martes, 19 de enero de 2010

SOMOS TODOS CULPABLES DE NO SABERNOS CULPABLES

Liberarse de los asesinos menores de edad, daría poco que pensar. En un principio sería separarlos de la sociedad, pese a que el hecho afecte el buen honor de los credos y que las asociaciones puritanas eleven su voz al cielo. Encausarlos en la buena senda sería dificultoso, casi imposible, además de costoso una pérdida de tiempo. Separarlos, sería marginarlos en reservaciones como ocurre con los indios a manos de nuestros Honorables Gobernantes de turno. Ellos no manipulan armas de juguetes, no juegan al policía y al ladrón, las usan para conseguir prestigio y dinero fácil, ya que nadie les proporcionaría un trabajo estable, cosa de contenerlos y porque no están preparados culturalmente, mucho menos anímicamente a convivir en sociedad. Cuando matan a una mujer para robarle la cartera, el auto o el celular, con ello atentan inconscientemente a su propia madre. “Total; en las películas televisivas nos educan a matar, caso contrario la vida no tendría atractivo –pensarían”. Ellos actúan por diversión, para generarse autoestima, para experimentar sensaciones adversas a las buenas costumbres y por supuesto, para lucirse y adquirir fama entre sus amistades. Además, como nada les obliga cumplir con tareas comunitarias, no saben qué hacer de su vida.
Aunque no se me crea, proceden plenamente conscientes de sus actos; saben lo que hacen y por qué lo hacen. Desafiar las leyes de la convivencia les fascina, les hace sentir superhombres.
Ahora, una de las posibilidades de evitar ese flagelo sería armar la ciudadanía a fin de que tenga con qué defenderse ya que la policía y los jueces resultan inoperantes. Paralelamente, que el público controle el proceder de los supuestos defensores del orden. O sea: Ser policía de los mismos policías. Todos aquellos que infligen las reglas, denunciarlos abiertamente, detenerlos, atarlos sobre una plataforma en una plaza pública con un cartel que cuelgue de su cuello señalándolos como traidores a la sociedad habiendo cometido tal o cual falta y que todo el mundo recuerde su cara al descubierto, previo encerrarlos a pan y agua por tiempo indeterminado.
Que yo sepa, el deber de los defensores de los derechos humanos es amparar la ciudadanía de cualquier tipo de agresión; no se les paga para proteger a los reos y a los niños asesinos. Porque un menor que jala el gatillo y mata, es un asesino. Se me hace que asimismo deberían condenar a sus padres por no haber sabido educarlo y por supuesto, a quienes les proporcionara el arma.
Si las drogas, según dicen, son las causantes de los desequilibrios de la moralidad, cosa que dudo, habría que ir a las fuentes y desenmascararlas, porque los narcotraficantes al igual que los tratantes de blancas se empeñan en vender su mercancía. Son comerciantes, con la única diferencia que van de la mano con los pesos pesados y en contramano a la sociedad.
A fin de justificar su sueldo, ciertos uniformados desmantelan una de tantas partidas de estupefacientes que por norma, interesadamente dejan escapar. Denuncian haber secuestrado ochocientos cincuenta kilos de extrema pureza por un valor estimativo en euros… según la cotización en las bolsas europeas de los mercados de pulgas. Y de inmediato la prensa se hace eco y caratula la hazaña como un acto de valor y de extremo heroísmo profesional. Nadie menciona los ciento cincuenta kilos faltantes que engrosaron a ocultas las arcas de los guarda espaldas de los pesos pesados. Y la vida sigue su curso como si nada… todo en cadena oficial hasta el próximo aviso.
El culpable para la mayoría más uno, resulta ser el chivo expiatorio, el adolescente criminal que gatillo el arma y se fugó. Mientras que los verdaderos asesinos con corbata, los pesos pesados, se lavan las manos como Pilatos ocultos detrás de los muros de sus suntuosas mansiones, protegidos por toda clase de perros.
La falta de dignidad y la ambición desmedida son las que en realidad engendran la inconsciencia, la mafia organizada y la insensibilidad cuyas metas es el “Bolsillismo Capitalista”.
En todo eso, la sociedad es la única que resulta perjudicada, siendo también la única responsable de culpa y cargo de que pululen los criminales y los ladrones a sus anchas en su ceno. Sobre la marcha, la desconfianza realiza su trabajo de hormiga formando enemigos donde jamás los hubo.
Para resolver ese rompecabezas habría que comenzar medicando la moral de la población, hacerle entender que la sociedad no es una jungla de depravados y forajidos, sino de un inquilinato de aspirantes a convivir en paz, cordura y armonía. Que el deber principal del ser humano es no dañar a nadie y tratar de buscar en el semejante el reflejo de la propia imagen: el eslabón perdido.
La base de cualquier evolución social es procurarle al pueblo un trabajo digno, ampararlo solidariamente y ofrecerle una buena educación. La sensibilidad y la hermandad vendría a colación, pero esa es tarea de los mandamases elegidos por el pueblo: “¡Que Dios y la Patria os juzgue y os demande…!”. Señores…, que por arte de magia engordan su ganado, amasando fortunas a costillas del pueblo, a espaldas de él.
Salgamos de una base: si yo perteneciera a los demás (simbólicamente hablando), los demás me pertenecerían, entonces yo cuidaría de ellos, porque a su vez ellos cuidarían de mí. El día que esa fórmula sea factible, el dinero dejaría de ser la razón de la celebridad. Ese día no habrá más mendigos, asesinos ni ladrones, no habrá niños que mueran de hambre ni dirigentes corruptos.
Si la humanidad pensara en plural, marginando su auto individualismo, tú y yo volveríamos a ser hermanos.


14/Diciembre/2009
Rupén

NUESTRA QUERIDA DIÁSPORA

¿Usted, pensó alguna vez qué destino nos depararía en un futuro cercano la tan querida diáspora armenia? ¿Dónde irán a parar los colegios, en cuántas monedas de plata se rematarían las instituciones?
Nuestra comunidad adormece cómodamente sobre los laureles obtenidos; merecidamente, claro. Creen que con haber aportado su ración de esfuerzo han cumplido con su deber patriotico y, por haber asistido regularmente a los “madagh” se han agraciado con las almas de nuestros difuntos. Que con enviar sus hijos a los colegios de enseñanza armenia es mantener en pie la armenidad en el extranjerismo por los siglos de los siglos, amén. Digo yo… ¿de qué armenidad se habla; de la que está dentro de nuestra pasional fantasía; la de nuestra descarnada ficción?
Trate de meditar mis palabras en su buen sentido: Nuestra verdad como pueblo o comunidad se sostiene sobre tierra movediza; no estamos haciendo más que prolongar nuestra amena agonía, nuestra segura desaparición definitiva. Pudimos haber soñado en un momento dado con que Armenia sería nuestra salvación, pero…cuando los papeles arden, Armenia: nuestra Amada Tierra Ancestral, Madre Patria para algunos; libre e Independiente para otros, olvida que existimos. La misma ha descartado nuestro idioma occidental de su Constitución. Lo menos que hubiésemos pretendido de ella, que acordara con las demás naciones del mundo que le permitan otorgarles a los desterrados armenios, sobrevivientes del genocidio y a sus descendientes un documento identificatorio como armenios, paralelamente a las adquiridas en los países hermanos.
Alguien y de eso hace mucho me había encarado, diciendo: ¿“Con qué derecho te atreves hablar en boca de los armenios?” Hoy, usando la misma frase en un sentido figurado, diría: “¿Con qué derecho, Usted y yo nos consideramos armenios?”.
Se me hace que llegó el momento de ir planeando nuestro regreso a casa, aunque tuviésemos que avivar día tras día la chispa de nuestra armenidad otros cien años en el abrazo fraterno de otros pueblos.
Deberíamos reclamar nuestros derechos de ciudadanos del ex Imperio Otomano, donde miles y miles de nuestros hermanos aguardan reencontrar en nosotros: su eslabón perdido.
Tarde o temprano tendremos que afrontarnos con la verdad implacable. “El día que nuestra diáspora se dé cuenta de su extranjerismo, recién pensará idear un éxodo masivo a los terruños de nuestro ancestros” De ¿cómo lograrlo? Ya no dependería de mí, sino de una voluntad unificada que debería mentalizarse por las generaciones venideras, puesto que toda aparente negatividad contiene una brecha abierta por descubrir. Para extraer oro hay que penetrar la montaña. Salgamos de una base: ninguna conquista es fácil. Nuestra armenidad en el extranjerismo está en peligro y hay que salvarla a cualquier costo; con sagacidad, inteligencia y dinero.
A aquel anciano que plantaba datileras en el desierto le preguntaron por qué lo hacía y él contestó que se había nutrido de los esfuerzos de aquellos que lo antecedieron y que él no hacía más que sembrar futuro. Las ideas son semillas que germinan cuando les llegue la hora, ni un minuto antes ni después.


7/Enero/2010
Rupén

LA DONCELLA ENAMORADA

Con que Obama no esté enterado de la historia del siglo XX, no alteraría la suerte de nuestra armenidad, no modificaría nada, porque la diáspora no está en los cálculos de nadie, mucho menos habiendo evidencias alevosas de un romance de intereses, entre la Primera Potencia Mundial y su pretenciosa Doncella Enamorada.
Personalmente no me preocuparían las conductas de los Amos del Mundo, lo que me inquieta es el futuro de mis hermanos de la diáspora, quienes, pese a tantos años de exilio, les resulta impensado idear un regreso a casa. No nos vamos a engañar; Armenia, esa pequeña parcela de nuestra Madre Tierra, hoy supuestamente Libre e Independiente es tan sólo una Meca para los peregrinos del dólar. Madre Patria, como algunos apasionados la denominan, le cuelga como una camisa holgada. Ella misma ideó su propia jaqueca que no sabe cómo curar, como para que pretendamos de ella adoptar a todos los de raíces armenias, diseminados por el mundo. Una Meca, donde se recrea artificialmente el sentimiento armenio de quienes la visitan, siempre y cuando no opten vivir en ella, no le levanten la alfombra y no descubran sus trapos sucios. Armenia bien o mal tiene echada su suerte, no así la nuestra. Y es allí donde deberíamos hacer hincapié en un posible éxodo masivo en procura de nuestra identidad occidental.
Aunque no se crea, mucha sangre de nuestros ancestros corre por las venas de los turcos y kurdos. La llama de nuestra armenidad no fue extinguida, quedaron cenizas expancidas hasta nunca sobre los terruños de nuestros abuelos. Miles de hermanos aguardan a que hagamos la primera apuesta en el tablero de nuestro destino común, para estrecharse con nosotros en el abrazo del reencuentro.
No sé por qué intuyo que ha llegado el momento de persuadirnos de que lo imposible no existe; al estar unidos, el mismo camino vendría en nuestra búsqueda.
Nosotros somos universalistas, pero el problema irresuelto que nos aqueja hace más de cien años, nos obliga a actuar disfrazados de diferentes carátulas de conservadores.
Un millón y medio de nuestros hermanos fueron masacrados y sin embargo, podría asegurar que en mí, como en muchos de mis hermanos no hay odio hacia nuestros verdugos, y quien afirma lo contrario miente a sí mismo y engaña a los demás. Quienes maniobran en la cuerda floja son aquellos que siguen amarrados a los años veinte y a las supuestas glorias de los tiempos idos.


