una vez por todas que la vida de cualquier individuo es tan sagrada y valiosa como la suya y el hecho de matar a alguien es frenar en él la evolución de la especie humana y sabotear la obra de Dios, de Alá y de las enseñanzas del Enviado, Profeta Mahoma. La humanidad venidera deberá tomar en cuenta que todas las tendencias políticas y religiosas son limitadas, frágiles y pasajeras, y lo que perdura en la memoria es la acción.

Rupén Berberian
17 de abril de 2010

AÑEJOS AMORÍOS

Israel está molesta con su pareja carnal por haberse atrevida a reprobar sus crímenes de lesa humanidad cometidos en al franja de Gaza, donde, más allá de haber masacrado a más de mil quinientos civiles y derribado sus casas, las consecuencias de sus bombas de fósforo blanco arrojadas sobre objetivos civiles por su valiente aviación militar, todavía perduran y provocan estragos en la población: una generación de palestinos nace con defectos físicos a espaldas del mundo culto y civilizado. No obstante, los sionistas estarían pensando: “¿¡Cómo Turquía… a la que hemos amado y adoptado como a nuestra patria, a la que hemos ayudado en su emancipación y liberado de las minorías revoltosas y nocivas cristianas, se anima a censurar nuestro proceder educativo colonialista con nuestros esclavos y súbditos árabes palestinos y se olvida del genocidio que perpetró contra la población armenia!?” Turquía, pariente cercana de Israel se siente menospreciada en su amor, a lo propio. Acaban de manifestarse en sus relaciones de amantes, resentimientos rezagados e inconfesables. El pueblo judío que siempre se auto denominó amante de la paz comete la indiscreción de poner en jaque, nada menos que a los jerarcas de su otra patria. Y esa otra, con toda su nefasta historia a cuestas, que trata de ocultar interesadamente al mundo culto y civilizado, curiosamente aparece como sensibilizada por la matanza de unos cuantos palestinos. Una parodia novelística a la que bien podría definir como un simulacro de humanismo a fin de impresionar al culto y civilizado Primer Mundo. Si mi intuición no me engaña, en todo ese circo de extraños amoríos, presiento la existencia de un gato encerrado.Sobre la postura de Israel, no me caben dudas, su pasión es la de apoderarse cuanto antes de lo que queda del territorio palestino, aunque tenga que seguir masacrando sistemáticamente a todo el resto de su población, sea cristiana o mahometana. Por su parte, Turquía, todavía conserva y acuna entre sus gobernantes (hoy, de traje y corbata) mucha resaca de su pasado, por consiguiente, nunca se sabe lo que trae entre manos, podría sonreírte de oreja a oreja luciendo sus colmillos de oro (oro, robado a los armenios) y al rato, clavarte una estaca en la espalda apenas te des vuelta. No nos olvidemos que “sefardíes”, artífices del genocidio armenio, fueron activistas turcos. Sólo espero que Armenia Libre e Independiente, no se confunda ante ese panorama en vista a su futuro. En cuánto a la diáspora, ella tiene bien incorporada la historia de sus abuelos.

Rupén Berberian
3 de abril de 2010

LOS SENDEROS DE MI CURRICULUM

Nacer en un sitio determinado es un accidente y yo me accidenté en París un catorce de Sagitario. Siendo niño, me trasladaron a Tierra Santa donde al poco tiempo, del cielo llovieron obuses de morteros y las veredas se tiñeron de sangre. La guerra, nos arrojaba a la deriva…De Francia a Palestina, de Palestina al Líbano, del Líbano a CisJordania y de CisJordania, otra vez al Líbano… y de allí… a Argelia francesa, coincidiendo con la época de su lucha por la independencia de esa gran nación norafricana.Dos guerras sobre mis espaldas que no consentí y que han truncado mi normal desenvolvimiento, desequilibrado y demorado una eternidad, el hallazgo de mí mismo.Había comenzado a quejarme escribiendo sueños en árabe, seguí quejándome soñando en inglés, luego en francés para finalizar reflexionando sobre mis sueños demorados, en argentino. Para llegar a ser lo que soy, tuve que perseguir la esperanza que no germina, sortear pobrezas impuestas, acostumbrarme a las necesidades e ir descubriendo los trapos sucios de las naciones civilizados deshojando margaritas.Al igual que mis padres, huérfanos, oriundos del Paraíso milenario conocido por Armenia y, sobrevivientes del genocidio perpetrado por Turquía, conocí la emigración, del mismo modo que muchos de mis hermanos palestinos, sus consecuencias, y todo aquello que significa comenzar de nuevo en el abrazo cordial y la tradicional generosidad del pueblo del Líbano, sin bagajes a cuestas, con apenas vivencias encajadas entre vivencias ajenas.Sobre la marcha logré algunos propósitos, tal vez el mayor de todos ellos fue haber comprendido que el dinero no es más que el brillo del oro y el oro, no es más que el opio de la conciencia. Que la vanidad y el odio son defectos desmerecedores de la esencia humana y que el verbo “DAR” como “AGRADECER” finalmente, y a duras penas, formó parte insustituible de mi despegue como candidato a ser humano.Comprendí, en el ocaso de mi vida, que la agresión es un retroceso al salvajismo. Que las guerras son intereses creados. Que las religiones no han cumplido con su misión humanitaria. Que la hermandad entre los pueblos es factible, tan sólo tratando de no hacer daño.Hoy, me encuentro en la vía de un tren que no llega…Por favor… déjenme seguir soñando…

