jueves, 17 de junio de 2010

EL AYER AGUARDA

Por lo menos me complace comprobar que hay quienes se preocupan por el bienestar de la comunidad armenia de la diáspora, exponiendo propuestas de cómo armar el esqueleto de una mutual que haría la vida de nuestros ancianos más placentera y más segura. Incluiría préstamos, atención al enfermo, socorro psicológico al desahuciado y todo aquello que incluya una mutual de Beneficencia y de Solidaridad.
Desde luego aplaudo la iniciativa, pero según creo, se trataría de acomodar el destino de los descendientes, huérfanos del genocidio armenio hasta tanto los mismos vayan desapareciendo por turno de la faz del extranjerismo.
Mi propuesta, lamentablemente, difiere enormemente a la de ese señor de tan nobles sentimientos. Desde que tomé noción de mi extranjerismo, no dejo de cuestionarme el hecho de encontrarme lejos de mis raíces ancestrales y de pensar, si entre todos, todavía, no se podría encontrar una manera de planear el regreso a la Madre Tierra. Tendría sus inconvenientes, desde luego, aunque no más que las que tuvimos siempre. El mundo en que habitamos, nosotros los desterrados armenios, no es otro que un complejo habitacional que alquilamos, una torre de Babel donde se confunden idiomas, costumbres, culturas y criterios. No nos olvidemos que existen grandes abismos entre los buscadores de tesoros y nosotros que compartimos esa vecindad. Aquellos poseen sus países y si lo desean, podrían regresar a ellos, puesto que son respaldados moral y económicamente por los mismos, mientras que nosotros nos hemos quedado fuera del mapa.
El mundo nos ha servido de abrigo, es cierto, y nos ha impartido grandes enseñanzas, también es cierto. Nos hemos sabido ganar el pan de cada día y un lugar entre las naciones, pero seguimos siendo mentalmente extranjeros, huérfanos de un país que está entre las garras del enemigo que masacró a nuestros padres y abuelos. Hemos sido acogidos en todas partes con los brazos abiertos y estamos agradecidos. Sin embargo, les estaríamos debiendo más, muchísimo más, si esas mismas naciones intervinieran a favor de nuestros justos reclamos ante Turquía.
Nuestro antídoto es, sin lugar a dudas, nuestra Tierra Madre: el Suelo de nuestros ancestros. Entiendo que es difícil imaginar un “Volver”, sin que estén dadas las condiciones y allanado el camino. Costaría pensar en abandonar todo el bienestar adquirido en el exilio para reanudar una nueva existencia sobre suposiciones e incertidumbres. Pero, si lográsemos acorralar diplomáticamente a nuestros verdugos, exigirles la devolución de todo aquello que nos ha sido robado y tuviésemos asegurada una paz duradera entre ellos, y aunque compartamos nuestro pan con nuestros hermanos kurdos que erraron su conducta con nosotros, la historia nos sonreiría a todos por igual.
¿Usted, se negaría a ello?
En honor a la verdad, Armenia, Libre e Independiente es tan sólo un sagrado apéndice de nuestra Tierra Madre, apenas un trozo de nuestra historia, acaso una reliquia sentimental; pero nada más. Tengamos en cuenta que junto a nuestros parientes cercanos diseminados en el territorio turco, habremos recuperado el eslabón perdido.
Rupén Berberian
6 de Febrero de 2010

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