27/Diciembre/2009
Rupén

SOCIEDAD CAPITALISTA

En uno de mis primeros libros y de eso hace mucho, escribía: “Yo soy ante todos y todos… ante mí” sin saber a ciencia exacta la profundidad del contenido de esas palabras. Hoy no me extrañaría que en ellas estuviesen reflejados, implícitamente la vida y el deber de cada individuo. Lamentablemente, la Sociedad Capitalista posee un solo slogan que forma parte de su doctrina, remarca el egoísmo individual que logra tornarse vicio y, aquello de “Todos ante mí” queda rezagado hasta nuevo aviso. Las guerras, lo sabemos todos, son causante de retrocesos moral e intelectual de cualquier población. Aquello que se perdió, sea durante la adolescencia como durante las guerras, raras veces se recupera. Si yo hubiese tenido un futuro asegurado junto a mis seres queridos, es muy posible que mi vida hubiera tenido otros matices, me hubiera sobrado energía para dedicársela a mis hermanos, habría sido similar a lo que acontece entre las comunidades primitivas “Dónde come uno, comen todos”. Pero la humanidad ha superado con su evolución esas etapas de solidaridad innata. Hoy, para nosotros los progresistas bajo el régimen Capitalista, la limosna tiene precio, la dádiva es un impuesto, la sonrisa es un condicionamiento. Pienso que esa suerte de nuestra actual convivencia, fue ocultamente deseada por los pueblos sometidos. Ellos llegaron a creer que la conformidad no les allanaría el camino a la felicidad. Hoy insólitamente se goza del error de haber incurrido en el error. Todo tiene su motivo de ser, uno debe quemarse para conocer el efecto de una quemadura. Los bichos de luz se lanzan contra los faroles encendidos y recién reconocen su error de apreciación cuando ya es demasiado tarde. La conducta de la humanidad casi siempre equivocó el camino a su sociabilidad; encaro competencias en procura de alimentar su vanidad.
El Capitalismo debería tomarse como una ocasional enseñanza nefasta para no volver a sufrir sus consecuencias en los siglos venideros. Si yo viviera a cargo de los demás y los demás estuviesen a cargo mío, nadie moriría de hambre, la pobreza desaparecería de la faz de la tierra. Tampoco existirían tantas creencias, ni religiosos que cacarean a mandíbula batiente contra el hambre y la pobreza.
En este mundo nuevo, si es que regreso alguna vez, estarán “Todos ante mí” porque mi convivencia afectiva, al igual que la de todos, estarán resueltas. Jesús intentó señalar la posibilidad de un mundo de amor, un mundo en que cada uno formaría parte de su otro yo en el semejante.
Pretender disfrutar más de la cuenta, consumir y acaparar más de la cuenta, es lo que provoca el miedo al mañana. Ahorramos más de la cuenta inducidos por temer a los temores y, sin percatarse incursionamos a ciegas en esa vorágine de querer más y más.
Hallar el equilibrio de las pasiones y conformarse con lo necesario es la filosofía fundamental para una vida natural placentera y sana. No olvidemos que cuidando la vida ajena estamos protegiendo en ella la nuestra.

27/Diciembre/2009
Rupén

CARNE DE CAÑÓN

Cuando el temerario y valiente ejército de Israel atacó la indefensa Franja de Gaza en Palestina, habían asegurado a sus soldados que Jehová, (Dios de los ejércitos victoriosos de Israel), los ampararía y los protegería de todo mal, del mismo modo que lo ha hecho desde que David mató a Goliat y más allá, desde el inicio de la humanidad bíblica del Antiguo Testamento; iban convencidos que matar palestinos era una ofrenda de fidelidad a su Dios y una bendición económica para su patria que abarcaría desde el Nilo al Eufrates. En otras palabras: estaban mentalizados que con sólo trece de sus soldados muertos serían suficientes mártires, sacrificados por la paz de sus hermanos de Israel, trece… que equivaldrían (en valores humanos, cotizados según mentalidad sionista en la bolsa de Tel Aviv) por lo menos, en mil quinientos de los otros, puesto que los otros, no serían más que vulgares fundamentalistas islámicos, además de terroristas retrógradas e incultos que usurpan desde los inicios de los tiempos La Tierra Prometida al pueblo de Israel y acordada generosamente por los hermanos menores del Primer Mundo.
La valiente postura del Estado Judío era limpiar a fondo por aire, tierra y por mar el terreno ocupado, contando desde luego, con el apoyo moral y material bélico incondicional de sus guarda espaldas yanky’s y la simpatía anglosajona de su Majestad. ¡Qué casualidad…! Lo mismo sucedió con los armenios al ser usurpadas sus tierras por los turcos. Salvo que “Ala” de los otomanos, parecía no congeniar con las doctrinas filosóficas del Sagrado Corán de los árabes musulmanes. Cabe imaginar que “Ala” de los turcos sería quien dirigía las masacres, quien comandaba el ejército infrahumano. Era el “Alá” de fabricación casera, quien, luego de planear el exterminio de los armenios, ellos, sus fieles seguidores, no hacían más que obedecer y cumplir ordenes: violando y matando a cuantas mujeres y niños que se les cruzaran. Los hombres, desde luego, no figuraban en la cuenta, ya que habían sido llamados bajo armas y sistemáticamente liquidados. De esa forma, esos energúmenos, creyeron lavarse las manos y la conciencia ante la mirada mundial... Lo cual se nota claramente ya que la población turca no reconoce haber cometido tantos y tantas atrocidades. Prefieren ignorar que hayan asesinado a más de un millón y medio de seres humanos y haber tergiversado las leyes del Sagrado Corán por cuenta suya. Mandamientos como: Respetar a las mujeres y niños. No atentar contra establecimientos religiosos.
Un asesino que tiene suficiente noción de sus actos, generalmente presiente el modo en que está inducido a cometer crímenes, obedeciendo a un dictamen más poderoso que su propia voluntad. Ahora que lo pienso… ¿Tendrán que ver los Dioses en el odio de los hombres?
Si el hombre no recibe un incentivo psicológico de volverse bestia, de soltar su instinto salvaje; jamás incurriría en el error. Contaminar la mente de los jóvenes con que es un honor matar o morir por Jehová, por “Ala” o por el Dios de los cristianos y aún más: por la bandera, es por sí, perpetrar en la juventud un crimen moral, amén de efectuar disimuladamente un comercio ilícito con vidas humanas.
Los soldados de Israel realizaron muchos errores durante su campaña atentando contra la misma humanidad a la que ellos pertenecen, pero los auténticos criminales fueron y son aquellos que les metieron en el cerebro que Jehová los respaldaría, los ampararía, los llenaría de gloria y el cielo los aguardaría, llegado el momento, con los brazos abiertos.
Los soldados turcos no tenían opción ni escapatoria, o mataban a los armenios o eran considerados traidores. Tuvieron que rifar su escasa conciencia y revelarse sin tapujos ni máscaras. Fueron la mano que jaló el gatillo, el instrumento que previamente fue afinado y la ignorancia generacional les facilitó la faena. Ellos también actuaban confiados en que el cielo los iba a gratificar recibiéndolos, llegado el momento, en el Paraíso Celestial.
¿Por qué Israel niega haber cometido las barbaridades que saltan a la vista? ¿Por qué los turcos no reconocen el genocidio que les heredó sus abuelos? La explicación está en que no se sienten culpables, sino ocasionales héroes de las circunstancias. Sus abuelos fueron engañados y erraron, sea por contagio, fanatismo y por una probable multitudinaria alteración mental, agravada por su falta de madurez.
Los pueblos sabios no acometen contra nadie. Los salvajes de todos los tiempos son quienes invaden, someten, aniquilan poblaciones y se establecen en sus casas. No importa su aspecto, su modernismo, cómo visten, viven o cuánto dinero amasan. Un pueblo agresivo es un pueblo que mantiene vigente su salvajismo ancestral. La sensatez, el razonamiento y la lógica se oponen ante cualquier tipo de belicosidad. Matar a alguien no es sinónimo de valentía, ni de arrojo, no es un honor, puesto que degrada al hombre ante su esencia divina.
Si la juventud entendiera que las guerras no son más que negociados, disimuladas farsas internacionales y engaños a costillas de sus vidas, se les abriría la mente. Después de todo: Juventud, no es otro que un fraude de épocas.
Con todo lo que acabo de narrar, daría la impresión que defendiera al asesino, hiciera apología del crimen y lo liberara de culpa y cargo, y no es así: lo estoy culpando de idiota por dejarse influenciar maliciosamente con consignas publicitarias. Además, lo califico de irracional, de inmaduro, de inconsciente, de indigno, de impersonal y de estúpido por atribuirse derechos de quitarle la vida a alguien. Fuese soldado turco, israelí o norteamericano. Quizás no lo sepan entender, no son más que “carne de cañón”, unos tiernos cerdos destinados al matadero, esclavos sometidos a un trapo de colores y unos ilusionados con visualizar a un Noe, deslizándose por las laderas del Ararat, rodeado de animales de su propio zoológico.


17/Julio/2009
Rupén

PERAS AL OLMO

Un dicho criollo, reza: “No se le pide peras al olmo” Ese dicho podría contemplar el error de los armenios de la diáspora que desde añares apuntan con sus esperanzas hacia los Estados Unidos de Norteamérica.
Me gustaría refrescarles la memoria a mis queridos hermanos, remontar la historia junto a ellos y preguntarles quienes fueron amigos de los armenios a lo largo de sus cinco mil años de existencia. ¿Los persas, que no hicieron más que explotarlos? ¿Los mongoles, que no hicieron más que someter a su población y recrear en las laderas del Ararat sus caballos? ¿Los Bizantinos que de alguna manera se creían dueños de los armenios? ¿Los otomanos… y tantos otros de tan buena cuna…? Que yo sepa, pese a ciertos deslices cometidos, Rusia comunista fue la única nación que se jugó por Armenia. Son obvios los intereses que podía haber tenido. No obstante lo rescatable y perdurable son los resultados obtenidos. Lo que quedó en favor de Armenia durante seis décadas fue mayor a varios siglos de reinados y monotonías. Los países europeos fueron los primeros en traicionar a los armenios que todavía creían en Papá Noel. Hoy el Papá Noel del siglo XX1, El Mandamás, flamante Presidente de Norteamérica que había sembrado esperanzas de reconocer abiertamente lo ocurrido contra los armenios en manos de Turquía, a último momento desistió de pronunciarse, traicionando así a miles y miles de armenios norteamericanos. Los intereses son intereses, mientras haya un interés, el honor del mandatario no entra en juego. Turquía mandó refuerzos a Afganistán y eso a los Yankys les pintó el panorama de dulces orientales. Turquía posee bases militares norteamericanas en su suelo para ser usadas en una eventual guerra contra Rusia y esa generosidad y don de gente de los turcos es invalorable para los Marines del Far West y de Kansas City.
Seamos menos ingenuos; ¿Cómo quieren que Obama o lo que fuere, hable a favor de los armenios en presencia de un turco? Máxime, se dirigiría al pueblo desde las escalinatas de la Casa Blanca y sermonearía: “¡Chicos, pórtense bien!, armenios y turcos deben resolver sus conflictos en casa sin la intervención de los Reyes Magos, o de involucrar con imbecilidades caprichosas a la mayor potencia mundial”. Algo similar que fuera difundido por el Papa desde los ventanales del Vaticano…refiriéndose al genocidio de la población de Gaza.
A menos que surja un milagro inesperado y alguien le enrosque la tuerca en el cerebro del Mandamás de turno, nadie se jugaría por Armenia y mucho menos por los armenios de la diáspora. Se aguardaría otros noventa y cinco años más, cacareando a los sordos aquello del genocidio y se reuniría para rememorar el pasado almorzando un “madag” por las almas de los desaparecidos. Otros noventa y cinco años pidiéndole peras al olmo… sin planes, ni objetivos, peleándose entre hermanos porque se tiene razón, matándose entre sí porque los demás dicen tener razón y no la tienen.
Si hasta ahora se han enfrentado los acontecimientos sin tener éxito, debería probarse avanzar operando por los flancos. No podemos, ni debemos dejarnos arrastrar por la desesperación manteniéndonos hasta nunca un pie en la cuerda floja y el otro en el vacío. Cerremos ese capitulo e iniciemos otro completamente distinto hasta que se nos de, pero no bajar la guardia. Debemos correrle al tiempo antes que este nos pase por encima y nos termine de aplastar. Hoy, ahora o nunca… Tenemos que agrupar nuestros pensadores y ponernos a meditar; ir reconociendo nuestros errores pasados y presentes. Nos convendría una “Mea culpa” para que el cielo nos ilumine. Nuestro objetivo sería alcanzado, únicamente si todos juntos fuésemos hacia él. Llámese “Revolución” o como más prefiere. Estamos entre la vida y la desaparición; perdurar como armenios o morir en el anonimato sin haber cumplido con ningún sueño. Nuestra embarcación naufraga porque toda su tripulación posee rango de capitán y cree ser dueño de la razón y de la verdad. Porque cada uno tira para un costado, extravían el rumbo. Muchos son los que quedaron apegados a los años veinte. Son los mismos que permanecieron prendidos de las hazañas de Dicran, de los Tres Mares, de las Doble Coronas, de lo Cuentos de Hadas, de Aní con sus mil iglesias y sus cien mil habitantes y que los armenios fueron los Primeros Cristianos de la Tierra… etc y etc… Despertemos de una vez: somos hijos y nietos de los sobrevivientes de una masacre ocurrida contra la armenidad en Turquía. La amistad entre los pueblos no se da por amor al arte. Si no tenemos nada que ofrecer sería inútil seguir luchando construyendo sueños y castillos en el aire. Sepamos en qué bolsa el mundo nos cotiza y por cuánto… A partir de ahí ir armando el futuro de las generaciones venideras.


