martes, 24 de marzo de 2009

LA VIDA ME ENSEÑÓ

Ciudades armenias de fronteras como Kaisaría habitada por los Laz, descendientes de la antiquísima raza Hititas. Urfá, que había sido baluarte de los reyes de Asiria y Babilonia; Tarsós, donde el rey de Asiría Sardarriapalo dejó esculpido un pensamiento de su pueblo que decía: “GOZAD DE LOS PLACERES DE LA VIDA CUÁNTO PODÁIS YA QUE TODO LO DEMÁS SÓLO ES SUEÑO”. Ciudades como Mardín, que siglos atrás desafiara nada menos que las hordas del vandálico Temerlán. Ciudades heroicas como Hadjín (Hadyín), Zeitún, Ván, Erzerúm y muchas otras, diseminadas desde el Mar Caspio hasta el Mediterráneo, combatieron en todas las épocas hasta el último suspiro por una Armenia libre, aún así fueron saqueadas y convertidas en ruinas.
Trozos de columnas, pedestales y lápidas grabadas que ostentaban las murallas de las ciudades de la otrora concurrida altiplanicie Armenia, han sido saqueadas y destruidas y la región se halla en la actualidad convertida en desolación, en una impresionante soledad, ausente de árboles y de pájaros. Hoy, la mayor parte de ese territorio milenario es un sepulcro abierto entre rocas y cruces de piedra, sus templos se hallan destruidos y sus iglesias, no hace mucho, ardieron como antorchas junto a sus fieles.
Hasta aquí la anécdota. Mientras los países del mundo nombran sus triunfos, sus conquistas y trofeos, Armenia Milenaria lustra sus cicatrices y le reza al cielo. Y qué reconfortante para un hombre como yo, de pronto enterarse de todos esos acontecimientos, de todo ese desastre. Ruinas, masacres y muerte y otra vez ruinas, masacres y muerte. Al final, ¿qué somos nosotros? ¿Emisarios del cielo o somos los inmortales del Caucaso? ¿Qué es ese milagro que todavía nos mantiene de pie, mientras que muchos otros han sucumbido y desaparecido para siempre? Siglos tras siglos, golpe tras golpe… ¿No será que con ello estuvimos pagando con nuestras vidas, culpas que cometimos en algún pasado del pasado?
Porque hasta donde sabemos, nuestra historia, salvo excepciones, no refleja más que periodos nefastos y de sometimiento. Me preguntaría: al principio de los principios ¿quiénes éramos los armenios y cuál habría sido nuestro comportamiento ante Dios? Lo que sé, que en la rotación de las especies incluyendo al hombre, siempre existió una disciplina celestial predominante que muchos reconocen por: “Justicia Divina”.
Hoy sabemos lo ocurrido, pero ignoramos los motivos que movilizaron a que esa supuesta “Justicia Divina” tomara represalia en contra nuestro. La vida nos acaba de enseñar que nuestra conducta se cotiza en la bolsa de la eternidad. No obstante mi ateismo religioso, consiento la existencia de algo superior que no le cabe explicación alguna en la mente humana.
Más allá de todo lo dicho y lo versado, sabemos que el tiempo no es tal como lo medimos y que los horizontes acaban donde comienzan otros horizontes, que la vida es un simple episodio de una larga novela en la que vamos rindiendo cuentas sobre nuestro proceder, que un ser humano o una multitud de semejantes no son más que cifras; que el pasado no existe, que el presente acaba de agotarse y el futuro no es más que una ilusión dentro de la incertidumbre.
Y ahora, permítanme fantasear, diciendo que las estrellas son los ojos del Hacedor del Universo y si eso fuese cierto, desde las alturas, un ser humano o un millón de seres humanos no llevan ninguna incidencia sobre la rotación de los astros. Somos, si se quiere, apenas una mera insignificancia comparados con La Verdad desconocida. La vida me enseñó que al sostener con ambas manos el mástil de mis ilusiones, soy capaz de abrirme camino hacia la eternidad. Nadie me aseguraría que el pasado alguna vez existió y que la historia no es más que puro cuento.


9/Diciembre/2008

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