miércoles, 5 de marzo de 2008

¿YS I TURQUIA RECONOCE EL GENOCIDIO DE ARMENIOS?

¿Me pregunto, ¿qué pasaría si Turquía reconoce oficialmente el genocidio perpetrado contra la comunidad Armenia, le pida perdón a la humanidad por haber cometido el crimen más atroz de los últimos tiempos, indemnice a los sobrevivientes de la diáspora, entable buenas relaciones con Yerevan, convenza a sus hermanos los tártaros de Azerbaidjian que dejen de hostigar a los armenios y que se olviden del odio… ¿Qué pasaría? Mis hermanos de la diáspora y yo nos encontraríamos tan desorientados que no sabríamos si convendría renunciar a nuestro sentimiento armenio tanto tiempo defendido o bien, seguir aferrados a los recuerdos hasta nuestro último aliento. Si eso ocurriera, nuestro país de origen se convertiría en una Meca, en un peregrinaje turístico obligatorio y no obstante, creo que nadie regresaría para habitarlo. En nosotros sólo quedarían vigentes las añoranzas y una triste historia lapidada en nuestros corazones. Sería similar a lo ocurrido con Francia y Alemania, cuando toda su existencia fueron enemigos. Hoy ambos países han descubierto las bondades de una fraternidad que parecía condenada a desaparecer para siempre. Si los armenios de la diáspora pudieran borrar, aunque por breve lapso el espectro del genocidio, verían a los turcos como seres humanos y no como ogros y verdugos. Estoy seguro que tanto el turco como el armenio revalorizando su fe en la humanidad, recuperarían la dignidad perdida. Turquía pudo creer que con eliminar a los armenios ganarían en su autoestima y me parece que no fue todo lo planeado. Lo que Turquía logró fue acumular odio y más odio. Dicen tener un Dios, ese mismo Dios que adoran ¿no les llegó al alma para reprocharles su conducta mientras eliminaban al millón y medio de armenios? ¿Conocían acaso la historia de Caín y Abel? Supongo que no. El Sagrado Corán no lo debe incluir en sus páginas. Pero incluye otras moralejas, noblezas de conducta, que no fueron interpretadas ni obedecidas. Cuando asesinaban a los armenios, ¿acaso actuaban como musulmanes o como bestias incultas, heredadas de sus abuelos tártaros y mongoles? Se me hace que sería imposible que rezaran a Ala para atentar contra quienes rezan al mismo Dios. En sus corazones se habría infiltrado el “Sheitán”. Ellos como nadie reconocen su existencia. El mismo Sagrado Corán previene a los creyentes musulmanes de su mal. El fanatismo es contagioso y es una enfermedad que, llegado el momento, podría arrastrar multitudes de energúmenos enardecidos. Cuando se instale la paz en los corazones y afloren nuevamente las virtudes humanas, tanto el armenio como el turco entenderán que con la extinción de un pueblo se está saboteando la obra de Dios. Bien saben que matar a alguien es matar en él no sólo el soplo divino, sino el principio de una humanidad venidera. A veces pienso que en el fondo Turquía fue inocente, fue aconsejada, inducida maliciosamente y conducida al crimen por el demonio en persona. Claro que el demonio en cuestión no es precisamente una criatura parecida a un murciélago, el demonio puede usar el disfraz que mejor le cae, es un espíritu maligno que incorpora y adopta figuras humanas para lograr su cometido. Caso contrario no se explica que haya habido almas caritativas entre la población turca quienes ocultamente socorrieron a armenios durante las masacres. Mi madre Chamiram a los seis años y Areck, su hermana, de ocho años fueron cobijadas por una familia turca, mientras que el resto de su familia era siendo degollada en Deyarbekir, hoy territorio usurpado por Turquía. Hace siglos y más siglos que estamos figurativamente asistiendo sin querer a una de las peleas más dolorosas del género humano; la de la injusticia y la intolerancia racial. En vano hacemos fuerza comprometiendo nuestra energía para que la justicia triunfe, que el bien derrote al mal. En nuestro interior perdura un duelo entre dos fantasmas milenarios, uno fuerte y otro débil al que mentalmente, como es normal, apoyamos, sabiendo fehacientemente que si la pelea se define, nuestra pasión acabaría y cada uno volvería a contemplarse en su propio espejo de vanidades, como tratando de iniciar un nuevo concepto de la vida. Pese a todo, la vida nos ha enseñado a seleccionar hermanos entre los hermanos, sin olvidar quienes nos brindaron su respaldo afectivo en los momentos cruciales de nuestra existencia. Por lo visto cinco mil años no alcanzan para elaborar una conciencia de amor y de hermandad. Nuestro cerebro sigue siendo calibrado a base de ingenuidad. No me animo a decir que seguimos siendo animales por miedo a ofender a los animales tildándolos de ignorantes.

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