Rupén Berberian

VOCACIÓN

Las epopeyas legendarias armenias del pasado, si es que realmente existieron, quedaron atrás. Hoy la situación de nuestra armenidad es muy otra. De fracasos en fracasos se llegó hasta el límite de convertirse en sobrevivientes de una de las mayores masacres de etnias del siglo XX.
Me he preguntado más de una vez si es acaso un orgullo autocalificarse de armenio, habiendo adoptado otras nacionalidades, de creerse armenio sin un solo papel que lo identifique a uno. ¿Es acaso una nacionalidad fantasma la mía? Me resulta un rompecabezas que no cierra… Para el país en que nací soy francés. En mi interior también, no obstante, de pronto rebalsa lo armenio en mí reclamando no sé qué cosa. Me embargan sentimientos como que perteneciera a ambos sectores del mundo al mismo tiempo y me confundo. Salgo de mi encierro en busca de respaldos que mantengan mi espalda erguida, que pudiesen otorgarme alguna sensación de seguridad.
Una vez y de eso hace mucho, me ocurrió pensar que uno, siendo dueño absoluto de su propia voluntad, es lo que en realidad desea ser. Y yo en ese momento tan crucial de mis grandes dilemas no sé sostener la cruz que me legaron mis padres y abuelos sobre mis hombros. Desde que tengo memoria trato desesperadamente de explicarme por qué mi padre sermoneándome, me había dicho que Armenia no existía más, que debía desarrollarme como francés, mientras que el pobre hombre mantenía en reserva su armenidad en algún rincón de sus sentimientos más rezagados que si fuera la joya más preciada del mundo. Se sentía fracasado por no haber podido aportar su grano de arena en defensa de sus raíces. Parecía herirle la simple mención de la palabra “armenio”. Yo lo percibía calladamente, pese a mi poca noción de esa vibración tan extraña, de esa efervescencia que todavía no se había revelado en mí. Me limitaba a contemplarlo en silencio. Prefería no indagar cuando se le nublaban los recuerdos cada vez que en familia alguien alzaba la voz refiriéndose a Diarbekir, su ciudad natal. Se le congestionaban los ojos y se le entrecortaba la voz. No obstante su abnegación hacia su armenidad, tenía referencias de que en su familia paterna, su abuelo era de origen caldeo y tal vez su madre llevaría sangre siríaca o quizá mongol. Él mismo llevaba un rasgo tirando a chinoide. En realidad las fisionomías no son primordiales ya que los seres humanos no son caballos de carrera que se les valora por su origen y modo de galopar. Gracias que la sangre humana, se habría entremezclado tanto a través del tiempo que su ADN contenía lo bueno y lo malo de todos los mejunjes de razas del Medio Oriente habidos y por haber, y él lo sabía. En otras palabras, salvo raras excepciones, el hombre de hoy no pertenecería a ninguna etnia particular, procedencia u origen. Los armenios como tú y yo… tampoco. Se me hace que lo único que todavía conservamos de nuestra ascendencia milenaria que aún nos caracteriza, más allá del carácter y por ahí el semblante, es la soberbia, la falta de humildad, el de creerse dueño de la sabiduría, de la razón, amén de la verdad absoluta indiscutible.
Aquella observación que me hiciera mi padre, admito que me contuvo durante varios años hasta que llegué a sentir que algo me faltaba para terminar de encajar en mi propia identidad, que deseaba expresar otras clases de sentimientos que me envolvían el corazón. Era lo inesperado: estaba palpitando mis raíces y sin embargo, durante mucho tiempo temí difundirlo a fin de evitar que se me rieran en la cara.
Un día, una mujer que ocasionalmente se enteraba de mi apellido preguntó si era armenio y si hablaba el “haierén”. Le contesté afirmativamente con la cabeza, luego la sorprendí con un “No” categórico. La mujer me miró fijo reprochándome, con que era una vergüenza de mi parte no saber nuestro idioma madre. A esa mujer no la vi nunca más, pero la herida que me dejó, todavía duele. ¿Por qué debía hablar armenio si podía expresar mi armenio en otros idiomas…? Podía haber ocultado mi apellido, trasformarlo en cualquier mercancía comercial y manejarme bajo un apodo como tantos otros, pero no lo hice. Quise comprobarme que aún desconociendo mi idioma materno no dejaba de manifestar mi condición de armenio bajo una envoltura francesa. Pero allí no culminaba mi recorrido, más bien acababa de comenzar cuando ya, mayor de edad, me enteraba accidentalmente de la existencia de Armenia, Libre e Independiente, Claro; no era la misma de mis padres, pero se llamaba igual. Con el tiempo fui enterándome de que no era tampoco la de mis ancestros y que su habla no se asemejaba al que oí decir a mi madre, que a duras penas recuerdo. ¡Entonces Armenia no ha muerto, se ha trasformado en otra! -mascullé. Pero aquí empezó otro dilema… ¿A cuál de ellas pertenecería – me dije-, a la presente o a la desaparecida? Ahora entiendo por qué mi padre llegó a decirme que yo era francés, que Armenia había dejado de existir. Como que él adivinara que yo no me abrazaría de ningún mástil porque ninguna de las dos Armenias me tendría en cuenta y que esa enfermedad pasional lamentablemente no tendría cura.
Transcurrieron los días, se desprendieron las hojas del almanaque y los años treparon sin piedad dejando huellas en mi esqueleto. Mi padre no pudo aportar su grano de arena para remediar esa supuesta e implícita culpabilidad que sin querer nos tocaba de cerca. Ese es el castigo que estoy padeciendo en mi propia carne. Uno es lo que quiere ser, pero aun así, debería haber para mí un amparo, aunque fuese psicológico en alguna parte de mi universo sin fronteras, tener un objetivo para seguir almacenando estrellas fugaces.


18/Diciembre/2009
Rupén Berberian

MÁS ALLÁ DE LOS PROTOCOLOS

Se votaba para ocupar el sillón Presidencial y dos hermanos con definidas tendencias políticas opuestas se alistaban a participar en las elecciones y yo, con mi ingenuidad habitual, pregunté al que me inspiraba más confianza sobre el motivo de esa división tan incomprensible para mí, siendo hermanos. Y él me respondió sonriendo casi burlonamente, que entre su hermano y él no existían diferencias; que se trataba de una simple actuación, una parodia de un procedimiento diplomático, que en realidad apuntaban de diferentes maneras contra un mismo objetivo, puesto que cualquiera ganara, consagraría a ambos en el gobierno.
Hoy en Turquía se han presentado dos tendencias políticas opuestas bastante claras, una a favor de la relación con Armenia evidenciando el anhelo de Turquía de incorporarse a la Unión Europea y otra, en clara oposición a cualquier tratado con el vecino país, mientras no esté debidamente acordada la entrega en forma incondicional del enclave de Kazrabaj a Azerbaydjan.
Se me hace que Armenia se encuentra, gracias a los protocolos, en el asiento de los acusados, lugar que debían ocupar los dirigentes de Turquía. Parecería también, que se ha propuesto aceptar cualquier condicionamiento impuesto. Querrá hacer buena letra, supongo, esperanzada en procurar ayuda económica desde Europa; algo así, como darle la espalda a Rusia y lisonjear en inglés, mirando lánguidamente hacia Occidente.
Compararía la actitud de Turquía como la de Armenia con dos niñas que lloran desconsoladamente delante de un kiosco de golosinas, interesadas por impresionar al dueño de los caramelos.
Personalmente desearía fervientemente que a esta altura de los acontecimientos y las dolorosas experiencias adquiridas en esos últimos cien años, que las intencionalidades manifiestas por los jerarcas turcos, no hicieran trastabillar los diplomáticos armenios, porque con sólo remontar el pasado y recordar las bondades humanitarias de quienes condujeron el Imperio Otomano y el don de gente del Sultán Abd el Hamid, el sanguinario, de los genocidas Taleat, Enver y asociados, sería más que suficiente. El león que muestra sus colmillos no sonríe… Se me da por sospechar que entre los protocolos debe haber un gato encerrado... Turquía, jamás ofreció la mano por amor al arte…
Pienso que Armenia debería, debería… repito, reclamarle a Turquía el regreso voluntario y optativo, sin cuestionamiento de los desterrados, tanto del antiguo Reino de Guiliquia (Cilicia) como del territorio milenario armenio, contando con la debida devolución de sus derechos de ciudadanos del ex Imperio Otomano. Que los armenios de la diáspora pudiesen maniobrar libremente y adquirir bienes sobre los terruños de sus ancestros, que el gobierno de Ankara reconstruya dentro de sus dominios las iglesias armenias derruidas, sin olvidarse de colocarles la cruz en sus cúpulas y que ambos pueblos convivan en paz, sujetos a los tribunales de la Naciones Unidas.
Si esta condición no acompañara los protocolos, sería fácil interpretar que Armenia Libre e Independiente se ha olvidado deliberadamente de nosotros. Entonces, lamentaría que una vez más, cayera en la trampa de bobos.
Para la diáspora, significaría noventa y cinco años de esperanzas frustradas, noventa y cinco años nadando contra la corriente, noventa y cinco años… en la Nada.
Después de todo; es más honroso sentirse armenio en Turquía que desconocido, para Armenia.

DOCTRINAS

Esta vez quien asesinó a Hrant Dink no fue el Estado Turco, sino la mentalidad extremista de un sector fanatizado de su población. Fue debido a su urticante intolerancia religiosa y su complejo de inferioridad encuadrado en un mejunje de ideas tradicionalmente retrógradas y “fundamentalistas”.
En los albores del cristianismo los “fundamentalistas” paganos perseguían a los cristianos y los mataban. Más adelante y por turno, los “fundamentalistas” cristianos persiguieron a los paganos y a los “fundamentalistas” islámicos tildándolos de infieles. Los “fundamentalistas” Nazis, que asimismo eran racistas cristianos, se ensañaron con los de religión judía. Y, como la rueda del destino sigue girando, hoy los “fundamentalistas” judíos sionistas bombardean y matan palestinos y libaneses sin importarles si son ateos, cristianos o musulmanes.
Cada religión se disputa el trono del cielo y la eternidad celeste a su manera según su propia fantasía de macho dominante. Precisamente porque el de la vereda de enfrente piensa distinto y procesa una doctrina “fundamentalista” que les resulta competitiva, lo que permite entrever, que el “fundamentalismo” sigue siendo el gran legado de los eternos fariseos, de entre los cuales y bajo diversas carátulas, se engendra el extremismo y el odio racial.
Me han reprochado el haber arrojado en una bolsa común a los turcos buenos como a los malos, acaso disimulando una impotencia personal ante la magnitud del genocidio perpetrado contra nuestras raíces. No obstante ello, no desconozco que hubo muchos turcos piadosos, generosos y de buena cuna, pero… mis abuelos fueron masacrados y con ellos un millón y medio de armenios… Mi pregunta es: ¿Debería inclinarme y agradecer la gentileza de esa buena gente por haber salvado a cien o cien mil armenios y absolver de culpa y cargo a los verdugos porque no todos los turcos fueron asesinos? Mis parientes fueron masacrados por los parientes de esos mismos piadosos. ¡Por favor, ayúdenme a razonar; díganme cómo debería reaccionar!: ¿Perdonar y olvidarme de lo ocurrido, porque hubo turcos buenos…y, porque en Israel hay judíos buenos, los palestinos deberían pasar por alto el crimen de lesa humanidad que día a día cometen los malos judíos sionistas contra su población?
De la familia Mendildjian se salvaron dos criaturas, y eso… gracias a unos vecinos turcos. Chamir, que fuera mi madre y Areck, su hermana, de seis y ocho años de edad respectivamente. …No obstante, la madre de ambas criaturas fue degollada en presencia de las niñas, en Diarbekir…
Claro que hay gente buena y las hubo, pero… no se venera a Abel en el cuento Bíblico; se acusa a Caín por matar a su hermano. Que yo sepa, Judas, el Santo Judas, quien traicionó al Señor se lo nombra más que a los demás discípulos. Como verán: Una conducta sana pierde consistencia ante la tiranía; torna poco meritoria.