Rupén Berberian
Raymond Henri Charles Berberian
26 de marzo de 2010 

LOS OLVIDOS

En Turquía, todavía quiénes indirectamente hacen girar la rueda de los molinos de la nación, son los armenios. En el pasado también fueron armenios quienes edificaron los palacios de los sultanes y le dieron brillo al país. Muchos obraron bajo otras carátulas, persas, bizantinas, otomanas, como que la singular inteligencia de los armenios, su espíritu creativo no fuese de su pertenencia, sino cedida a otros pueblos. Socialmente hablando me parece perfecto, porque la humanidad es una sola y el ser humano se debe a otro ser humano, siempre y cuando no fuese explotado en beneficio de terceros. En el pasado los armenios fueron quiénes conducían la flota naval asiria y en la época bizantina fueron Imperadores… fueron armenios quienes edificaron Santa Sofía, hoy transformada en Mezquita, símbolo vivo de Constantinopla, (Istambúl). Voy… a que la armenidad como hoy día trabaja para honrar con su esfuerzo, inteligencia a los pueblos del mundo. Voy… a que en esa comunidad se entremezclan los criterios, se acentúan las opiniones hasta el grado de envidiarse unos a otros, de despreciarse unos a otros hasta formar una barrera de intolerancia entre distinta procedencia de armenios. Llegué a pensar inocentemente que los armenios de todo el mundo eran hermanos y con tristeza vengo a constatar que los armenios de todo el mundo son rivales y que cada uno le interesa llevar el agua a su molino.En esa larga y tediosa existencia que me tocó vivir, llegué a pensar que los armenios de Turquía deseaban fervientemente la presencia en su suelo de sus hermanos de la diáspora, que los de Armenia añoraban el reencuentro con sus familiares diseminados por el mundo, que la diáspora tenía planes para la unión de la familia armenia bajo un mismo techo, pero la realidad me chocó y me siento decepcionado. Nada de eso ocurre ni ocurrirá si no se llega a un cambio radical de mentalidad. Pienso que deberíamos encontrar un motivo que nos una a todos, una pasión que nos hermane; pensar… si hemos resistido a tontas desgracias sin perder nuestra identidad es por alguna razón que se nos escapa y es allí donde tendríamos que apuntar hasta encontrar la explicación a esa milagrosa existencia nuestra y su motivo de ser. Vuelvo a decir: si no hemos desaparecido en tanto tiempo de existencia debería tomarse, no solamente como una bendición de Dios, sinotambién como un presagio divino. Quizá, refiriéndome a nuestra coincidencia, habremos de hallarla únicamente en la no coincidencia. Nuestro parentesco, hallarlo únicamente en la intolerancia y en la indiferencia. Nuestro reencuentro… habremos de hallarlo únicamente en el perdón. El día que aprendamos a perdonarnos unos a otros y a tratarnos como hermanos, ese día tendremos un cielo propio sobre nuestras cabezas y un suelo propio bajo nuestras sandalias de caminantes.

7/Febrero/2010
Rupén Berberian

EL AYER AGUARDA

Por lo menos me complace comprobar que hay quienes se preocupan por el bienestar de la comunidad armenia de la diáspora, exponiendo propuestas de cómo armar el esqueleto de una mutual que haría la vida de nuestros ancianos más placentera y más segura. Incluiría préstamos, atención al enfermo, socorro psicológico al desahuciado y todo aquello que incluya una mutual de Beneficencia y de Solidaridad.
Desde luego aplaudo la iniciativa, pero según creo, se trataría de acomodar el destino de los descendientes, huérfanos del genocidio armenio hasta tanto los mismos vayan desapareciendo por turno de la faz del extranjerismo.
Mi propuesta, lamentablemente, difiere enormemente a la de ese señor de tan nobles sentimientos. Desde que tomé noción de mi extranjerismo, no dejo de cuestionarme el hecho de encontrarme lejos de mis raíces ancestrales y de pensar, si entre todos, todavía, no se podría encontrar una manera de planear el regreso a la Madre Tierra. Tendría sus inconvenientes, desde luego, aunque no más que las que tuvimos siempre. El mundo en que habitamos, nosotros los desterrados armenios, no es otro que un complejo habitacional que alquilamos, una torre de Babel donde se confunden idiomas, costumbres, culturas y criterios. No nos olvidemos que existen grandes abismos entre los buscadores de tesoros y nosotros que compartimos esa vecindad. Aquellos poseen sus países y si lo desean, podrían regresar a ellos, puesto que son respaldados moral y económicamente por los mismos, mientras que nosotros nos hemos quedado fuera del mapa.
El mundo nos ha servido de abrigo, es cierto, y nos ha impartido grandes enseñanzas, también es cierto. Nos hemos sabido ganar el pan de cada día y un lugar entre las naciones, pero seguimos siendo mentalmente extranjeros, huérfanos de un país que está entre las garras del enemigo que masacró a nuestros padres y abuelos. Hemos sido acogidos en todas partes con los brazos abiertos y estamos agradecidos. Sin embargo, les estaríamos debiendo más, muchísimo más, si esas mismas naciones intervinieran a favor de nuestros justos reclamos ante Turquía.
Nuestro antídoto es, sin lugar a dudas, nuestra Tierra Madre: el Suelo de nuestros ancestros. Entiendo que es difícil imaginar un “Volver”, sin que estén dadas las condiciones y allanado el camino. Costaría pensar en abandonar todo el bienestar adquirido en el exilio para reanudar una nueva existencia sobre suposiciones e incertidumbres. Pero, si lográsemos acorralar diplomáticamente a nuestros verdugos, exigirles la devolución de todo aquello que nos ha sido robado y tuviésemos asegurada una paz duradera entre ellos, y aunque compartamos nuestro pan con nuestros hermanos kurdos que erraron su conducta con nosotros, la historia nos sonreiría a todos por igual.
¿Usted, se negaría a ello?
En honor a la verdad, Armenia, Libre e Independiente es tan sólo un sagrado apéndice de nuestra Tierra Madre, apenas un trozo de nuestra historia, acaso una reliquia sentimental; pero nada más. Tengamos en cuenta que junto a nuestros parientes cercanos diseminados en el territorio turco, habremos recuperado el eslabón perdido.
Rupén Berberian
6 de Febrero de 2010

