martes, 19 de enero de 2010

SOCIEDAD CAPITALISTA

En uno de mis primeros libros y de eso hace mucho, escribía: “Yo soy ante todos y todos… ante mí” sin saber a ciencia exacta la profundidad del contenido de esas palabras. Hoy no me extrañaría que en ellas estuviesen reflejados, implícitamente la vida y el deber de cada individuo. Lamentablemente, la Sociedad Capitalista posee un solo slogan que forma parte de su doctrina, remarca el egoísmo individual que logra tornarse vicio y, aquello de “Todos ante mí” queda rezagado hasta nuevo aviso. Las guerras, lo sabemos todos, son causante de retrocesos moral e intelectual de cualquier población. Aquello que se perdió, sea durante la adolescencia como durante las guerras, raras veces se recupera. Si yo hubiese tenido un futuro asegurado junto a mis seres queridos, es muy posible que mi vida hubiera tenido otros matices, me hubiera sobrado energía para dedicársela a mis hermanos, habría sido similar a lo que acontece entre las comunidades primitivas “Dónde come uno, comen todos”. Pero la humanidad ha superado con su evolución esas etapas de solidaridad innata. Hoy, para nosotros los progresistas bajo el régimen Capitalista, la limosna tiene precio, la dádiva es un impuesto, la sonrisa es un condicionamiento. Pienso que esa suerte de nuestra actual convivencia, fue ocultamente deseada por los pueblos sometidos. Ellos llegaron a creer que la conformidad no les allanaría el camino a la felicidad. Hoy insólitamente se goza del error de haber incurrido en el error. Todo tiene su motivo de ser, uno debe quemarse para conocer el efecto de una quemadura. Los bichos de luz se lanzan contra los faroles encendidos y recién reconocen su error de apreciación cuando ya es demasiado tarde. La conducta de la humanidad casi siempre equivocó el camino a su sociabilidad; encaro competencias en procura de alimentar su vanidad.
El Capitalismo debería tomarse como una ocasional enseñanza nefasta para no volver a sufrir sus consecuencias en los siglos venideros. Si yo viviera a cargo de los demás y los demás estuviesen a cargo mío, nadie moriría de hambre, la pobreza desaparecería de la faz de la tierra. Tampoco existirían tantas creencias, ni religiosos que cacarean a mandíbula batiente contra el hambre y la pobreza.
En este mundo nuevo, si es que regreso alguna vez, estarán “Todos ante mí” porque mi convivencia afectiva, al igual que la de todos, estarán resueltas. Jesús intentó señalar la posibilidad de un mundo de amor, un mundo en que cada uno formaría parte de su otro yo en el semejante.
Pretender disfrutar más de la cuenta, consumir y acaparar más de la cuenta, es lo que provoca el miedo al mañana. Ahorramos más de la cuenta inducidos por temer a los temores y, sin percatarse incursionamos a ciegas en esa vorágine de querer más y más.
Hallar el equilibrio de las pasiones y conformarse con lo necesario es la filosofía fundamental para una vida natural placentera y sana. No olvidemos que cuidando la vida ajena estamos protegiendo en ella la nuestra.

27/Diciembre/2009
Rupén

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