Rupén

EL PELIGRO DE UNA RESIGNACIÓN

Quisiera que alguien me explique cual es la intencionalidad de enviar los hijos a los colegios de enseñanza armenia. ¿Será para lavarse la conciencia; hacer perdurar el exilio más allá de los tiempos? ¿Qué relación existe entre las instituciones con el futuro de nuestra armenidad? ¿Será para que el día de mañana la humanidad recuerde que aquí existieron sobrevivientes del genocidio…? Quisiera saber qué significa además, reconocerse como armenio, cuando en realidad de lo nuestro sólo perduran migajas. No entiendo cómo la diáspora permaneció tantos años los sin consolidar un objetivo común, un plan de reintegración a las raíces.
En el pasado y que no quepan dudas, lo mejor de nosotros formó la gloria de los bizantinos, de los persas, de los griegos, de los asirios y por qué no, también de los otomanos y hoy seguimos aportando nuestro talento en bien de otras naciones igualmente hermanas. Me pregunto: ¿cómo sería si lográsemos la aprobación de Turquía de volver con dignidad sobre el pasado, que Turquía se disculpe por las atrocidades cometidas contra nuestros padres y abuelos y franquee sus puertas a la diáspora, que los armenios tengan los mismos derechos que los turcos, considerando que nuestros abuelos fueron ciudadanos del Imperio Otomano.
Hoy urge para Turquía incorporarse a la Unión Europea, pues bien; ese punto estratégico debería ser aprovechado y condicionado no sólo al reconocimiento formal del genocidio, a la devolución de los territorios prestados y, que Turquía ordene a su hermanita Azerbaidyan que acabe de una vez por todas con sus pretensiones y agresión sobre el territorio armenio de Karabaj.
Refiriéndome a Armenia, Libre e Independiente, un país cuya columna dorsal se encuentra quebrada, cuyos habitantes se debaten en la pobreza y en donde pulula la mendicidad abrumadoramente, sus jerarcas despilfarran a la buena de Dios aparatosamente el dinero de la nación en veleidades patrias. Por otro lado, por más que la diáspora se empecine en vagabundear por el mundo y de erigir castillos en el aire, su única solución sería…, recordando aquella frase del poeta árabe: “Cúrame con aquello que fue motivo de mi mal”. Para tal operación hace falta adiestrar cirujanos diplomáticos, visionarios y grandes pensadores. Los armenios deben recuperar sin falta los terruños de sus ancestros, estén en manos de Turquía, en el Paraíso Terrenal o en la memoria de los fallecidos. Somos pájaros de un árbol abatido cuyas raíces se encuentran custodiadas por miles de hermanos.
Quién lucha, no está vencido. La mayor derrota es la resignación.


24/Noviembre/2009
Rupén

PUNTO DE VISTA

No todo el mundo es malo -explicaba una amiga, justificando la actitud seductora de ciertos judíos sionistas-, las hay gente muy buena –y agregaba- En todos los pueblos existen buenos y malos, asesinos y santos”. “Sordos y mudos”-pensaba para mí. Ya que mirar para otro costado pareciera que convierte a los malos en gente decente y buena. Cualquier ingenuo pensaría igual que esa buena amiga, pero aquí radica el error. Si realmente existe gente buena en medio de un pueblo que masacra a otro, debería…, debería –repito- comprometerse, tomar partido en forma activa poniéndose del lado de la victima aunque más no fuera por un deber moral, en contra de sus propios dirigentes y no hacer la vista gorda, como: que ¡yo no fui!
La indiferencia en muchos de los casos es también una agresión. No se debe culpar a los sionistas de aniquilar palestinos o atacar a los libaneses para ocupar sus tierras y robarles el agua, no se los puede culpar, porque entre ellos hay judíos buenos. No se los puede reprochar a los cultos y civilizados norteamericanos de Kansas City que desde su intervención en Irak ya han perecido gracias a ellos millones de iraquíes porque su pueblo es sordo y mudo y hace la vista gorda. No se debe considerar asesino al pueblo turco porque muchos no participaron en el genocidio de los armenios, incluso recogieron y se adueñaron de unas cuantas criaturas. ¿De qué se podría condenar a esa pobre gente tan noble, tan considerada que obra con tan buena fe; tan devota y piadosa ella… ¿verdad? Y sin embargo, yo pienso distinto. Los acusaría de criminales al igual que sus hermanos por el simple hecho de no intervenir y oponerse abiertamente a la injusticia que acomete su propia gente.
Supongo que algunos podían haber cacareado ocultos detrás de sus puertas viendo como sus ejércitos invadían a sus vecinos, derribaban sus casas y perseguían despiadadamente a las mujeres y a los niños que huían despavoridos como cuervos espantados. Para muchos como mi amiga, sigue siendo gente buena y rescatable. Son buenos como los hay en todos los pueblos…
Si realmente fueran buenos… -digo – Los buenos turcos, se habrían colocado a la par de los armenios; los buenos judíos sionistas se habrían movilizado y, tomados de las manos, habrían rodeado con sus familias las casas y los barrios palestinos. Entonces allí se podría decir: ¡Señores no se equivoquen, no culpen a todos por igual, también hay gente buena! Lo que yo entiendo, es que el deber de cada mortal es defender como sea por su don de gente la dignidad humana, luego… con su vida, la Causa de la Humanidad. Las mismas ratas lo hacen; se juegan la vida por su comunidad.
La injusticia de los hombres debe ser controlada por la razón de los hombres y que me perdonen aquellos que todavía sueñan con que una golondrina “hace verano”, porque Callar es Conceder y Conceder, es Usura.


17/Noviembre/2009
Rupén Berberian

MÁS ALLÁ DEL EXTRANJERISMO

Se dice que la civilización Armenia se confunde con la cultura de los Hititas, Frigios, Hurritas, Mitanios, incluso con el mismo pasado remoto y que ayer, Armenia Milenaria quedó reducida a menos de un décimo de su territorio. Fue mencionada en las inscripciones asirias y caldeas, lo que demuestra a las claras la lejanía de su existencia como pueblo en el tiempo. Con ese pantallazo podemos imaginar la importancia que llegó a significar Armenia para el mundo antiguo, aun sobreponiéndose a desgracias y a catástrofes telúricas que nunca faltan y las invasiones reiteradas y constantes de uno u otro Imperio, para luego resurgir como el Ave Fénix de entre las cenizas. Me pregunto: ¿Qué sentiría un hermano nuestro de la diáspora al volver atrás el almanaque, apenas unos cien años a lo sumo, la sensación le quedaría al saber que de los pezones desecados de las mujeres armenias existen rosarios que adornan como un valioso trofeo las salas de recepción de algunos jerarcas turcos? ¿Cómo reaccionaría cualquier ser humano sabiendo que en su país de origen, iban siendo asesinadas entre tres y cuatro mil personas por día y las iglesias incendiadas estando abarrotadas con mujeres y niños por orden de un Mandamás? Y aquí me detengo…
No sé qué sentiría un hermano mío… pero sé, en carne propia, la cruz que pesa sobre mis hombros, siendo un huérfano de las circunstancias, hijo de sobrevivientes de Diarbekir, al asomarme con la memoria hacia aquellas atrocidades ocurridas a nuestros ancestros, a nuestras familias y en deprimente de nuestras raíces armenias. Me sublevo y me rebelo y se me revuelve el estómago con tan sólo pensarlo. En verdad no sé de qué manera descifrar la magnitud de mi impotencia ante semejante imagen de lesa humanidad. Es cierto… Esto ya pertenece al pasado… incluso me parecería absurdo pedir justicia sobre hechos consumados que no me devolverían a mis familiares. Es tarde… Ya lo sé: es tarde. Esto no quita que esté dolido. Dolido, teniendo la edad de los Hititas, Frigios, Hurritas, Mitanios y todos esos menjunjes de existencias vetustas… No entiendo por qué ni cómo hemos permitido que nos masacraran. ¿Por qué no hemos sabido advertir a tiempo lo que se tramaba contra nosotros? ¿Por qué no hemos sabido maniobrar con inteligencia y astucia suficiente sobre la vanidad de los Sultanes de turno y recientemente, con los “Jóvenes turcos” que al fin de cuentas, con aquello del lema: Ittihad “Unión, Libertad y Fraternidad” nos vendieron un buzón? ¿Por qué no hemos sabido amaestrar y dominar a esos sedientes de sangre? ¿Nos hemos excedido en confianza tal vez? ¿Hemos descuidado por ingenuidad la infidelidad y la traición de esos desalmados parido del demonio y a sus aliados ocasionales kurdos, obsesionados con el pillaje, lo mismo que los oportunistas gitanos?
Me pregunto: ¿Qué hacemos y hacia dónde nos conduce con que Armenia, nuestra Tierra Madre Haiastán esté sembrada con nuestros huesos e irrigada con nuestra sangre y, parezca a un museo al aire libre; con que la ciudadela Erepuní, tan antigua como la histórica Nínive, sea la antecesora de Yerevan, actual Capital de Armenia.
Vuelvo a aquella pregunta: ¿Qué se siente ante lo que acabo de describir? A mí me inspira un remolino de cosas que me confunden como ser racional. El genocidio cometido contra mi familia armenia sigue vigente en mí, incide sobre mi temperamento y me hace sentir raro en un mundo que me acogió con los brazos abiertos, pero aun así, nada me quita esa carga que llevo en el corazón que pesa toneladas. Claro que me incomodaría pensar que nuestros abuelos erraron el camino y les haya faltado oportunidades de entenderse con el enemigo. “Siéntate en la vereda de tu casa y verás desfilar el cadáver de tu enemigo”. (Proverbio chino) Por lo visto mis abuelos desconocían el idioma mandarín que podía haberlos salvado a ellos y a nosotros, del extranjerismo.
Moraleja: Paciencia y Sabiduría son gemelos de una inteligencia superior, una facultad que debemos tomar en cuenta antes de intentar correr montañas…