ARGENTINA AÑO VERDE ARMENIO

No me asombra que algunos oyentes me hayan mal interpretado y que muchos me estén odiando por no querer admitir en carne propia mis ironías y mi atrevimiento de recordarles aquello que no se animan a confesar.
Referente al primer enfoque, fue cuando precisé que los descendientes de armenios que se revuelcan soslayándose en la lujuria les importaba poco y nada la suerte de los artistas, mucho menos la de los escritores e intelectuales de nuestra colectividad que se debaten en “To Be or not To Be” entre sus imperiosas necesidades cotidianas.
2º Enfoque: Separados espalda contra espalda, enormes edificios de distintas tendencias políticas autotitulados “Beneficencias” cuya construcción no fue encargada a ingenieros y arquitectos de nuestra comunidad. ¿Me equivoco o nuestra generosidad se limita a lo ajeno?
3º Enfoque: La cordialidad existente entre los miembros de una y otra “Beneficencia” parece reservada únicamente para los miembros de su propio clan. Fuera de aquello, la prepotencia, la discreta hipocresía y la sobriedad se encuentran a la orden del día. ¿Me lo podrían desmentir?
4º Enfoque: Que las Instituciones Benéficas desembocaran y se identificaran con un Centro Madre de nuestra comunidad “Unificada”… es lo que en mi modesta opinión desearía, donde todo el mundo de raíces armenias tuviese acceso y se sintiera amparado y emparentado con la cordialidad acogedora de sus abrazos.
5º Enfoque: Hice público aquello de las heroínas y sacrificadas institutrices de idioma armenio
recompensadas con un sueldo de miseria… ¿Existe acaso alguna duda?
6º Enfoque: Que la fastuosidad de los eventos patrióticos que se realizan en el “Centro” podría dar margen a otras actividades sociales paralelas en bien de la colectividad, acaso la de una mutual o algo parecido.
7º Enfoque: El “Centro Armenio Unificado” debería, (insisto en que ésa, es mi opinión), tener asignadas habitaciones en sus instalaciones para cuando acudan desamparados llegados de otras partes del mundo encuentren un refugio, un apoyo moral, abrigo y seguridad hasta que la comunidad entera se ocupe de conseguirles una que otra ubicación, digna de nuestra solidaridad hacia un hermano caído en desgracia.
8º Enfoque: El Centro de nuestra Armenidad Unificada, debería ocuparse de los carenciados, de recuperar la oveja perdida, de intervenir solidariamente ante quienes faltándoles los medios no tengan que perder la vida como ocurrió con Arturo Cuyumdjian.
9º Enfoque: Personalmente me sentiría orgulloso que con la presencia de Nuestro Centro en la Feria del Libro, que se realiza en Buenos Aires todos los años, se dedique a la cultura literaria, al libro y a la difusión de las obras de los escritores de raíces armenias, al igual que las demás naciones exponentes. Y que nuestro mundo literario no dependa de los caprichos e insolencias de algunos que llevan la batuta, de quienes, para colmo de los males, se animen a marginar a los que no les cae en gracia. Una representación “Armenia” en la Feria del Libro debería ser una imagen pura y exclusiva del pensamiento armenio y, del lanzamiento de sus escritores y pensadores. Que ciertas poderosas imprentas gráficas que se autotitulen “Editorial”, colaboren voluntariamente en la edición, promoción y venta de los libros de los escritores de origen armenio.
No todos los que escriben tienen la suerte de contar con mecenas, auspiciantes o instituciones políticas que los respaldan. No todos los que escriben pueden ofrecerse el lujo de editar un libro por cuenta propia, incluso, incluso… teniendo que obsequiarlo a cambio de una sonrisa, sin siquiera tener la certeza de que ha de ser hojeado.
La Feria del libro no impide que se la acompañe con danzas folklóricas o le incluyan monólogos de orden político, siempre y cuando se centren sobre la importancia del libro y del pensamiento, reflejando al mundo nuestras aspiraciones como pueblo desgarrado.
10º Enfoque: ¿Dónde se ha visto que nuestros artistas, escritores, locutores, comunicadores radiales, creadores, cineastas y tantos otros sean incentivados por nuestros hermanos de la Buena Pipa, contempladas sus problemáticas?
¿Nadie logra darse cuenta que el éxito de uno es también el de todos; que la deshonestidad de algunos hermanos nos embadurna a todos…?
Para aquellos que no me entendieron y tergiversaron mis palabras, ¡ése ha sido el fondo de mis enfoques! Según mi modesta opinión, lo versado por mí, es el primer eslabón infaltable para comenzar entre todos una hermandad de amor.
El segundo eslabón, sería que nuestros políticos se unan y contemplen sabiamente nuestro futuro a través de un posible regreso a casa, a Nuestra Madre Tierra, de donde la mayoría de mis hermanos son descendientes.
Nuestro problema de la diáspora no es el de socorrer eternamente y a la buena de Dios a la Armenia Libre e Independiente. Hace noventa y cinco años que sangramos navegando en la nebulosa de una ficción que deberíamos encontrarle la salida entre todos. El tiempo nos está apurando, nos está desgastando. No podemos seguir tirando del carro a la vera del camino sin destino señalado.
Sin querer, ingenuamente, estamos desperdiciando nuestro tiempo y ya figuramos en un Alerta Rojo de desaparecer para siempre.
Espero que se me entienda: mis reflexiones son, sin duda, mi amplio y sincero compromiso de amor hacia mi armenidad, tu armenidad y la de todos nosotros.
Rupén Berberian
20 de Febrero 2010

miércoles, 3 de febrero de 2010

LOS TRECE MOSQUITEROS

Éramos trece: TRECE, número de suerte, reunidos en un bar alrededor de una mesa ensamblada. Cada miembro traía una propuesta disimulada bajo el brazo. Dos de los integrantes eran maestras, por lógica apuntarían hacia la enseñanza en los colegios, haciendo hincapié en la escasez de alumnos y los pésimos salarios de las maestras de idioma armenio. Alguien hizo mención que existían numerosas familias armenias y siríacas radicadas en la Ciudad de la Plata. Ese comentario inspiró a una pareja y le despertó el vicio monetario de tal forma que comenzó a planear y tomar nota en un cuaderno a fin de recopilar datos y comercializarlos en un libro. Otro reclamaba la necesidad de idear una nueva institución: Una Institución Madre, carente de tendencias políticas que nucleara a todos los miembros de nuestra colectividad; pero… lamentaba que su proyecto implicaría un gastadero de dinero que ni él ni nadie estaría dispuesto a afrontar.
Los socialistas, con evidentes añoranzas de la época soviética, veían en Armenia “Libre e Independiente” el principio y el fin de todos los dilemas de la armenidad, la resolución de todos sus problemas, amén de su abierto reconocimiento como a su indiscutible Madre Patria.
Un dinámico estudiante de arquitectura, se presentó como bailarín de una conocida agrupación folclórica armenia, mientras que otros tres coincidían en que era imprescindible un cambio radical de mentalidad.
El único que desentonó fui yo, cuando me expresé diciendo: “El día que la diáspora tenga noción de su extranjerismo, se habrá mentalizado en la imperiosa necesidad de proyectar un éxodo masivo hacia los terruños de sus ancestros”. Que yo sepa, nadie prestó atención a mi reflexión. Para la mayoría de ellos la idea era descabellada, fuera de todo contexto. La frase implicaba pensar seriamente y, por lo visto, la reunión no daba como para encuadrar pensamientos de futuristas. Se sentían cómodos con sus adquisiciones en las patrias adoptivas; se conformaban con su vida de orfanato. Tan sólo pensaban en el presente, ninguno, según pude intuir, se reflejaba en sus raíces.
Alguien de pronto hizo rebalsar la copa revelando su verdad, diciendo: “¡Somos Argentinos, pero también armenios!”. Aquello de argentino, lo entendí de inmediato. De lo otro, me quedaron dudas… ¿Acaso La Diáspora se autoconsagró Patria en el exilio, dándole alevosamente la espalda a la memoria de quienes fueron nuestro padres y abuelos?
En esa asamblea de Trece, no se refirió sobre los tan famosos y peleados “Protocolos”. De pasada, se hizo mención del “genocidio: pan nuestro de cada día”, aunque no sin algo de fastidio. No se recordó ningún tratado, ni siquiera se hizo mención de los territorios usurpados. La idea de regresar a casa no estaba en los cálculos de nadie. Los terruños Occidentales de nuestros parientes fueron simplemente olvidados. El objetivo de la mayoría era resignarse y en lo posible, ir remando. Sucede que ninguno de los presentes admitía abiertamente su extranjerismo. Eran argentinos, los de la diáspora serían en este caso los extranjeros… Porque al decirse armenio, quedaría en claro que se reconocerían por extranjeros y estar en ambas márgenes de una balanza es complicado, nunca se lograría una definición que determine sentimientos absolutos y genuinos que no estén contaminados de una u de otra razón de ser.
Podría decir, aun absolutamente convencido: “Soy lo que quiero ser” No obstante, no impediría que mañana cambie de parecer y me sienta otra persona, con otros sentimientos completamente diferentes. Sentirse armenio y habiendo adoptado, sea por nacimiento u otro motivo, que no vendría al caso, otra ocasional nacionalidad, no es más que un accidente del destino. No fuimos quienes pedimos pertenecer a tal o cual nacionalidad, a tal o cual origen. Yo mismo, en una oportunidad, dije: “Nacer en cualquier rincón del mundo es un accidente y yo me accidenté en París un Catorce de Sagitario” Son accidentes, que a veces nos dejan huellas profundas en nuestro proceder inconsciente; cicatrices lapidarias que nos enamoran hasta no saber vivir sin ellas.
De todos modos en Los Trece Mosquiteros, miembros de la mesa alargada existía la férrea intención de adoptar un cambio para que de allí en más la armenidad vaya despejando la nebulosa que le quitó la visión del Arco Iris durante noventa y cinco años.
Por lo pronto la reunión sirvió para remover una piedra, acaso la más pesada. Una vez que todos entremos en razón, quedaría acomodar los siguientes eslabones. Recién entonces lograremos confeccionar la fortaleza soñado por todos.
31/Diciembre/2009

