martes, 19 de enero de 2010

MERCENARIOS DEL PODER

En los días de calor y humedad los insectos voladores, encandilados, se aglomeran en derredor de los faroles y al contactarse con las lámparas mueren chamuscados. El pez es atraído por una lombriz colocada en la uña de un anzuelo. Los pobres son seducidos por las sonrisas de los adinerados y los pueblos, engolosinados tras el capitalismo, encuentran su perdición rifando su honor por un mercader de turno. Me estoy refiriendo a Armenia, Libre e Independiente, (Dios sabe hasta cuándo). Sus dirigentes con tal de patear el tablero y sentirse vanagloriados, se olvidan que en el terreno hay otros hermanos muchos mejor perfilados. Se me hace que la diáspora le estuvo engordando demasiado la vanidad que se les subió el humo a la cabeza. ¿Quién no desearía la paz para la región? Pero, bajo qué condiciones… No se puede hacer ningún pacto, ninguna concesión con Turquía sin una aprobación previa con la diáspora armenia. Un acuerdo unilateral sería una traición a la armenidad. ¡Una traición, por dónde se la mire! Si Armenia, con tal de abrir su frontera con Turquía accede a firmar algún acuerdo secreto sin que se haya resuelto el tema del Genocidio, la suerte de los desterrados sobrevivientes y la detención de las continuas agresiones de los azeríes contra Artzaj, sería un rendimiento incondicional: un suicidio para Armenia; un deshonor para todos nosotros; un arrojar por la borda el esfuerzo de años y las esperanzas... Turquía entraría a Armenia por la puerta grande y asunto liquidado.
Se me hace que la desorientación de los mandatarios de Armenia está en su punto más peligroso. Quieren demostrarle al mundo que son inquebrantables y capaces de ganarles la simpatía a los desalmados Mercenarios y Usureros de los Estados Unidos. Están simplemente jugando con fuego, engañados por una lombriz que coquetea en la punta de un anzuelo. Se olvidan que Armenia sin la diáspora y sin su respaldo en Rusia, no es más que una reliquia de un pasado. Que sin la diáspora como timón, Armenia iría a la deriva en menos que cante un gallo y nuestro temor consiste en que llegue a encallar y la tengamos que perder para siempre. Parece mentira que desde la caída de la Unión Soviética, Armenia comenzó a hundirse moral y económicamente, casi sin darse cuenta, ni percatarse de sus errores. Parece mentira también, que desconozca las virtudes, los aportes y todo lo bueno que le significó como adelantos, pertenecer a la Unión soviética. Nosotros, los huérfanos del exilio, en vez de ocuparnos de nuestro destino e idear nuestro regreso a casa, estamos poniendo nuestra energía a disposición de unos ebrios del poder, con tal de sacarlos del barro y resolver sus conflictos morales. Quienes día tras día traicionan alevosamente nuestra causa común, expulsando de sus casas, de una forma u otra a sus ciudadanos, mientras ellos, agraciados, indiferentes se revuelcan en la aparatosidad de la opulencia, regidos por la mafia. Ya no les quedan industrias, Armenia no posee exportaciones serias, ni recursos naturales destacables, para colmo, se encuentra asediada por enemigos. Me pregunto: ¿Dónde quedó nuestro orgullo como pueblo, nuestra cultura tradicional, nuestros sabios, nuestros artistas y científicos? ¿Otra vez tenemos que lamentar no saber enderezar nuestra columna vertebral? La pobreza, los terremotos, nuestros hijos que mueren acribillados en las fronteras, la tragedia en el Parlamento, el avión que desaparece, las cárceles abarrotadas de presos políticos y ahora esto: La desesperación por firmar cuánto antes la “capitulación” con el enemigo, un engendro de mongoles, disfrazados de hombre de bien. ¿Se habrán vuelto enceguecidos nuestros hermanos que no les importa saber que debajo de ese disfraz, de esa carátula de hombre civilizado esté la del verdugo turco tártaros, usurpador de nuestra Tierra Madre?


5/Septiembre/2009
Rupén

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