3/Julio/2009
Rupén

LA OVEJA PERDIDA

LOS miembros de la Primera Generación de refugiados fueron quienes aún y pese a todo lo ocurrido conservaban intactas sus tradiciones y costumbres a modo de olvidarse de que fueron extraídos de sus tierras, expulsados sin piedad y lanzados a la deriva de los caminos.
Fueron quienes, sumergiéndose en una maraña de incertidumbres, que a duras penas lograron atemperar su ánimo y maniatar el reclamo de sus cicatrices aún sangrantes. Ya no reiteraban insistentemente a sus hijos aquello de: “¡ERMANIYA KONUSHUN”! Fueron quienes establecieron centros de reuniones para sus hermanos caídos en desgracia de tal o cual aldea, de tal o cual pueblo. Provenían arrastrándose en su gran mayoría de Cilicia y de los territorios milenarios, históricamente armenios.
Fueron quienes armaron iglesias, costosas instituciones y numerosos colegios, pensando que servirían de escudo nacional que los mantendría unidos y agrupados. Se hallaban convencidos de que sus descendientes pensarían igual que ellos, añorarían sus tierras igual que ellos, sostendrían encendida la vela de sus dramas y padecimientos, igual que ellos. Pensaban… que con sus prédicas y el respaldo de su Idioma Madre, evitarían la desintegración de su Gran Familia. Soñaban… con que las parejas se unirían entre los de su misma comunidad, que sus nietos tomarían a su cargo las riendas del destino de la armenidad; exigirían a Turquía rendir cuentas sobre el genocidio perpetrado contra armenios de su misma nacionalidad.
La Generación de Sobrevivientes rescatada de la miseria y de la incomprensión prácticamente ignoraba, salvo excepción, que allí y a lo lejos existía otra Armenia similar a la de sus terruños en Guiliquia.
La Generación que siguió acudió a los colegios armenios, principalmente para aprender inglés y jugar al escondite en armenio, lo mismo que en otras épocas, de cuando las familias aristócratas, mejor dicho: Los “JANADÁN”, enviaban a sus hijos a adquirir cultura a Persia.
Mientras tanto… el sueño de sus abuelos iba cayendo en desuso… Por más que los jóvenes insistían en reconocerse como armenios, sabían que faltaban a la verdad y que estaban engañándose ingenuamente a sí mismos. Era obvio que les resultaba un fardo extremadamente pesado heredar una cruz que pesara toneladas, que no estaban dispuestos a remolcar. Para ellos, aquello del millón y medio de masacrados figuraba como un hecho histórico, trascendente, pero, aunque en el fondo no lo consentían, no les preocupaba en demasía.
De pronto el amor y la pasión les abrieron una perspectiva panorámica llena de misterios y de placeres. Sin querer, jugaban un papel que conspiraba abiertamente contra su rebuscada armenidad. Ya tenían otra visión de los turcos y de los armenios de la lejana Haiastán; otra clase de sensibilidad y sentimientos desencontrados con los de sus progenitores. La indiferencia y el desinterés calaban hondo en su proceder. No conservaban ni siquiera sus tradicionales formaciones morales. Procesaban ideologías patrias a espaldas de los demás. Aunque reconocían haberles fallado a sus abuelos, entendían que el pasado había cumplido una etapa que no les incumbía. Tanto Armenia como Turquía les eran indiferentes. Les costaba entender que existieran todavía hermanos suyos sobre el suelo de Turquía después de tanto exterminio; que gozaran, se divirtieran y disfrutaran de sus raíces y tradiciones disfrazados de turcos.
Conclusión: … Una oveja perdida, nunca sabrá juntar estrellas en las noches de plenilunio…, ni erigir castillos de ensueños en un espejismo…


2/Noviembre/2009
Rupén

EL CUENTO DE “HAI = BARON”

Si mis hermanos me lo permiten, quisiera sugerirles una idea que me viene persiguiendo desde hace mucho. Se trata de la palabra “Barón” con la que normalmente le atribuimos a los hombres de nuestra comunidad. Y no me asombraría que la gran mayoría de mis hermanos desconozcan la fuente de esa palabra, su origen y su adopción entre nosotros.
Les cuento: Allá, cuando aparecieron las primeras Cruzadas en Cilicia procedentes de Europa, no encontraron mejor lugar para descansar y reacondicionarse que establecerse entre familias armenias, como siempre extremadamente atentas, generosas con el extranjero, dispuestas a concederle el calor de sus hogares hospedarlo, incluso entregarle en matrimonio alguna de sus hijas, todo ello llevado por puro sentimiento de solidaridad cristiana. No obstante, esos forajidos que lucían la Cruz en su aparatosidad llevaban un demonio en el corazón; no eran más que aventureros y mercenarios desalmados, mentalizados a arrebatarles de las manos del Islam la Tierra Santa. Algo similar ocurrido y que aún continua en Palestina por los sionistas: (de religión judía, recolectados por Europa).
Era precisamente la palabra “Barón”.
Según intuyo, considerada una atribución con que las Cruzadas les trabajaron la moral a nuestros antepasados, con que nombrándolos “Barón”, los enaltecían y los honraban.
Cuando los fenicios se detenían con sus naves en las costas africanas, intercambiaban con los negros, collares, pulseras y adornos de vidrio por ébano, oro y marfil…
Mi propuesta, es la de desplazar la palabra “Barón” por “Hai”: Hai Bedrós, Hai Guiragós y Hai Nubar… Claro que un desconocimiento que ha perdurado siglos no se recompone en un santiamén, pero las ideas se plantan, algunos las recogen, otros las juzgan y otros más las ejecutan.
Algunos pensarán que divago y me tendrían lástima. Otros, que no soy quien para opinar o introducir cambios en nuestro estructurado lenguaje y costumbres arraigadas y no obstante, me siento más identificado como armenio con Hai Rupén que como “Barón Rupén” ¿Usted qué opina?
Si no me equivoco, cada pueblo posee su propio modo de identificar a sus hombres y los armenios, con todo el respeto y el afecto que me merecen, no la tienen, más bien utilizan un legado europeo, una donación intrascendente, vaya a saber a qué costo nos la han vendido.
No nos engañemos, “Barón” no es un doctorado, un título de nobleza, un premio Nobel, un adorno de caballero, una licenciatura; es, simplemente un intercambio comercial entre engañadores y engañados: unos trozos de vidrio en colores a cambio de oro; nada más que eso.
Me imagino que en aquel entonces el machismo estaría tan en auge que a las damas no les correspondió el título de “Baronesa”.
Aunque “Hai” suene parecido al saludo anglosajón en su esnobismo cotidiano, no debería afectarnos.
Después de todo; ¿qué mejor que “Hai” para recordarnos que somos armenios?


20/Octubre/2009
Rupén Berberian

INTELIGENCIA Y PERSEVERANCIA

El reclamo ejemplar y digno de ser imitado de las familias Hairabedian - Margossian contra el Gobierno de Ankara debería ser seguido por todos los miembros de nuestra colectividad de la diáspora desde cualquier rincón del planeta y no dejar a la injusticia que siga descansando a sus anchas como si nada, sobre los falsos laureles del pasado.
Ha sido presentado en los Tribunales Argentinos un pedido de reconocimiento hacia ambas familias ante el Estado Turco. Aquello de lesa humanidad de los otrora jerarcas turcos del pasado con toda su magnitud de barbaridades que significo el exterminio de un millón y medio de hermanos es simplemente incuestionable e inobjetable y no debe jamás quedar impune. Algunas familias tal vez no reúnan comprobantes de los tiempos idos, documentación o certificados; pero conservan nombres y apellidos de quienes fueron sus padres y abuelos y recordarán su lugar de origen y eso es suficiente, según pienso. Todo esto debe estar registrado en los archivos de las personas y figurar como ciudadanos de Turquía. Lo demás es fácil. Con una conciente investigación, todo habrá de salir a la luz. No creo que los países, medianamente organizados, borren por descuido los archivos de sus propios ciudadanos. Los archivos de cualquier Nación son documentos oficiales inamovibles. Se me hace que con tal de mencionar el nombre, apellido y procedencia de quienes sobrevivieron al genocidio y recordar en lo posible su lugar de procedencia, sería ampliamente suficiente. Y aquí les doy un ejemplo:
El año 47, durante la guerra de Palestina tuvimos que escapar de Jaffa, bajo los obuses de morteros hacia Beirut, Líbano. Mi padre conmovido por la situación había extraviado toda la documentación de sus propiedades en Palestina. Años después se hizo el reclamo ante las autoridades israelíes a través la Embajada de Francia y se nos informó que nuestras propiedades figuraban en los archivos y que el Estado Hebreo estaba en condición de indemnizar a los propietarios extranjeros de esos inmuebles, siempre y cuando etc.etc. Detalles que no vienen al caso, pero que nada estaba perdido, sino que había cambiado de mano. O sea. Poseer o no documentación turca, no alteraría el objetivo. Habiendo sido ciudadanos turcos, deben de figurar en el mapa de los faltantes con todo lo que significa: posesiones y propiedades, amén de los miembros familiares, cada uno con su nombre de pila. Silenciar una verdad cien o más años no significa que la misma no exista. Cuánto más tiempo transcurre, más habrá de favorecer a Turquía, que se apoderó de los bienes de los armenios y prácticamente las explota desde entonces sin abonar rentas ni indemnizar a sus dueños. Los ciudadanos alemanes de religión judía también han sido indemnizados por la pérdida de sus bienes materiales, si no me equivoco.


18/Octubre/2009
Rupén Berberian
Una opinión más...

AÑO VERDE: HUMANISMO TURCO-OTOMANO

Refiriéndose a los recientes protocolos entre Turquía y Armenia, uno de los cabecillas del Gobierno turco expresaba sobre un escenario la opinión de su gobierno, palabra más palabra menos, resaltando las intenciones humanitarias de sus connacionales, diciendo:
“Si Armenia no obedece nuestras consignas, no acepta nuestras condiciones de paz y buena vecindad, expulsaremos de Turquía a los cuarenta mil armenios venidos de su país para trabajar en nuestras ciudades, aprovechar de nuestra hospitalidad y robar nuestro dinero. Como solidaridad humana y acorde con nuestra nobleza turca otomana, hemos accedido a que los “gavour” (infieles) aun siendo virtuales enemigos de Ala, estén entre nosotros. Nos interesa demostrarle al mundo quienes somos y que nos interesa la paz con el vecino país, siempre y cuando se adapte a nosotros, no nos irrite con aquella patraña del genocidio y no nos rompa la paciencia con Nogorno Karabagh. Nos han pedido ponernos de acuerdo con Armenia, previa incorporación nuestra a la UE y estamos cumpliendo, pese a la opinión adversa de la mayoría de nuestro pueblo”.
(Mientras hablaba, el brillo de su mirada reproducía pensamientos ponzoñosos que se percibían en forma intuitiva…) pensaba:…
…“Los turcos tenemos buena memoria y jamás olvidaremos las barbaridades y las infinitas matanzas cometidas por los rebeldes y pretenciosos armenios en nuestro territorio. Hoy todo el mundo está enterado de ello, nosotros nos hemos hecho cargo de informar. Nuestros alumnos leen y están al tanto de las atrocidades que hemos sufrido en carne propia por esos malditos infieles. Los niños estudian la historia de nuestro pueblo y saben quienes fueron los armenios y de qué modo nos traicionaron escapándose como cobardes en caravanas hacia Der- er –zor, en Siria. ¡Cobardes! Fueron a llorarles a los árabes y a difundir que hubo muchos muertos entre ellos. Nos echaron la culpa de ello. Hoy procuran que Nuestra Gran Nación reconozca su insólita versión como un hecho y los indemnice por haber abandonado sus bienes materiales y sus propiedades. Fue decisión de ellos. Nosotros no las ocupamos. El turco no vive en la casa de un “gavour”. ¡El olor a cristiano repugna! Allí están los kurdos. Que los armenios de la diáspora sepan en realidad quienes fueron sus reales enemigos. Durante el Imperio Turco-Otomano los armenios convivían a sus anchas a la par nuestra. Nosotros les hemos honrado ofreciéndoles nuestra hospitalidad y la Nacionalidad turca; comían nuestro pan. Los hemos vestido a imagen nuestra, sus hombres usaban nuestro clásico “Tarbúsh” y nosotros nunca se lo hemos reprochado. De pronto quisieron burlarse de nosotros, se envalentonaron, se rebelaron y nosotros no hicimos más que apartarlos. Si hayan muerto algunos por el camino en el desierto de Siria es problema de Siria que no les suministró agua potable y los abandonó a su suerte. Más aún, muchos sirios recogían a las niñas armenias y las vendían en sus mercados como esclavas. ¡Imagínense…! Los mismos armenios ocultaban sus cadáveres arrojándolos en los pozos de agua para no conmocionar a los niños.
Jamás debían haberse quejado de nosotros, no poseen ningún argumento válido contra nosotros ya que nos hemos quedado gentilmente con sus más hermosas niñas y las hemos incorporado a nuestros harenes, al igual que nuestra propia hijas”.
(Y reencontrándose con la palabra, el hombre prosiguió no sin soberbia, exclamando):
“Turquía no ha de admitir, ni aceptar condicionamiento alguno sobre lo ocurrido en el pasado. Fue simplemente error de los armenios, una grave equivocación de parte de ellos. Nosotros hemos perdonado de por vida la vida de los armenios que han quedado en Turquía, porque Ala es Grande.”
(Hubo exclamaciones y aplausos…)
“El presidente de Armenia actual es un hombre muy astuto, sabe que le conviene reconciliarse con nosotros, es un “gavour” inteligente y muy accesible. Nosotros le podríamos dar una mano, siempre y cuando actúe con sensatez: me refiero, sin arrastrar consigo los absurdos reclamos de los armenios traidores, quienes trataron inútilmente de engañar a nuestros amigos benefactores norteamericanos con el cuento del genocidio y sacar tajada de sus mandatos. Turquía es un país poderoso, respetable, decidido, culto y honorable: sus promesas son ley. Turquía ha cumplido con todos los tratados y acuerdos firmados sin olvidarse de ninguno”.
(Hizo una breve pausa y enseguida retomó la palabra amenazando con dureza):
“Que los kurdos se olviden que les debemos otorgar concesiones territoriales en nuestro suelo por habernos secundado contra los cristianos. Que no vayan a creer que por ello ganaron algún derecho. Por otro lado, nuestras fronteras son inviolables,eso va también para los empecinados armenios que todavía sueñan con incursionar libremente como en otros tiempos en las laderas de nuestra montaña bíblica: ¡Nuestra Ararat! sin nuestra aprobación.
Por otro lado, la bandera Armenia tiene estampada el Arca de Noe con nuestra ¡Nuestra Ararat! y esto es un robo alevoso, una patraña y sin embargo se lo perdonamos como prueba de buena voluntad.
Hoy los armenios apantallan a los kurdos, olvidándose que fueron sus reales verdugos, pero nosotros sabemos bien quienes son los kurdos y el significado de esa palabra. Nos han traicionado a nosotros, ¡a nosotros! que les hemos tratado como hermanos. Es cierto; les habíamos prometido premiarlos con una moneda de oro (Osmanli) por cada armenio que degollaban. Por supuesto no hemos cumplido con nuestra promesa porque de pronto se les subió el humo a la cabeza y nos quisieron robar el país”.
(El hombre se tomó un espiro y, henchido el pecho continuó):
“Al igual que los armenios, el kurdo es traidor y le estamos dando su merecido. Turquía podría abrir sus fronteras, pero que nadie se ilusione con acaparar un milímetro de nuestro territorio, sean kurdos, armenios, siríacos o caldeos. Que quede claro: nuestro “Panturquismo es una realidad indiscutible cuyos proyectos están en pie…”.
Saludó al público con ambas manos en alto, inclinó brevemente la cabeza ocultando su satisfacción y bajó del escenario ovacionado y aplaudido a rabiar por sus partidarios.