POESIA

Heredé de mis ancestros mi perfil
y un campo sembrado de púas…
Cuando se devastó mi terruño
y el invasor hundió su puño
en el pecho de mi nación
me alejé por el mundo
ataviado con nombres impropios
adecuándome a idiomas impuestos…
Sobreviviendo a esa gloria fantoche
me convertí en ciudadano
en la casa de un hermano…
La Biblia que me vio nacer
de paraíso y barro
tornó en piedra mi mirada
y mi lengua en seda…
En esa vigilia de vagabundo
sin cielo propio
se atrancó mi reloj de arena
arrojando sus cenizas al viento…
No sé mentir como debiera
y mi verdad a la verdad nada le agrega…
Por los caminos del destierro
lapidada en mi frente la historia de mi pueblo…
llevo un corazón amordazado…
Cuento a los cuatro vientos los motivos de mi llanto
y el mundo se me ríe en la cara
me abre sus brazos recién al darle la espalda…
Intento cosechar simpatía a cambio de muecas heredadas…
Harto de verme distinto
de seguir tolerando
de forzar en mi semblante la imagen de santo…
Se me van los años sin siquiera rebelarme…
Mis raíces son riendas que controlan mi vehemencia
mi pasión y mi pulso…
si no fuera por eso… ¡Dios mío… si no fuera por eso!
La belleza de la vida pasa desapercibida
obligándome a comportarme como un ciego
a entonar mi himno
calladamente
como si fuera mudo..
Alzo mi mástil por el horizonte
sin trapo…
entro y salgo fronteras rodeando mi terruño
y los huesos de mis hermanos de tildan de indiferente
me acusan de vagabundo.

Rupén Berberian
www.arteraymond.com.ar

TREINTA MONEDAS DE INFAMIA

Por treinta monedas de plata cualquier mortal traicionaría a su semejante y lo vendería en los mercados de pulgas a los negreros.
Me preguntarían: ¿Pero, por qué razón?

Contestaría: Porque nuestra mente no está condicionada a que otro ser humano valga lo mismo que uno y porque es más fácil prestarle atención a la materia que obedecer nuestra voz interior.
Tengamos en cuenta que el dinero no compra la sinceridad, que la auténtica felicidad radica en la conformidad y que el verdadero bienestar es tan sólo sugestión y la lujuria, un disfraz de nuestra ambición desmedida basada sobre un complejo de inferioridad.
Si me preguntaran: ¿cuál sería el deber del ser humano para con otro ser humano?
Respondería: “Reflejarse en el otro para amarse en él” Porque cualquiera de nosotros, llevando a cuestas su porción de ángel, forma una imperecedera parte del otro yo y ese otro yo, a su vez, una porción insondable del Universo. Amar al prójimo es una entrega total e incondicional y el un camino que conduce a una comunicación con la propia esencia humana. A eso le agregaría: no hay hombres buenos ni malos, los hay errados, incultos, inconcientes, acomplejados y psicológicamente perturbados. Los demás: los buenos y medianamente buenos, son los que apenas han podido visualizar en los demás su propia imagen sin caer en la tentación de alimentar su ego.
Matar a alguien, sea quien fuere, es amputar en él a la Creación misma, es agredir a la Naturaleza en uno mismo.
Hace miles de años que la familia humana no logra desprenderse de su propia Torre de Babel, empero, en la medida que logre cultivar su conciencia, desarrollar su intuición y que el hombre comience a crecer de afuera para adentro, llegará el momento en que la Hermandad Universal quedará definitivamente consagrada; la misma rescatará su sociabilidad rezagada de la Nada.
El heroísmo y la gloria en la mente de los mediocres son conceptos arraigados que no cuajan con ninguna doctrina de las lógicas espirituales; no implican brindar afecto, solidaridad o una simple caricia al que la necesite, sino de canjear posiciones, invadir intimidades, saquear pertenencias, esclavizar y de paso, desestabilizar contaminando atmósferas.
Creo que Jesús habría llegado a allanar el camino al entendimiento entre hermanos si no lo hubiesen crucificado. Estuvo a punto de revelarnos los secretos de la Vida Eterna, amén de hacernos observar que las treinta monedas de plata no serían meritorias como recompensa si se utilizaran a cambio de una extorsión, se tratase de perjudicar e incluso de prejuzgar al que se atrincheró en la vereda de enfrente. Recordemos que regocijarse en la propia vanidad es un sacrilegio hacia nuestro don de gente.
Aquél Pastor de Almas erradas, que en su sermón mencionara: “Amar a sus enemigos” quiso revelar que si uno lograse perdonar a sus opresores, esos mismos dejarían de figurar como tales. Esa teoría, llevada a la práctica, es la que algún día habrá de despertar a la humanidad de su prolongado letargo de siglos y de guiarla fuera de la nebulosa de su inconciencia.
Todas las religiones estuvieron destinadas a comunicarle al mundo esa proeza y al no hallarle eco a sus predicas entre sus súbditos, se conformaron aceptando como pago de honorarios las treinta monedas de infamia y a disimular honestidad...
6/Diciembre/2009
Rupén Berberian
www.arteraymond.com.ar

