martes, 19 de enero de 2010

LOS VENERABLES…

Los que allá y a lo lejos movilizaban a los armenios en reclamo de sus derechos fundamentales, era gente abnegada, lo que se dice: Hermanos Del Alma. En aquellas épocas la masonería era la idea salvadora que uniría al mundo, fue con la que se trabajó la moral de nuestro pueblo. Con que un masón turco sería virtualmente el hermano masón de un armenio y se debían respeto, confianza y solidaridad y sin embargo, los turcos hicieron prevalecer su instinto salvaje haciendo caso omiso a las consignas masónicas, develando su envidia y su odio hacia los armenios. Guardaron los mandamientos masones en remojo y salieron al frente con otras consignas: Matar Cristianos. Y Caín mató a Abel y eran hermanos. Eso sucedió con los armenios en su territorio usurpado por Turquía. Muchos de los dirigentes armenios “masones” confiaron plenamente en la honestidad de sus rebuscados VENERABLES hermanos “masones” turcos mongoloides. Era de esperar que la gran Hermandad Masónica Mundial interviniera en el asunto, atemperara los ánimos caldeados e hiciera que el turco recuperara la razón. Pero Caín mató a Abel siendo hermano. ¿Por qué lo hizo? ¿Importa acaso por qué Turquía haya asesinado a un millón y medio de armenios, de ciudadanos turcos, sobre sus propios terruños? Motivos, podrían haber miles, lo que cuenta es que Caín mató a Abel, porque Abel no se imaginaba que su propio hermano sería capaz de asesinarlo. Los armenios “masones” no se imaginaban que los VENERABLES turcos “masones” serían capaces de transgredir las leyes masónicas. Cuando los armenios se dieron cuenta de su error de apreciación y que Turquía les caería encima de un momento a otro, ya era tarde. No obstante, algunos grupos aislados resistieron con lo que tuvieron a mano, demostraron mucho coraje, eso sí, aun sabiendo que estaban perdidos y que sus reliquias históricas se les escapaban de las manos.
Nos han acostumbrado a que, en las historietas de aventuras, al final del cuento, ganan los buenos sobre los malos. En esa oportunidad cambiaron los papeles, quienes ganaron fueron los inhumanos turcos mongoloides. Armenia Histórica y Milenaria se perdió, de ella quedó apenas un diez por ciento de su territorio, hoy reconocido como República Armenia, Libre e Independiente. De eso ya han pasado noventa y cuatro años añorando la buena de Dios. En esos noventa por ciento de Armenia usurpado, no se ha movido ni una piedra y, si me lo permiten; les diría lo que intuyo sobre el por qué de ese aparente desinterés de parte del agresor: Turquía presiente íntimamente que tarde o temprano habrá de rendir cuentas con los sobrevivientes del genocidio y que esos territorios volverían a sus verdaderos dueños como pago de indemnización. Quizá, muchos creerán que divago, que me sobran fantasías. A esos queridos hermanos, les diría que el tiempo que corre nos favorece y mi conjetura se basa en que: si Turquía hubiese deseado ocupar y poblar esos territorios, lo hubiera hecho, ya que nada, ni nadie se lo habría impedido. Da que sospechar, ¿verdad? Pese a todos los pesimistas y los inmaduros incrédulos, algo me dice que a la larga o a la corta Turquía los ofrecerá como moneda fuerte en canje, además de las correspondientes disculpas, a nuestros hermanos de la diáspora. ¡Recuérdenlo! Si mis conceptos no hieren su vanidad, tomen mis palabras como una profecía. Aunque nadie me lo crea, no son mis deseos que se imponen por sobre mi lógica. Mi intuición me los dicta. Armenia ha de volver a casa, al Árbol De Los Pájaros Perdidos, hacia donde pertenecieron nuestros ancestros, las raíces de más de cinco mil años, de ganar y de perder. Será con otros brillos, otra fisonomía y otra mentalidad, para abrazarse con sus hermanos de sangre, silenciados en el territorio turco.


9/Julio/2009

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