15/Octubre/2009

TRAS LA CONQUISTA DE LA PAZ

Conquistar la paz es sagrado y necesario, pero no bajo cualquier pretexto, circunstancia, condicionamiento o renta solapada.
Se me hace que los dirigentes de Armenia compiten entre sí por quien logra reflejar mejor su omnipotencia en su propio espejo, desconociendo que más allá de lo perfilado existe un mundo real que está quedando fuera de órbita. Que yo sepa, ellos no son los únicos armenios de la tierra para jugar con el destino de toda la armenidad a la ruleta rusa y aventurarse, sin oficio, a tomar el toro por las astas, nada menos que encarando a Turquía.
Una buena vecindad, aún con el enemigo, siempre será bienvenida, pero ¿a qué precio: arrojar por la borda ilusiones, sueños y verdades inobjetables de nuestros padres y abuelos que han sobrevivido milagrosamente al genocidio? Nosotros, los hijos de la diáspora, somos acaso menos armenios que esos señores de la batuta, para que tomen una decisión unilateral a espaldas de la armenidad, permitiendo que se pusieran en duda y en tela de juicio las indiscutibles aberraciones cometidas durante el genocidio, perpetrados contra sus propios hermanos occidentales; de desconocer los territorios y terruños usurpados de sus hermanos en la Milenaria Armenia y desentenderse de Nogorno Karabagh, la que quedaría virtualmente a merced de la agresión de los tártaros azeries.
Aquí se juega una vez más el futuro de nuestra armenidad y no creo estar escalando nubes lejos de la realidad. Nuestra armenidad no pertenece tan sólo a los dirigentes de nuestra querida Armenia, simbólicamente: Libre e Independiente, sino a la de cada uno de nosotros que hemos rodado por el mundo.
Alguien sobre un escenario de una reciente disertación política se expresó refiriéndose no sin intencionalidad a la época soviética en Armenia, diciendo: “El yugo soviético”. Y yo a ese hermano le preguntaría si el yugo de los otomanos fue mejor y más humano e iría más lejos: le preguntaría si por casualidad leyó algún libro de Raffí que refleja fielmente el “yugo” y la explotación de los armenios por Persia. Por si haya existido, según él, el “yugo soviético” en Armenia, el supuesto sistema opresivo no pudo haber permitido riendas sueltas al poderío intelectual, artístico y cultural de toda su población. La prueba está a la vista. Si no me equivoco, en sesenta y pico de años, Armenia creció más que en toda su otrora accidentada existencia a merced de los bárbaros.
Nuestra mentalidad lamentablemente sigue estando encajonada en estancadas ignorancias premeditadas, tanto como que nos creemos dueños de la verdad verdadera y miembros activos del poder omnipotente.
Protocolos serían importantes y hasta necesarios, siempre y cuando contemplen los añejos reclamos de nuestra armenidad. Sean de la opinión de la mayoría, tanto de los armenios de la diáspora como de los territorios de nuestra Tierra Madre. Que el apasionamiento, el apresuramiento y la desesperación no sean un nuevo motivo de fracaso irreparable.
Me resulta hasta comprensible aquello de los jerarcas del poder armenio, olfatean el Tesoro Del Pirata y se les cae la baba. Creen ingenuamente en la existencia de una Papá Noel turco y en conquistar La Gruta de Ali Baba.
Para quienes nos sentimos armenios, Armenia no está ni estará jamás en venta en los mercados de pulgas, ni remotamente ofrecida en préstamos por todo el oro del mundo. No lo permitiríamos, aunque no quede un armenio en pie… ¡Que Turquía quede con la sangre en el ojo!
Rogaría a mis hermanos que mediten esa frase mía y que saquen su propia conclusión: “Un grano de arena más otro grano de arena es lo único que hará frenar un océano”.
No fueron ellos, los gobernantes de Armenia sino nosotros, los huérfanos sobrevivientes, quienes fuimos arrojados como desperdicios por las veredas del mundo. También es cierto: Nosotros como armenios, carecemos de identificación legal, no de identidad, siendo ciudadanos de la Milenaria Armenia Occidental y no me asombraría que seamos sentimentalmente tan apasionados que los mismos habitantes de nuestra querida Armenia, Libre, Independiente y materialista, aunque quizá, algo más realistas.
Pienso que Los protocolos deben urgentemente ser revisados las veces que hicieran falta; que sean coincidentes con la opinión de toda la armenidad mundial; deberían, como primer término, incluir el genocidio de la familia armenia occidental y su Via Crucis (me refiero a los ciudadanos turcos de origen armenio), amén de la restitución de los territorios armenios con su debida indemnización a los nietos y familiares de los sobrevivientes; la salida al mar por Trebizonda y, que Turquía ordene de inmediato detener definitivamente la agresión de su hermanita Azerbaidyan contra Nogorno Karabagh, respetando la libre decisión de sus habitantes…, dejando de lado el lirismos de los partidos de fútbol y las competencias deportivas.
Tanto Artzakh como Nejichevan fueron y son territorios históricamente armenios, por lo tanto no pueden ser pretendidos por los tártaros azeríes porque un tal Stalín se los ha cedido. Turquía no puede pretender permanecer eternamente en los territorios armenios de Kars y Ardahan porque un tal Stalín, como si fuesen de su pertenencia, las haya otorgado en préstamo a Turquía bajo condición que sacase un diez en buena conducta. Fueron en préstamos por veinte años y ya han transcurrido ochenta desde entonces...
Que conste que la historia no miente, mienten los libros de historia.


8/Octubre/2009
Rupén

¡SOMOS LOS INTELIGENTES DEL CAUCASO!

Vuelvo a aquel tema urticante de “Libre e Independiente” refiriéndome a Armenia. ¿Es acaso un anhelo de un divorcio formal, un suicidio disimulado, una alevosa toma de pelo? Porque… que yo sepa, nadie está en condición de considerarse libre e independiente, menos aún las naciones y las republiquitas. Si Armenia, en verdad, se creyera Libre e Independiente, sus dirigentes estarían sufriendo un severo desgaste cerebral irreparable. Estaría olvidando que desde la diáspora hay millones de ojos dirigidos hacia ellos, esperando a que dejen de errar caminos y lleven, de una vez por todas su política a buen puerto. Armenia no está sola en medio del cosmos con sus apenas un millón de habitantes o tal vez algo más. La diáspora multiplica esa cifra y está en condición de tomar partido en bien de Armenia.
Con todo el respeto que me merecen mis parientes lejanos de la lejana armenia, en la diáspora, nosotros, los huérfanos de la Milenaria Haiastán, hemos aprendido la lección, rendido dolorosos exámenes recorriendo las veredas del mundo. Sabemos cuando alguien nos sonríe, cuánto debemos retribuir en intereses por esa aparente amabilidad. El hecho de haber sido arrojados por el mundo nos resultó una gran enseñanza y todo aquello que hemos experimentado serviría, siendo necesario, como un valioso aporte incondicional para el desarrollo humano de nuestra pequeña y querida Madre Tierra. Armenia, Republiquita, debería pensar dos veces antes de tratar de tomar por sí sola, las riendas de su destino, porque estaría comprometiendo al mismo tiempo la armenidad de la diáspora. Un divorcio con sus parientes occidentales sería prácticamente su ruina y su desaparición como nación en el mapa del mundo. Si Armenia existe y es reconocida internacionalmente es gracias a los hermanos de la diáspora que a su manera se solidarizan con ella ante la opinión mundial.
Me atrevería a decir que Armenia, República Libre e Independiente en la era capitalista no es nada, ni nadie, sin el constante respaldo de los armenios de la otrora Haiastán Milenaria. Lo que no me cuaja es que ese pueblo tan admirado, habiendo conocido en carne propia las virtudes de la era soviética de pronto entra incomprensiblemente en un letargo, en una decadencia moral sin precedente.
Está bien; sabemos que el dinero es el opio de la conciencia, pero no a tal grado de pobreza espiritual…marginando a la población, expulsándola del país o ubicándola entre la espada y la pared. Tampoco me asombraría que los jerarcas presidenciales, autoridades de la pequeña República Armenia estén tramando planes de vender el resto del territorio por treinta monedas de infamia. Nada menos que a sus amados verdugos, porque ocultamente y con discreción, estuvieron rifando parte de Armenia hipotecándola con préstamos leoninos a los norteamericanos.
Cae de maduro que a los Yanky’s, Armenia no les resulta un negocio como lo es Azerbaidjan o Mongolia. También se sobre entiende, que Armenia es rescatable tan sólo por encontrarse a pasos de Rusia. Si los Yanky’s tendrían alguna consideración por Armenia ya estaría cuestionando a Turquía por el genocidio, prometido solemnemente a los armenios de los Estados Unidos durante las elecciones presidenciales. Total, los Yanky’s alcanzaron su propósito, se han establecido en Armenia rozando las narices de Rusia, del mismo modo que en Turquía y sólo se expresan diciendo: “Los armenios y los turcos deben resolver sus propios problemas entre ellos”.
En la política todo vale a favor de la democracia: el cinismo, la traición, el engaño y la hipocresía. Armenia no debería caer en esas redes, debería, de aquí en más, medir cada paso y si es necesario, refugiarse en las diásporas para que las mismas puedan contar con ella, volcar su caudal de experiencias y energía creadora en sus dominios.