martes, 19 de enero de 2010

SOMOS TODOS CULPABLES DE NO SABERNOS CULPABLES

Liberarse de los asesinos menores de edad, daría poco que pensar. En un principio sería separarlos de la sociedad, pese a que el hecho afecte el buen honor de los credos y que las asociaciones puritanas eleven su voz al cielo. Encausarlos en la buena senda sería dificultoso, casi imposible, además de costoso una pérdida de tiempo. Separarlos, sería marginarlos en reservaciones como ocurre con los indios a manos de nuestros Honorables Gobernantes de turno. Ellos no manipulan armas de juguetes, no juegan al policía y al ladrón, las usan para conseguir prestigio y dinero fácil, ya que nadie les proporcionaría un trabajo estable, cosa de contenerlos y porque no están preparados culturalmente, mucho menos anímicamente a convivir en sociedad. Cuando matan a una mujer para robarle la cartera, el auto o el celular, con ello atentan inconscientemente a su propia madre. “Total; en las películas televisivas nos educan a matar, caso contrario la vida no tendría atractivo –pensarían”. Ellos actúan por diversión, para generarse autoestima, para experimentar sensaciones adversas a las buenas costumbres y por supuesto, para lucirse y adquirir fama entre sus amistades. Además, como nada les obliga cumplir con tareas comunitarias, no saben qué hacer de su vida.
Aunque no se me crea, proceden plenamente conscientes de sus actos; saben lo que hacen y por qué lo hacen. Desafiar las leyes de la convivencia les fascina, les hace sentir superhombres.
Ahora, una de las posibilidades de evitar ese flagelo sería armar la ciudadanía a fin de que tenga con qué defenderse ya que la policía y los jueces resultan inoperantes. Paralelamente, que el público controle el proceder de los supuestos defensores del orden. O sea: Ser policía de los mismos policías. Todos aquellos que infligen las reglas, denunciarlos abiertamente, detenerlos, atarlos sobre una plataforma en una plaza pública con un cartel que cuelgue de su cuello señalándolos como traidores a la sociedad habiendo cometido tal o cual falta y que todo el mundo recuerde su cara al descubierto, previo encerrarlos a pan y agua por tiempo indeterminado.
Que yo sepa, el deber de los defensores de los derechos humanos es amparar la ciudadanía de cualquier tipo de agresión; no se les paga para proteger a los reos y a los niños asesinos. Porque un menor que jala el gatillo y mata, es un asesino. Se me hace que asimismo deberían condenar a sus padres por no haber sabido educarlo y por supuesto, a quienes les proporcionara el arma.
Si las drogas, según dicen, son las causantes de los desequilibrios de la moralidad, cosa que dudo, habría que ir a las fuentes y desenmascararlas, porque los narcotraficantes al igual que los tratantes de blancas se empeñan en vender su mercancía. Son comerciantes, con la única diferencia que van de la mano con los pesos pesados y en contramano a la sociedad.
A fin de justificar su sueldo, ciertos uniformados desmantelan una de tantas partidas de estupefacientes que por norma, interesadamente dejan escapar. Denuncian haber secuestrado ochocientos cincuenta kilos de extrema pureza por un valor estimativo en euros… según la cotización en las bolsas europeas de los mercados de pulgas. Y de inmediato la prensa se hace eco y caratula la hazaña como un acto de valor y de extremo heroísmo profesional. Nadie menciona los ciento cincuenta kilos faltantes que engrosaron a ocultas las arcas de los guarda espaldas de los pesos pesados. Y la vida sigue su curso como si nada… todo en cadena oficial hasta el próximo aviso.
El culpable para la mayoría más uno, resulta ser el chivo expiatorio, el adolescente criminal que gatillo el arma y se fugó. Mientras que los verdaderos asesinos con corbata, los pesos pesados, se lavan las manos como Pilatos ocultos detrás de los muros de sus suntuosas mansiones, protegidos por toda clase de perros.
La falta de dignidad y la ambición desmedida son las que en realidad engendran la inconsciencia, la mafia organizada y la insensibilidad cuyas metas es el “Bolsillismo Capitalista”.
En todo eso, la sociedad es la única que resulta perjudicada, siendo también la única responsable de culpa y cargo de que pululen los criminales y los ladrones a sus anchas en su ceno. Sobre la marcha, la desconfianza realiza su trabajo de hormiga formando enemigos donde jamás los hubo.
Para resolver ese rompecabezas habría que comenzar medicando la moral de la población, hacerle entender que la sociedad no es una jungla de depravados y forajidos, sino de un inquilinato de aspirantes a convivir en paz, cordura y armonía. Que el deber principal del ser humano es no dañar a nadie y tratar de buscar en el semejante el reflejo de la propia imagen: el eslabón perdido.
La base de cualquier evolución social es procurarle al pueblo un trabajo digno, ampararlo solidariamente y ofrecerle una buena educación. La sensibilidad y la hermandad vendría a colación, pero esa es tarea de los mandamases elegidos por el pueblo: “¡Que Dios y la Patria os juzgue y os demande…!”. Señores…, que por arte de magia engordan su ganado, amasando fortunas a costillas del pueblo, a espaldas de él.
Salgamos de una base: si yo perteneciera a los demás (simbólicamente hablando), los demás me pertenecerían, entonces yo cuidaría de ellos, porque a su vez ellos cuidarían de mí. El día que esa fórmula sea factible, el dinero dejaría de ser la razón de la celebridad. Ese día no habrá más mendigos, asesinos ni ladrones, no habrá niños que mueran de hambre ni dirigentes corruptos.
Si la humanidad pensara en plural, marginando su auto individualismo, tú y yo volveríamos a ser hermanos.


