miércoles, 18 de marzo de 2009

¿YO? ARGENTINO...

Si lo fuera, me callaría como las demás gentes de mi entorno que no ven más allá de la punta de sus narices.
Si lo fuera, no intervendría en los asuntos de la sociedad que no incluyan mi interés personal. No me asombraría que la misma les otorgue el visto bueno a quienes compran drogas por amor a la patria y se olvidan de cuestionar a aquellos que se pavonean comercializándolas por amor al arte. Cuando me entere que fueron confiscadas ocho mil quinientos kilos de estupefacientes y no diez mil redondos, lo interpreto, como que se habrían perdido las restantes diez mil quinientos por el camino o consumidas por las ratas del vecindario. No me ocurriría sugerir a los apoderados de la ley que les pregunten a los propios consumidores quienes son sus proveedores y a estos, quienes son sus despachantes y productores por miedo a que caiga en la volteada algún tiburón imprevisto. No haría nada de eso, porque ¡Yo; argentino! Preferiría hacerme el distraído y no ser señalado por el público como traidor de la burro-cracia ciudadana.
Si fuera argentino no me pronunciaría al ver que me roben el vehículo por miedo a que encima me maten como un valor agregado. No señalaría, ni denunciaría a los desarmaderos y a los depravados por temor a ofender el buen nombre y honor de ciertos jerarcas puestos al servicio de la comunidad. No me ocuparía de los pormenores de los menores que roban, matan y asaltan a mano armada, sabiendo que a las pocas horas los encontraría pululando por las calles. Yo; argentino… No me opondría a nada de lo que ocurre en La Ciudad… Los menores de edad son considerados reliquias del futuro, por lo tanto, no se les prohíben el pillaje y el delinquir contra la ciudadanía; eso les da fortaleza, personalidad, prestigio, experiencia y les proporciona un oficio rentable. Los jóvenes, vagos, incultos y mal educados que no les apura ganarse la vida decentemente, no les queda nada que hacer más que asaltar a los comerciantes del barrio y robarles las carteras a las damas en la vía pública. Total el servicio militar obligatorio fue derogado y no tienen de qué ocuparse, más que emborracharse y embarazar a sus noviecitas. Los violadores, son quienes se encuentran sometidos a muchos apremios, tensiones psicológicas, económicas, pasionales y apuros fisiológicos. Además violar no cuesta dinero y es gratis; se ejerce en cualquier rincón poco iluminado de La Ciudad, incluso entre los yuyos. Cuando son denunciados y atrapados, los sueltan por buena conducta para que reiteren sus patrióticas hazañas. No me opondría a que ciudadanos de países limítrofes se apoderen como de sus casas de las casas abandonadas de la Ciudad, que se hagan atender gratuitamente en los hospitales nacionales y asistan a las escuelas públicas. Argentina es tradicionalmente generosa, compasiva y comprensiva con cualquiera que quiera maniobrar en su suelo.
Si fuera argentino no vigilaría de cerca de los trabajadores municipales cumpliendo con la tarea de colocar baldosas sobre contadas veredas para que al día siguiente aparezca otra patrulla a destrozar las mismas y que otro grupo, semanas más tarde, se presente para remendar las perforaciones abandonadas. No sería el caso de las avenidas y las calles principales por supuesto. Son asfaltadas a conciencia, gracias a un grupo de trabajadores especializados, montados sobre costosas maquinarias importadas y, una vez finalizada la reforma; las avenidas y las calles sean nuevamente transitables, concurren otros especializados para destrozarlas y sembrarlas con pozos de todos los tamaños. Total: cada uno y su especialidad, algunos con la orden de mejorar y otros para empeorar, así todo el mundo trabaja y la población de la ciudad, engañada con las parodias, suda impuestos sin mosquearse. En hora buena, las empleadas públicas malhumoradas e histéricas están siendo reemplazadas por computadoras amaestradas y amables, aunque muchas veces carentes de sistema. La educación… pues que se joda; un delincuente más o uno menos no cambiaría la situación del país el día de mañana; engordar las arcas de los amigos es primordial para un gobernante que pretende abrazarse al Sillón Presidencial. A los jubilados se les fue robando sus derechos desde que tengo memoria. Adicionarles una limosna es también engañarlos; pero, tras una máscara de solidaridad. Del fisco, ni hablar: ¡Yo; argentino! Los mecánicos, los restaurantes, los médicos, dentistas, carnicerías, verdulerías y pescaderías, amén de tantos otros rubros, aunque les roban al fisco, son absueltos por las dudas que entren en huelga y paralicen el país. Los talleres clandestinos de costura coreanos y bolivianos utilizan esclavas y los tratantes de blancas y no tan blancas atraídas de los países linderos terminan siendo lechuguitas para el canario del comisario. Total: ¡Yo; argentino! No he visto nada, no escucho nada, me encierro tras mis rejas de la puerta de calle y observo correr el tiempo.

2/Marzo/2009

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