16/Junio/2009
-26- Leído 26 de Septiembre 2009
Rupén

IMAGEN DE LA SEMEJANZA

Alguien reprobó mis ideas, diciendo: “Lo suyo no son más que opiniones personales”. Enseguida se me cruzó aquello de una mujer obesa que se quejaba de su poca elegancia estética ante su médico y este le había contestado: “Si no existiesen personas como usted, Señora, el mundo estaría incompleto”.
Mis opiniones, tal vez no cuajan con la verdad absoluta, pero pertenecen al rosario de ideas y observaciones para escoger. Peor son aquellas personas que se callan para no comprometerse y por debajo creen haber cumplido con su deber moral y patriótico. Si fuese político habría opinado con propiedad de política; pero soy un hombre común y mis opiniones son de un hombre común, sensitivo y sobre todo emotivo. Reconozco hasta entrado en edad, desconocía la existencia de Armenia como país, inclusive ignoraba que su lengua variaba a la que oí pronunciar de pequeño a mi madre. Había nacido en Francia y como tal, pensaba como francés y si actuaba, lo hacía a favor de mi tierra natal. Recordaba sin embargo que mi padre me había comentado que Armenia ya no existía, que debía desarrollar mi vida como francés. Asé fue hasta mi arribo a la Argentina. No sé por qué razón, de pronto Armenia comenzó a resultarme familiar, aunque sabía que no me representaría como tampoco a mi padre, pero… figuraba en alguna parte en el mapa. Fue cuando comencé a buscar en mi interior una respuesta a la que temía: ligarme sentimentalmente a una tierra desconocida que no me reconocería como hijo propio. Una tierra que con sólo mención de su nombre, acaparaba mi curiosidad y despertaba mi pasión. Conocidos de mi gran confianza la nombraban “Madre Patria”, pero por más que lo deseaba, yo no la sentía como tal. Sabía que mis padres eran oriundos de Dyarbekir (hoy ocupada por Turquía) y esa era la tierra de mis parientes masacrados y tal vez, también la de mis ancestros. Armenia, a decir verdad, siempre representó un gran misterio para mí. Algunos hasta me han reprochado de llevar apellido “armenio occidental” y no conocer el idioma. Solía responder, sonriendo: “Hablo mi armenio en varios idiomas”. No les podía contar cuáles fueron las circunstancias de mi vida que no siempre estuvieron acordes a la que el mundo pretendía que hiciera.
Creo que mis observaciones se agudizaron a partir de ese momento y me lancé a develar lo que sentía relativo a mi rebuscada armenidad. Y comencé a opinar sin temor a caer en lo ridículo, a reflexionar y a criticar lo que para mí era ampliamente criticable. Con ello conformaba a algunos, pero no a la mayoría. A decir verdad, recogí muchas enemistades, pero también me gané amigos. Soy de aquellos quijotes que se atreven a levantar la alfombra y sacan a relucir lo inconfesable. Claro que fui censurado, odiado y hasta temido. Pero mi respuesta siempre estuvo al día: “Si no señalo los errores de mi familia adoptiva, no hago observar la paja en nuestros propios ojo”. La armenidad, en mi opinión se divide en mil y una opiniones diferentes, contando con la mía. No obstante, de todas ellas habrá de surgir la respuesta acertada que todos esperamos. Armenia es un mundo sentimentalmente abstracto y complejo; por lo pronto nos ataña sistemáticamente amén de simbólicamente. Nosotros, los armenios de la diáspora, nos sentimos atraídos como que fuéramos parte de Armenia y también de Artzaj sin siquiera pertenecer a ellas, del mismo modo nos sentimos integrantes de los territorios usurpados por Turquía y embajadores (sin cartera) de nuestra estirpe milenaria en el mundo entero. Como que todo fuese un gran dilema, un rompecabezas para armar, una margarita a la que debemos colocarle pétalos y que posee un cierto parecido con una realidad aún no devalada. Yo opino según lo que intuyo y esa es mi verdad. Una verdad que podría ser muy distinta, contraria, incluso contradictoria a la de los demás, pero mientras mis hermanos callan la suya, prevalece la mía. Sin mis polémicas observaciones, la opinión de la generalidad no sería completa. Hacen falta reunir todas las ideas y todas las propuestas, tamizarlas para extraer de la urna una conclusión y con ella formar una armenidad a imagen y semejanza de lo que fuimos, somos y seremos en la inmortalidad.


6/Septiembre/2009
Rupén Berberian
raymond_berberian@yahoo.com

MERCENARIOS DEL PODER

En los días de calor y humedad los insectos voladores, encandilados, se aglomeran en derredor de los faroles y al contactarse con las lámparas mueren chamuscados. El pez es atraído por una lombriz colocada en la uña de un anzuelo. Los pobres son seducidos por las sonrisas de los adinerados y los pueblos, engolosinados tras el capitalismo, encuentran su perdición rifando su honor por un mercader de turno. Me estoy refiriendo a Armenia, Libre e Independiente, (Dios sabe hasta cuándo). Sus dirigentes con tal de patear el tablero y sentirse vanagloriados, se olvidan que en el terreno hay otros hermanos muchos mejor perfilados. Se me hace que la diáspora le estuvo engordando demasiado la vanidad que se les subió el humo a la cabeza. ¿Quién no desearía la paz para la región? Pero, bajo qué condiciones… No se puede hacer ningún pacto, ninguna concesión con Turquía sin una aprobación previa con la diáspora armenia. Un acuerdo unilateral sería una traición a la armenidad. ¡Una traición, por dónde se la mire! Si Armenia, con tal de abrir su frontera con Turquía accede a firmar algún acuerdo secreto sin que se haya resuelto el tema del Genocidio, la suerte de los desterrados sobrevivientes y la detención de las continuas agresiones de los azeríes contra Artzaj, sería un rendimiento incondicional: un suicidio para Armenia; un deshonor para todos nosotros; un arrojar por la borda el esfuerzo de años y las esperanzas... Turquía entraría a Armenia por la puerta grande y asunto liquidado.
Se me hace que la desorientación de los mandatarios de Armenia está en su punto más peligroso. Quieren demostrarle al mundo que son inquebrantables y capaces de ganarles la simpatía a los desalmados Mercenarios y Usureros de los Estados Unidos. Están simplemente jugando con fuego, engañados por una lombriz que coquetea en la punta de un anzuelo. Se olvidan que Armenia sin la diáspora y sin su respaldo en Rusia, no es más que una reliquia de un pasado. Que sin la diáspora como timón, Armenia iría a la deriva en menos que cante un gallo y nuestro temor consiste en que llegue a encallar y la tengamos que perder para siempre. Parece mentira que desde la caída de la Unión Soviética, Armenia comenzó a hundirse moral y económicamente, casi sin darse cuenta, ni percatarse de sus errores. Parece mentira también, que desconozca las virtudes, los aportes y todo lo bueno que le significó como adelantos, pertenecer a la Unión soviética. Nosotros, los huérfanos del exilio, en vez de ocuparnos de nuestro destino e idear nuestro regreso a casa, estamos poniendo nuestra energía a disposición de unos ebrios del poder, con tal de sacarlos del barro y resolver sus conflictos morales. Quienes día tras día traicionan alevosamente nuestra causa común, expulsando de sus casas, de una forma u otra a sus ciudadanos, mientras ellos, agraciados, indiferentes se revuelcan en la aparatosidad de la opulencia, regidos por la mafia. Ya no les quedan industrias, Armenia no posee exportaciones serias, ni recursos naturales destacables, para colmo, se encuentra asediada por enemigos. Me pregunto: ¿Dónde quedó nuestro orgullo como pueblo, nuestra cultura tradicional, nuestros sabios, nuestros artistas y científicos? ¿Otra vez tenemos que lamentar no saber enderezar nuestra columna vertebral? La pobreza, los terremotos, nuestros hijos que mueren acribillados en las fronteras, la tragedia en el Parlamento, el avión que desaparece, las cárceles abarrotadas de presos políticos y ahora esto: La desesperación por firmar cuánto antes la “capitulación” con el enemigo, un engendro de mongoles, disfrazados de hombre de bien. ¿Se habrán vuelto enceguecidos nuestros hermanos que no les importa saber que debajo de ese disfraz, de esa carátula de hombre civilizado esté la del verdugo turco tártaros, usurpador de nuestra Tierra Madre?


5/Septiembre/2009
Rupén

LOS VENERABLES…

Los que allá y a lo lejos movilizaban a los armenios en reclamo de sus derechos fundamentales, era gente abnegada, lo que se dice: Hermanos Del Alma. En aquellas épocas la masonería era la idea salvadora que uniría al mundo, fue con la que se trabajó la moral de nuestro pueblo. Con que un masón turco sería virtualmente el hermano masón de un armenio y se debían respeto, confianza y solidaridad y sin embargo, los turcos hicieron prevalecer su instinto salvaje haciendo caso omiso a las consignas masónicas, develando su envidia y su odio hacia los armenios. Guardaron los mandamientos masones en remojo y salieron al frente con otras consignas: Matar Cristianos. Y Caín mató a Abel y eran hermanos. Eso sucedió con los armenios en su territorio usurpado por Turquía. Muchos de los dirigentes armenios “masones” confiaron plenamente en la honestidad de sus rebuscados VENERABLES hermanos “masones” turcos mongoloides. Era de esperar que la gran Hermandad Masónica Mundial interviniera en el asunto, atemperara los ánimos caldeados e hiciera que el turco recuperara la razón. Pero Caín mató a Abel siendo hermano. ¿Por qué lo hizo? ¿Importa acaso por qué Turquía haya asesinado a un millón y medio de armenios, de ciudadanos turcos, sobre sus propios terruños? Motivos, podrían haber miles, lo que cuenta es que Caín mató a Abel, porque Abel no se imaginaba que su propio hermano sería capaz de asesinarlo. Los armenios “masones” no se imaginaban que los VENERABLES turcos “masones” serían capaces de transgredir las leyes masónicas. Cuando los armenios se dieron cuenta de su error de apreciación y que Turquía les caería encima de un momento a otro, ya era tarde. No obstante, algunos grupos aislados resistieron con lo que tuvieron a mano, demostraron mucho coraje, eso sí, aun sabiendo que estaban perdidos y que sus reliquias históricas se les escapaban de las manos.
Nos han acostumbrado a que, en las historietas de aventuras, al final del cuento, ganan los buenos sobre los malos. En esa oportunidad cambiaron los papeles, quienes ganaron fueron los inhumanos turcos mongoloides. Armenia Histórica y Milenaria se perdió, de ella quedó apenas un diez por ciento de su territorio, hoy reconocido como República Armenia, Libre e Independiente. De eso ya han pasado noventa y cuatro años añorando la buena de Dios. En esos noventa por ciento de Armenia usurpado, no se ha movido ni una piedra y, si me lo permiten; les diría lo que intuyo sobre el por qué de ese aparente desinterés de parte del agresor: Turquía presiente íntimamente que tarde o temprano habrá de rendir cuentas con los sobrevivientes del genocidio y que esos territorios volverían a sus verdaderos dueños como pago de indemnización. Quizá, muchos creerán que divago, que me sobran fantasías. A esos queridos hermanos, les diría que el tiempo que corre nos favorece y mi conjetura se basa en que: si Turquía hubiese deseado ocupar y poblar esos territorios, lo hubiera hecho, ya que nada, ni nadie se lo habría impedido. Da que sospechar, ¿verdad? Pese a todos los pesimistas y los inmaduros incrédulos, algo me dice que a la larga o a la corta Turquía los ofrecerá como moneda fuerte en canje, además de las correspondientes disculpas, a nuestros hermanos de la diáspora. ¡Recuérdenlo! Si mis conceptos no hieren su vanidad, tomen mis palabras como una profecía. Aunque nadie me lo crea, no son mis deseos que se imponen por sobre mi lógica. Mi intuición me los dicta. Armenia ha de volver a casa, al Árbol De Los Pájaros Perdidos, hacia donde pertenecieron nuestros ancestros, las raíces de más de cinco mil años, de ganar y de perder. Será con otros brillos, otra fisonomía y otra mentalidad, para abrazarse con sus hermanos de sangre, silenciados en el territorio turco.