14/Diciembre/2009
Rupén

NUESTRA QUERIDA DIÁSPORA

¿Usted, pensó alguna vez qué destino nos depararía en un futuro cercano la tan querida diáspora armenia? ¿Dónde irán a parar los colegios, en cuántas monedas de plata se rematarían las instituciones?
Nuestra comunidad adormece cómodamente sobre los laureles obtenidos; merecidamente, claro. Creen que con haber aportado su ración de esfuerzo han cumplido con su deber patriotico y, por haber asistido regularmente a los “madagh” se han agraciado con las almas de nuestros difuntos. Que con enviar sus hijos a los colegios de enseñanza armenia es mantener en pie la armenidad en el extranjerismo por los siglos de los siglos, amén. Digo yo… ¿de qué armenidad se habla; de la que está dentro de nuestra pasional fantasía; la de nuestra descarnada ficción?
Trate de meditar mis palabras en su buen sentido: Nuestra verdad como pueblo o comunidad se sostiene sobre tierra movediza; no estamos haciendo más que prolongar nuestra amena agonía, nuestra segura desaparición definitiva. Pudimos haber soñado en un momento dado con que Armenia sería nuestra salvación, pero…cuando los papeles arden, Armenia: nuestra Amada Tierra Ancestral, Madre Patria para algunos; libre e Independiente para otros, olvida que existimos. La misma ha descartado nuestro idioma occidental de su Constitución. Lo menos que hubiésemos pretendido de ella, que acordara con las demás naciones del mundo que le permitan otorgarles a los desterrados armenios, sobrevivientes del genocidio y a sus descendientes un documento identificatorio como armenios, paralelamente a las adquiridas en los países hermanos.
Alguien y de eso hace mucho me había encarado, diciendo: ¿“Con qué derecho te atreves hablar en boca de los armenios?” Hoy, usando la misma frase en un sentido figurado, diría: “¿Con qué derecho, Usted y yo nos consideramos armenios?”.
Se me hace que llegó el momento de ir planeando nuestro regreso a casa, aunque tuviésemos que avivar día tras día la chispa de nuestra armenidad otros cien años en el abrazo fraterno de otros pueblos.
Deberíamos reclamar nuestros derechos de ciudadanos del ex Imperio Otomano, donde miles y miles de nuestros hermanos aguardan reencontrar en nosotros: su eslabón perdido.
Tarde o temprano tendremos que afrontarnos con la verdad implacable. “El día que nuestra diáspora se dé cuenta de su extranjerismo, recién pensará idear un éxodo masivo a los terruños de nuestro ancestros” De ¿cómo lograrlo? Ya no dependería de mí, sino de una voluntad unificada que debería mentalizarse por las generaciones venideras, puesto que toda aparente negatividad contiene una brecha abierta por descubrir. Para extraer oro hay que penetrar la montaña. Salgamos de una base: ninguna conquista es fácil. Nuestra armenidad en el extranjerismo está en peligro y hay que salvarla a cualquier costo; con sagacidad, inteligencia y dinero.
A aquel anciano que plantaba datileras en el desierto le preguntaron por qué lo hacía y él contestó que se había nutrido de los esfuerzos de aquellos que lo antecedieron y que él no hacía más que sembrar futuro. Las ideas son semillas que germinan cuando les llegue la hora, ni un minuto antes ni después.


7/Enero/2010
Rupén

LA DONCELLA ENAMORADA

Con que Obama no esté enterado de la historia del siglo XX, no alteraría la suerte de nuestra armenidad, no modificaría nada, porque la diáspora no está en los cálculos de nadie, mucho menos habiendo evidencias alevosas de un romance de intereses, entre la Primera Potencia Mundial y su pretenciosa Doncella Enamorada.
Personalmente no me preocuparían las conductas de los Amos del Mundo, lo que me inquieta es el futuro de mis hermanos de la diáspora, quienes, pese a tantos años de exilio, les resulta impensado idear un regreso a casa. No nos vamos a engañar; Armenia, esa pequeña parcela de nuestra Madre Tierra, hoy supuestamente Libre e Independiente es tan sólo una Meca para los peregrinos del dólar. Madre Patria, como algunos apasionados la denominan, le cuelga como una camisa holgada. Ella misma ideó su propia jaqueca que no sabe cómo curar, como para que pretendamos de ella adoptar a todos los de raíces armenias, diseminados por el mundo. Una Meca, donde se recrea artificialmente el sentimiento armenio de quienes la visitan, siempre y cuando no opten vivir en ella, no le levanten la alfombra y no descubran sus trapos sucios. Armenia bien o mal tiene echada su suerte, no así la nuestra. Y es allí donde deberíamos hacer hincapié en un posible éxodo masivo en procura de nuestra identidad occidental.
Aunque no se crea, mucha sangre de nuestros ancestros corre por las venas de los turcos y kurdos. La llama de nuestra armenidad no fue extinguida, quedaron cenizas expancidas hasta nunca sobre los terruños de nuestros abuelos. Miles de hermanos aguardan a que hagamos la primera apuesta en el tablero de nuestro destino común, para estrecharse con nosotros en el abrazo del reencuentro.
No sé por qué intuyo que ha llegado el momento de persuadirnos de que lo imposible no existe; al estar unidos, el mismo camino vendría en nuestra búsqueda.
Nosotros somos universalistas, pero el problema irresuelto que nos aqueja hace más de cien años, nos obliga a actuar disfrazados de diferentes carátulas de conservadores.
Un millón y medio de nuestros hermanos fueron masacrados y sin embargo, podría asegurar que en mí, como en muchos de mis hermanos no hay odio hacia nuestros verdugos, y quien afirma lo contrario miente a sí mismo y engaña a los demás. Quienes maniobran en la cuerda floja son aquellos que siguen amarrados a los años veinte y a las supuestas glorias de los tiempos idos.


