martes, 19 de enero de 2010

CARNE DE CAÑÓN

Cuando el temerario y valiente ejército de Israel atacó la indefensa Franja de Gaza en Palestina, habían asegurado a sus soldados que Jehová, (Dios de los ejércitos victoriosos de Israel), los ampararía y los protegería de todo mal, del mismo modo que lo ha hecho desde que David mató a Goliat y más allá, desde el inicio de la humanidad bíblica del Antiguo Testamento; iban convencidos que matar palestinos era una ofrenda de fidelidad a su Dios y una bendición económica para su patria que abarcaría desde el Nilo al Eufrates. En otras palabras: estaban mentalizados que con sólo trece de sus soldados muertos serían suficientes mártires, sacrificados por la paz de sus hermanos de Israel, trece… que equivaldrían (en valores humanos, cotizados según mentalidad sionista en la bolsa de Tel Aviv) por lo menos, en mil quinientos de los otros, puesto que los otros, no serían más que vulgares fundamentalistas islámicos, además de terroristas retrógradas e incultos que usurpan desde los inicios de los tiempos La Tierra Prometida al pueblo de Israel y acordada generosamente por los hermanos menores del Primer Mundo.
La valiente postura del Estado Judío era limpiar a fondo por aire, tierra y por mar el terreno ocupado, contando desde luego, con el apoyo moral y material bélico incondicional de sus guarda espaldas yanky’s y la simpatía anglosajona de su Majestad. ¡Qué casualidad…! Lo mismo sucedió con los armenios al ser usurpadas sus tierras por los turcos. Salvo que “Ala” de los otomanos, parecía no congeniar con las doctrinas filosóficas del Sagrado Corán de los árabes musulmanes. Cabe imaginar que “Ala” de los turcos sería quien dirigía las masacres, quien comandaba el ejército infrahumano. Era el “Alá” de fabricación casera, quien, luego de planear el exterminio de los armenios, ellos, sus fieles seguidores, no hacían más que obedecer y cumplir ordenes: violando y matando a cuantas mujeres y niños que se les cruzaran. Los hombres, desde luego, no figuraban en la cuenta, ya que habían sido llamados bajo armas y sistemáticamente liquidados. De esa forma, esos energúmenos, creyeron lavarse las manos y la conciencia ante la mirada mundial... Lo cual se nota claramente ya que la población turca no reconoce haber cometido tantos y tantas atrocidades. Prefieren ignorar que hayan asesinado a más de un millón y medio de seres humanos y haber tergiversado las leyes del Sagrado Corán por cuenta suya. Mandamientos como: Respetar a las mujeres y niños. No atentar contra establecimientos religiosos.
Un asesino que tiene suficiente noción de sus actos, generalmente presiente el modo en que está inducido a cometer crímenes, obedeciendo a un dictamen más poderoso que su propia voluntad. Ahora que lo pienso… ¿Tendrán que ver los Dioses en el odio de los hombres?
Si el hombre no recibe un incentivo psicológico de volverse bestia, de soltar su instinto salvaje; jamás incurriría en el error. Contaminar la mente de los jóvenes con que es un honor matar o morir por Jehová, por “Ala” o por el Dios de los cristianos y aún más: por la bandera, es por sí, perpetrar en la juventud un crimen moral, amén de efectuar disimuladamente un comercio ilícito con vidas humanas.
Los soldados de Israel realizaron muchos errores durante su campaña atentando contra la misma humanidad a la que ellos pertenecen, pero los auténticos criminales fueron y son aquellos que les metieron en el cerebro que Jehová los respaldaría, los ampararía, los llenaría de gloria y el cielo los aguardaría, llegado el momento, con los brazos abiertos.
Los soldados turcos no tenían opción ni escapatoria, o mataban a los armenios o eran considerados traidores. Tuvieron que rifar su escasa conciencia y revelarse sin tapujos ni máscaras. Fueron la mano que jaló el gatillo, el instrumento que previamente fue afinado y la ignorancia generacional les facilitó la faena. Ellos también actuaban confiados en que el cielo los iba a gratificar recibiéndolos, llegado el momento, en el Paraíso Celestial.
¿Por qué Israel niega haber cometido las barbaridades que saltan a la vista? ¿Por qué los turcos no reconocen el genocidio que les heredó sus abuelos? La explicación está en que no se sienten culpables, sino ocasionales héroes de las circunstancias. Sus abuelos fueron engañados y erraron, sea por contagio, fanatismo y por una probable multitudinaria alteración mental, agravada por su falta de madurez.
Los pueblos sabios no acometen contra nadie. Los salvajes de todos los tiempos son quienes invaden, someten, aniquilan poblaciones y se establecen en sus casas. No importa su aspecto, su modernismo, cómo visten, viven o cuánto dinero amasan. Un pueblo agresivo es un pueblo que mantiene vigente su salvajismo ancestral. La sensatez, el razonamiento y la lógica se oponen ante cualquier tipo de belicosidad. Matar a alguien no es sinónimo de valentía, ni de arrojo, no es un honor, puesto que degrada al hombre ante su esencia divina.
Si la juventud entendiera que las guerras no son más que negociados, disimuladas farsas internacionales y engaños a costillas de sus vidas, se les abriría la mente. Después de todo: Juventud, no es otro que un fraude de épocas.
Con todo lo que acabo de narrar, daría la impresión que defendiera al asesino, hiciera apología del crimen y lo liberara de culpa y cargo, y no es así: lo estoy culpando de idiota por dejarse influenciar maliciosamente con consignas publicitarias. Además, lo califico de irracional, de inmaduro, de inconsciente, de indigno, de impersonal y de estúpido por atribuirse derechos de quitarle la vida a alguien. Fuese soldado turco, israelí o norteamericano. Quizás no lo sepan entender, no son más que “carne de cañón”, unos tiernos cerdos destinados al matadero, esclavos sometidos a un trapo de colores y unos ilusionados con visualizar a un Noe, deslizándose por las laderas del Ararat, rodeado de animales de su propio zoológico.


17/Julio/2009
Rupén

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