9/Julio/2009

LA CASA ROBADA

Tengo una inquietud que quisiera compartir con mis hermanos de nuestra diáspora. ¿Nosotros, los huérfanos del genocidio somos armenios de verdad o no lo somos…? Que yo sepa, Armenia, libre e Independiente nunca contempló nuestra presencia, ni siquiera nos alentó con reconocernos. No impartió órdenes a sus embajadas para que nos registren bajo el pretexto de alimentar nuestras esperanzas y que descartáramos la idea que estemos echados al abandono. Entendemos que Armenia con un diez por ciento de un territorio milenario es también parte de nuestra Tierra Madre que debería reconocer de alguna manera a sus hijos diseminados por el mundo. No dije: “rescatar”, sería demasiada sutileza. No pretendemos que nos otorgue la doble nacionalidad, sino que sepamos que somos parte de ella, aunque se tratase del diez por ciento de nuestra armenidad. Pero, si durante noventa y cuatro años no se le ocurrió recuperar la oveja perdida, me sorprendería de que lo hiciera hoy en momentos en que sus habitantes sufren pobreza moral y económica mientras que los elites y mandamases multimillonarios refriegan sus opulencias en la cara de sus héroes. Porque son sin duda héroes los que resisten la pobreza y la contaminación antipatriótica haciendo honor a sus raíces. Mañana seguramente habrá otras tendencias políticas y nuestros hermanos de la diáspora se habrán sumado a los que por una razón u otra, resignados, habrían abandonado la Madre Tierra para perderse en el anonimato.
Vuelvo a aquello: ¿Armenia tiene acaso noción de nuestra presencia como pueblo en el exilio? ¿Tiene algún interés hereditario por conservarnos como parientes de no ser por las divisas que le aportemos? ¿Las embajadas armenias qué función les caben y cuál es su misión, más allá de vender pasaportes a los adinerados de turno; la de acceder a los banquetes de las Voluntarias Madres Culinarias de nuestra comunidad que ni siquiera figuran como armenias; la de auspiciar anualmente un Maxi-kiosco en la Feria del Libro de Buenos Aires? ¿De qué nos sirve a nosotros la presencia de una Embajada que no cobija bajo sus alas a los artistas, que no promueve debidamente el amor a su tierra? Si están para cobrar un sueldo, representar a su país y, vivir a costillas de ciertos benefactores, entonces que se queden en sus casas y nosotros les enviaremos el sueldo y las golosinas y que dejen de ilusionarnos con sus parodias. Aunque… Es posible que ignore la específica misión de los Embajadores y pretenda de ellos conquistar la luna. Es posible que lo que busco esté relacionado con el flamante Ministerio de la Diáspora que acaba de inaugurarse… Pero mi vida se acaba y con ella mi paciencia. Pretendo actitudes concretas. ¡Exijo actitudes concretas!, necesito saber a esa altura del partido quién soy y hacia qué rumbo me conduce esa carga de mi particular armenidad al hombro. Si Armenia permanece con su indiferencia hacia nosotros porque se inventa adrede problemas sociales que no sabe remediar, entonces nuestro camino es otro. Es aquél que he apuntado en otras reflexiones: “Volver a casa” que nuestra inteligencia y el fruto de nuestro cerebro creativo y lo que hemos reunido en nuestra cosecha por el mundo sirvan para que abramos el camino al diálogo con nuestros verdugos, porque son ellos quienes poseen nuestras tierra ancestrales, son ellos que se atribuyen ser dueños de nuestra Montaña Sacra. Y es con ellos que debemos negociar nuestro futuro regreso a casa. Nuestros padres y abuelos fueron ciudadanos del Imperio, pues ese sería uno de nuestros reclamos, el primer argumento a esgrimir hasta tanto nuestros diplomáticos y nuestros sabios sepan hallar la brecha de la reconciliación. Dije reconciliación, no al olvido, al perdón, mucho menos a la capitulación. No sería fácil, ya sé. La herida que llevamos en el pecho aún sangra y ha de sangrar hasta que se pierda nuestro último aliento. Pero es necesario intentarlo, es necesario intentarlo para no quedarnos vegetando como hasta ahora, otros noventa y cuatro años, aguardando inútilmente, esperanzados en una madre que no nos reconoce como hijos propios.


20/Agosto/2009
"No te guíes por mis castillos en el aire…", Rupén

ORGULLO: ESCUDO DE LA IGNORANCIA INNATA

Quizá nuestro mayor defecto original que todavía rige en la actualidad es encerrarnos en nuestro orgullo primitivo y considerar conjurados todos los peligros.
La memoria se agota y el paraíso con el infierno ocupan, que yo sepa, el mismo territorio de la conciencia. No es nada fácil sobrellevar una cruz al hombro, experimentando el extranjerismo que si fuera la propia patria, sin acumular bajo la piel influencias ajenas y no apartarse de la historia que no perdona. Imperios que han rifado sus almas al diablo llevando atrofiada la conciencia en procura del poder, han existido siempre. Todos ellos tuvieron su cuota de despotismo y de criminalidad y en su derrumbe, arrastraron a todos aquellos que confiaron en ellas. Los armenios creyeron que con su buena voluntad y su don de gente serían suficientes ingredientes como para ganarle a la adversidad y desafiar al diablo en su guarida. Claro que nuestros mártires podían haberse relacionado ampliamente con los turcos, tomando en cuenta quienes son y de quienes fueron engendrados, pero se han excedido en su orgullo y ese fue su error. Hoy, los nietos de los sobrevivientes de genocidio, procuramos proteger nuestra trascendencia sin saber hasta cuándo habría de durar ese “Circo de la Gran Paciencia”, esa parodia nuestra de inventar ángeles. ¿Acaso conviene evadir el llamado de la tierra, postergar la memoria sobre nuestras familias, abatidas por la intolerancia racial y religiosa y aguardar pacientemente un milagro que nos cayera del cielo? ¿Ese es el objetivo de nuestra hermandad armenia: conformarnos con estar en casas ajenas que simulan parecernos propias? ¿Acaso se nos acabaron los sueños como para abandonar nuestras raíces milenarias y olvidarnos de Nuestra Tierra, embebida de la sangre de Nuestros Ancestros? A veces me pregunto: ¿en qué clase de individuos nos ha tornado el destino en apenas noventa y cuatro años de exilio? Si la vida implica conformarse y resignarse porque “ATZVATZ MEN-ZE”, entonces la armenidad; nuestra armenidad habrá perdido esa innata efervescencia que durante siglos y más siglos la caracterizó y la mantuvo despierta, pese a todo y contra todo.
Hay odios que han perdurado añares hasta que finalmente se les halló la santa solución. Nosotros ni siquiera hemos movilizado nuestra energía y nuestra inteligencia para resolver ese rompecabezas con Turquía que nos tiene a maltraer. ¡¿Cuándo nos tocará ponernos los pantalones largos para desfilar nuevamente como nación ante la platea del mundo…?! Pienso y no creo equivocarme: los armenios hemos heredado el orgullo de nuestros antepasados; orgullo: que no hace más que confundir los horizontes en espejismos. No sé, pero la actitud de mis hermanos me da a entender que se han dado por vencidos antes de intentar ahuecar las alas y apuntar hacia un destino común.
Mis sospechas caen principalmente sobre aquellos señores que ocultan la cara creyéndose amparados tras las proclamas del pasado entonando a los cuatro vientos vetustos cantos patrióticos. Mi apología está dirigida hacia la sabiduría del pensamiento que no supimos manejar, pues todas la guerras se ganan alcanzando la paz y los odios se curan con olvido.
Remontando la historia de nuestro tradicional orgullo, me viene a la memoria aquella anécdota que le costara la cabeza al Rey de Armenia Artavazd, hijo menor de Dicrán el Grande. Derrotado por los Romanos, encadenado y desfilando como trofeo de guerra con toda su comitiva ante la lujuriosa Cleopatra sentada en su palco de honor junto a su amante Marco Antonio. Por negarse a inclinarse ante ella, el Rey de Armenia fue decapitado a la vista de todos.
Usted, haga su propia conclusión de la moraleja…

10/Agosto/2009
Rupén Berberian

FORJAR UN PLAN NACIONAL

Si seguimos dividiendo nuestra armenidad en sectores, amaneceremos con un pie fuera de este mundo.
Hace escasos cien años que peligró nuestra existencia en los territorios armenios usurpados por Turquía. Hoy se habla de Artzaj (Nogorno Karabaj), que estaría en peligro de ser invadida por su vecina Azerbaidjan, lo que significaría también la desaparición sistemática de Armenia, Libre e Independiente. Así y de esa forma, mirando para el otro costado, se perdió el noventa por cien de nuestra Armenia Milenaria. Así y de esa forma se abandonó Nejicheván, tradicionalmente armenio, a los azeríes.
¿Y por qué nos suceden esas desgracias? Porque nunca tuvimos un Plan Nacional que ejecutar; por lo menos eso creo. Turquía sí la tiene, ha adoptado a los tártaros azeríes como fieles mascotas y a otras mascotas de la misma calaña y ha encerado a Armenia dejándola prácticamente sin respiro y con escasos recursos naturales. No olvidemos que Turquía quedó con la sangre en el ojo por no haber podido liquidar por completo al pueblo armenio y hoy cree llegar su oportunidad de completar su hazaña sonriéndole a la Pequeña Aldea y apuñalándola sin discreción por las espaldas.
Si desde un principio hubiésemos remado todos juntos es muy posible que hubiéramos tocado el puerto deseado. Pero aquí estamos, diseminados por el mundo y Nogorno Karabaj, nuestro ejemplo de heroína se encuentra en peligro. Mientras mueren nuestros jóvenes peleando en sus fronteras, nos ilusionamos en los resultados de un partido de fútbol contra un equipo turco.
Si Turquía tuviese buenas intensiones con Armenia, por lo pronto, habría ordenado a su querida mascota el cese del fuego de forma inmediata, le habría enseñado buenos modales y le habría censurado las matanzas de Sumgait, de cuando el ejército azeri atacó a traición a los moradores armenios de su territorio.
Tanto Azerbaidjan como Armenia saben que la repartija que surgió gracias a la generosa intervención del Señor Stalín no fue justa y sigue no siendo justa, pero se trataba de órdenes incuestionables del Soviet Supremo. Así perdimos también Kars y Ardahan y la salida al mar que le correspondía a Armenia. Así perdimos a Van y también nos fueron quitado nuestras herencias milenarias y eso, porque nunca tuvimos un Plan Nacional donde jugarse el todo o nada, pero todos juntos. La diáspora no puede quedarse con los brazos cruzados y abandonar Karabaj a los lobos.
En realidad poco importa que Armenia, Libre e Independiente no considere a la diáspora como parte insustituible suya y la use explotando sus sentimientos. No en vano insisto en que debemos salir “Sí o Sí” de ese letargo que nos cegó noventa y cuatro largos años. Debemos darnos la mano y entre todos trazar planes y tener proyectos para nuestro futuro como nación; unir todos los recursos y los esfuerzos para consolidar nuestro despegue definitivo que no es, ni será fácil, pero debemos intentarlo. Porque si perdemos a Artzag habríamos permitido amputar otro miembro vital de nuestra existencia armenia. Ya no tendríamos otra oportunidad de rescatar nuestras raíces.
Armenia y su pequeña hermana no deben jamás ser ajenas a la diáspora, como tampoco la diáspora permanecer ajena a ellas. Somos todos armenios en el corazón y si hemos resistido tormentosos cinco mil años, tendremos que resistir otros cinco mil años, pero ordenadamente, inteligentemente, unidos bajo una sola consigna. Turquía no trató de aniquilar a los armenios por sus lindos ojos, sino que temía su inteligencia, obraba racionalmente llevado por su temor, porque el poder nubla la razón. Sabía que tarde o temprano los armenios iban a dominar Turquía y su plan nacional “Panturquismo” fracasaría. Exactamente lo mismo sucedió en Alemania con los judíos, exactamente lo mismo está sucediendo en Palestina.
Hoy es nuestra oportunidad de poner en práctica nuestra inteligencia tan temida por los turcos en bien de nuestra hermandad armenia. A partir de hoy tenemos que actuar con mucha prudencia y desconfiar de las risas de las hienas.

5/Agosto/2009