27/Diciembre/2009
Rupén

SOCIEDAD CAPITALISTA

En uno de mis primeros libros y de eso hace mucho, escribía: “Yo soy ante todos y todos… ante mí” sin saber a ciencia exacta la profundidad del contenido de esas palabras. Hoy no me extrañaría que en ellas estuviesen reflejados, implícitamente la vida y el deber de cada individuo. Lamentablemente, la Sociedad Capitalista posee un solo slogan que forma parte de su doctrina, remarca el egoísmo individual que logra tornarse vicio y, aquello de “Todos ante mí” queda rezagado hasta nuevo aviso. Las guerras, lo sabemos todos, son causante de retrocesos moral e intelectual de cualquier población. Aquello que se perdió, sea durante la adolescencia como durante las guerras, raras veces se recupera. Si yo hubiese tenido un futuro asegurado junto a mis seres queridos, es muy posible que mi vida hubiera tenido otros matices, me hubiera sobrado energía para dedicársela a mis hermanos, habría sido similar a lo que acontece entre las comunidades primitivas “Dónde come uno, comen todos”. Pero la humanidad ha superado con su evolución esas etapas de solidaridad innata. Hoy, para nosotros los progresistas bajo el régimen Capitalista, la limosna tiene precio, la dádiva es un impuesto, la sonrisa es un condicionamiento. Pienso que esa suerte de nuestra actual convivencia, fue ocultamente deseada por los pueblos sometidos. Ellos llegaron a creer que la conformidad no les allanaría el camino a la felicidad. Hoy insólitamente se goza del error de haber incurrido en el error. Todo tiene su motivo de ser, uno debe quemarse para conocer el efecto de una quemadura. Los bichos de luz se lanzan contra los faroles encendidos y recién reconocen su error de apreciación cuando ya es demasiado tarde. La conducta de la humanidad casi siempre equivocó el camino a su sociabilidad; encaro competencias en procura de alimentar su vanidad.
El Capitalismo debería tomarse como una ocasional enseñanza nefasta para no volver a sufrir sus consecuencias en los siglos venideros. Si yo viviera a cargo de los demás y los demás estuviesen a cargo mío, nadie moriría de hambre, la pobreza desaparecería de la faz de la tierra. Tampoco existirían tantas creencias, ni religiosos que cacarean a mandíbula batiente contra el hambre y la pobreza.
En este mundo nuevo, si es que regreso alguna vez, estarán “Todos ante mí” porque mi convivencia afectiva, al igual que la de todos, estarán resueltas. Jesús intentó señalar la posibilidad de un mundo de amor, un mundo en que cada uno formaría parte de su otro yo en el semejante.
Pretender disfrutar más de la cuenta, consumir y acaparar más de la cuenta, es lo que provoca el miedo al mañana. Ahorramos más de la cuenta inducidos por temer a los temores y, sin percatarse incursionamos a ciegas en esa vorágine de querer más y más.
Hallar el equilibrio de las pasiones y conformarse con lo necesario es la filosofía fundamental para una vida natural placentera y sana. No olvidemos que cuidando la vida ajena estamos protegiendo en ella la nuestra.

27/Diciembre/2009
Rupén

CARNE DE CAÑÓN

Cuando el temerario y valiente ejército de Israel atacó la indefensa Franja de Gaza en Palestina, habían asegurado a sus soldados que Jehová, (Dios de los ejércitos victoriosos de Israel), los ampararía y los protegería de todo mal, del mismo modo que lo ha hecho desde que David mató a Goliat y más allá, desde el inicio de la humanidad bíblica del Antiguo Testamento; iban convencidos que matar palestinos era una ofrenda de fidelidad a su Dios y una bendición económica para su patria que abarcaría desde el Nilo al Eufrates. En otras palabras: estaban mentalizados que con sólo trece de sus soldados muertos serían suficientes mártires, sacrificados por la paz de sus hermanos de Israel, trece… que equivaldrían (en valores humanos, cotizados según mentalidad sionista en la bolsa de Tel Aviv) por lo menos, en mil quinientos de los otros, puesto que los otros, no serían más que vulgares fundamentalistas islámicos, además de terroristas retrógradas e incultos que usurpan desde los inicios de los tiempos La Tierra Prometida al pueblo de Israel y acordada generosamente por los hermanos menores del Primer Mundo.
La valiente postura del Estado Judío era limpiar a fondo por aire, tierra y por mar el terreno ocupado, contando desde luego, con el apoyo moral y material bélico incondicional de sus guarda espaldas yanky’s y la simpatía anglosajona de su Majestad. ¡Qué casualidad…! Lo mismo sucedió con los armenios al ser usurpadas sus tierras por los turcos. Salvo que “Ala” de los otomanos, parecía no congeniar con las doctrinas filosóficas del Sagrado Corán de los árabes musulmanes. Cabe imaginar que “Ala” de los turcos sería quien dirigía las masacres, quien comandaba el ejército infrahumano. Era el “Alá” de fabricación casera, quien, luego de planear el exterminio de los armenios, ellos, sus fieles seguidores, no hacían más que obedecer y cumplir ordenes: violando y matando a cuantas mujeres y niños que se les cruzaran. Los hombres, desde luego, no figuraban en la cuenta, ya que habían sido llamados bajo armas y sistemáticamente liquidados. De esa forma, esos energúmenos, creyeron lavarse las manos y la conciencia ante la mirada mundial... Lo cual se nota claramente ya que la población turca no reconoce haber cometido tantos y tantas atrocidades. Prefieren ignorar que hayan asesinado a más de un millón y medio de seres humanos y haber tergiversado las leyes del Sagrado Corán por cuenta suya. Mandamientos como: Respetar a las mujeres y niños. No atentar contra establecimientos religiosos.
Un asesino que tiene suficiente noción de sus actos, generalmente presiente el modo en que está inducido a cometer crímenes, obedeciendo a un dictamen más poderoso que su propia voluntad. Ahora que lo pienso… ¿Tendrán que ver los Dioses en el odio de los hombres?
Si el hombre no recibe un incentivo psicológico de volverse bestia, de soltar su instinto salvaje; jamás incurriría en el error. Contaminar la mente de los jóvenes con que es un honor matar o morir por Jehová, por “Ala” o por el Dios de los cristianos y aún más: por la bandera, es por sí, perpetrar en la juventud un crimen moral, amén de efectuar disimuladamente un comercio ilícito con vidas humanas.
Los soldados de Israel realizaron muchos errores durante su campaña atentando contra la misma humanidad a la que ellos pertenecen, pero los auténticos criminales fueron y son aquellos que les metieron en el cerebro que Jehová los respaldaría, los ampararía, los llenaría de gloria y el cielo los aguardaría, llegado el momento, con los brazos abiertos.
Los soldados turcos no tenían opción ni escapatoria, o mataban a los armenios o eran considerados traidores. Tuvieron que rifar su escasa conciencia y revelarse sin tapujos ni máscaras. Fueron la mano que jaló el gatillo, el instrumento que previamente fue afinado y la ignorancia generacional les facilitó la faena. Ellos también actuaban confiados en que el cielo los iba a gratificar recibiéndolos, llegado el momento, en el Paraíso Celestial.
¿Por qué Israel niega haber cometido las barbaridades que saltan a la vista? ¿Por qué los turcos no reconocen el genocidio que les heredó sus abuelos? La explicación está en que no se sienten culpables, sino ocasionales héroes de las circunstancias. Sus abuelos fueron engañados y erraron, sea por contagio, fanatismo y por una probable multitudinaria alteración mental, agravada por su falta de madurez.
Los pueblos sabios no acometen contra nadie. Los salvajes de todos los tiempos son quienes invaden, someten, aniquilan poblaciones y se establecen en sus casas. No importa su aspecto, su modernismo, cómo visten, viven o cuánto dinero amasan. Un pueblo agresivo es un pueblo que mantiene vigente su salvajismo ancestral. La sensatez, el razonamiento y la lógica se oponen ante cualquier tipo de belicosidad. Matar a alguien no es sinónimo de valentía, ni de arrojo, no es un honor, puesto que degrada al hombre ante su esencia divina.
Si la juventud entendiera que las guerras no son más que negociados, disimuladas farsas internacionales y engaños a costillas de sus vidas, se les abriría la mente. Después de todo: Juventud, no es otro que un fraude de épocas.
Con todo lo que acabo de narrar, daría la impresión que defendiera al asesino, hiciera apología del crimen y lo liberara de culpa y cargo, y no es así: lo estoy culpando de idiota por dejarse influenciar maliciosamente con consignas publicitarias. Además, lo califico de irracional, de inmaduro, de inconsciente, de indigno, de impersonal y de estúpido por atribuirse derechos de quitarle la vida a alguien. Fuese soldado turco, israelí o norteamericano. Quizás no lo sepan entender, no son más que “carne de cañón”, unos tiernos cerdos destinados al matadero, esclavos sometidos a un trapo de colores y unos ilusionados con visualizar a un Noe, deslizándose por las laderas del Ararat, rodeado de animales de su propio zoológico.


