martes, 19 de enero de 2010

FORJAR UN PLAN NACIONAL

Si seguimos dividiendo nuestra armenidad en sectores, amaneceremos con un pie fuera de este mundo.
Hace escasos cien años que peligró nuestra existencia en los territorios armenios usurpados por Turquía. Hoy se habla de Artzaj (Nogorno Karabaj), que estaría en peligro de ser invadida por su vecina Azerbaidjan, lo que significaría también la desaparición sistemática de Armenia, Libre e Independiente. Así y de esa forma, mirando para el otro costado, se perdió el noventa por cien de nuestra Armenia Milenaria. Así y de esa forma se abandonó Nejicheván, tradicionalmente armenio, a los azeríes.
¿Y por qué nos suceden esas desgracias? Porque nunca tuvimos un Plan Nacional que ejecutar; por lo menos eso creo. Turquía sí la tiene, ha adoptado a los tártaros azeríes como fieles mascotas y a otras mascotas de la misma calaña y ha encerado a Armenia dejándola prácticamente sin respiro y con escasos recursos naturales. No olvidemos que Turquía quedó con la sangre en el ojo por no haber podido liquidar por completo al pueblo armenio y hoy cree llegar su oportunidad de completar su hazaña sonriéndole a la Pequeña Aldea y apuñalándola sin discreción por las espaldas.
Si desde un principio hubiésemos remado todos juntos es muy posible que hubiéramos tocado el puerto deseado. Pero aquí estamos, diseminados por el mundo y Nogorno Karabaj, nuestro ejemplo de heroína se encuentra en peligro. Mientras mueren nuestros jóvenes peleando en sus fronteras, nos ilusionamos en los resultados de un partido de fútbol contra un equipo turco.
Si Turquía tuviese buenas intensiones con Armenia, por lo pronto, habría ordenado a su querida mascota el cese del fuego de forma inmediata, le habría enseñado buenos modales y le habría censurado las matanzas de Sumgait, de cuando el ejército azeri atacó a traición a los moradores armenios de su territorio.
Tanto Azerbaidjan como Armenia saben que la repartija que surgió gracias a la generosa intervención del Señor Stalín no fue justa y sigue no siendo justa, pero se trataba de órdenes incuestionables del Soviet Supremo. Así perdimos también Kars y Ardahan y la salida al mar que le correspondía a Armenia. Así perdimos a Van y también nos fueron quitado nuestras herencias milenarias y eso, porque nunca tuvimos un Plan Nacional donde jugarse el todo o nada, pero todos juntos. La diáspora no puede quedarse con los brazos cruzados y abandonar Karabaj a los lobos.
En realidad poco importa que Armenia, Libre e Independiente no considere a la diáspora como parte insustituible suya y la use explotando sus sentimientos. No en vano insisto en que debemos salir “Sí o Sí” de ese letargo que nos cegó noventa y cuatro largos años. Debemos darnos la mano y entre todos trazar planes y tener proyectos para nuestro futuro como nación; unir todos los recursos y los esfuerzos para consolidar nuestro despegue definitivo que no es, ni será fácil, pero debemos intentarlo. Porque si perdemos a Artzag habríamos permitido amputar otro miembro vital de nuestra existencia armenia. Ya no tendríamos otra oportunidad de rescatar nuestras raíces.
Armenia y su pequeña hermana no deben jamás ser ajenas a la diáspora, como tampoco la diáspora permanecer ajena a ellas. Somos todos armenios en el corazón y si hemos resistido tormentosos cinco mil años, tendremos que resistir otros cinco mil años, pero ordenadamente, inteligentemente, unidos bajo una sola consigna. Turquía no trató de aniquilar a los armenios por sus lindos ojos, sino que temía su inteligencia, obraba racionalmente llevado por su temor, porque el poder nubla la razón. Sabía que tarde o temprano los armenios iban a dominar Turquía y su plan nacional “Panturquismo” fracasaría. Exactamente lo mismo sucedió en Alemania con los judíos, exactamente lo mismo está sucediendo en Palestina.
Hoy es nuestra oportunidad de poner en práctica nuestra inteligencia tan temida por los turcos en bien de nuestra hermandad armenia. A partir de hoy tenemos que actuar con mucha prudencia y desconfiar de las risas de las hienas.

5/Agosto/2009

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