17/Julio/2009
Rupén

PERAS AL OLMO

Un dicho criollo, reza: “No se le pide peras al olmo” Ese dicho podría contemplar el error de los armenios de la diáspora que desde añares apuntan con sus esperanzas hacia los Estados Unidos de Norteamérica.
Me gustaría refrescarles la memoria a mis queridos hermanos, remontar la historia junto a ellos y preguntarles quienes fueron amigos de los armenios a lo largo de sus cinco mil años de existencia. ¿Los persas, que no hicieron más que explotarlos? ¿Los mongoles, que no hicieron más que someter a su población y recrear en las laderas del Ararat sus caballos? ¿Los Bizantinos que de alguna manera se creían dueños de los armenios? ¿Los otomanos… y tantos otros de tan buena cuna…? Que yo sepa, pese a ciertos deslices cometidos, Rusia comunista fue la única nación que se jugó por Armenia. Son obvios los intereses que podía haber tenido. No obstante lo rescatable y perdurable son los resultados obtenidos. Lo que quedó en favor de Armenia durante seis décadas fue mayor a varios siglos de reinados y monotonías. Los países europeos fueron los primeros en traicionar a los armenios que todavía creían en Papá Noel. Hoy el Papá Noel del siglo XX1, El Mandamás, flamante Presidente de Norteamérica que había sembrado esperanzas de reconocer abiertamente lo ocurrido contra los armenios en manos de Turquía, a último momento desistió de pronunciarse, traicionando así a miles y miles de armenios norteamericanos. Los intereses son intereses, mientras haya un interés, el honor del mandatario no entra en juego. Turquía mandó refuerzos a Afganistán y eso a los Yankys les pintó el panorama de dulces orientales. Turquía posee bases militares norteamericanas en su suelo para ser usadas en una eventual guerra contra Rusia y esa generosidad y don de gente de los turcos es invalorable para los Marines del Far West y de Kansas City.
Seamos menos ingenuos; ¿Cómo quieren que Obama o lo que fuere, hable a favor de los armenios en presencia de un turco? Máxime, se dirigiría al pueblo desde las escalinatas de la Casa Blanca y sermonearía: “¡Chicos, pórtense bien!, armenios y turcos deben resolver sus conflictos en casa sin la intervención de los Reyes Magos, o de involucrar con imbecilidades caprichosas a la mayor potencia mundial”. Algo similar que fuera difundido por el Papa desde los ventanales del Vaticano…refiriéndose al genocidio de la población de Gaza.
A menos que surja un milagro inesperado y alguien le enrosque la tuerca en el cerebro del Mandamás de turno, nadie se jugaría por Armenia y mucho menos por los armenios de la diáspora. Se aguardaría otros noventa y cinco años más, cacareando a los sordos aquello del genocidio y se reuniría para rememorar el pasado almorzando un “madag” por las almas de los desaparecidos. Otros noventa y cinco años pidiéndole peras al olmo… sin planes, ni objetivos, peleándose entre hermanos porque se tiene razón, matándose entre sí porque los demás dicen tener razón y no la tienen.
Si hasta ahora se han enfrentado los acontecimientos sin tener éxito, debería probarse avanzar operando por los flancos. No podemos, ni debemos dejarnos arrastrar por la desesperación manteniéndonos hasta nunca un pie en la cuerda floja y el otro en el vacío. Cerremos ese capitulo e iniciemos otro completamente distinto hasta que se nos de, pero no bajar la guardia. Debemos correrle al tiempo antes que este nos pase por encima y nos termine de aplastar. Hoy, ahora o nunca… Tenemos que agrupar nuestros pensadores y ponernos a meditar; ir reconociendo nuestros errores pasados y presentes. Nos convendría una “Mea culpa” para que el cielo nos ilumine. Nuestro objetivo sería alcanzado, únicamente si todos juntos fuésemos hacia él. Llámese “Revolución” o como más prefiere. Estamos entre la vida y la desaparición; perdurar como armenios o morir en el anonimato sin haber cumplido con ningún sueño. Nuestra embarcación naufraga porque toda su tripulación posee rango de capitán y cree ser dueño de la razón y de la verdad. Porque cada uno tira para un costado, extravían el rumbo. Muchos son los que quedaron apegados a los años veinte. Son los mismos que permanecieron prendidos de las hazañas de Dicran, de los Tres Mares, de las Doble Coronas, de lo Cuentos de Hadas, de Aní con sus mil iglesias y sus cien mil habitantes y que los armenios fueron los Primeros Cristianos de la Tierra… etc y etc… Despertemos de una vez: somos hijos y nietos de los sobrevivientes de una masacre ocurrida contra la armenidad en Turquía. La amistad entre los pueblos no se da por amor al arte. Si no tenemos nada que ofrecer sería inútil seguir luchando construyendo sueños y castillos en el aire. Sepamos en qué bolsa el mundo nos cotiza y por cuánto… A partir de ahí ir armando el futuro de las generaciones venideras.


Rupén Berberian