miércoles, 5 de marzo de 2008

LAS MARIPOSAS

Confieso que las mariposas doradas siempre fueron mi meta, las estuve buscando durante muchos años y recién las pude hallar cuando me encerré debajo de mis párpados. Allí estaban como aguardándome y yo que solía ir a buscarlas lejos, muy lejos en medio de mis irrealidades. Fue cuando descubrí la diferencia entre estar satisfecho y estar feliz, porque uno puede estar feliz y nunca sentirse satisfecho. O bien, sentirse satisfecho y no saberse feliz. Tal vez lo más dificultoso es la toma de conciencia. Otros dirán: tanto el estar feliz como el estar satisfecho, dependen de saber conformarse o de saberse conformar. A mí me podían conformar con un caramelo o dos a lo sumo, pero mis pretensiones no iban para más; era un niño. Por supuesto que a mi edad, estar feliz implica saber conformarse y saberse conforme y eso casi nunca ocurre. Porque cuando más quiero, cuánto más quiero, más quiero querer, incluso con ello suelo superar mis propias y variadas necesidades. Cuando era joven, mucho más joven que ahora desconocía la felicidad como desconocía que respiraba y que también vivía, mi meta era cazar satisfacciones hasta el agotamiento. Me decía una vuelta más y con ella sería la última y eso jamás ocurría. Era lo mismo ir juntando monedas en mi alcancía y cuando la misma se llenaba y estaba a punto de desbordar, insistía en agregarle más y más. Claro que en aquel tiempo era demasiado pequeño para razonar y no podía controlar mis impulsos de vanidad y de codicia. Supongo lo mismo acontece con los adinerados, no pueden controlar sus impulsos y su codicia, porque en el fondo saben que no han crecido. Y el hecho de acumular riquezas les rinde grandes satisfacciones ya que presienten que nada les pertenece entonces tratan de torcerle el brazo a la realidad. Todo aquello que no nos pertenece y que logramos alcanzar, aunque fugaz y provisorio alimenta nuestra vanidad y nos brinda satisfacción. Algunos dirán: el placer esta en la diversificación y los harenes existieron con este fin. Las mujeres se convirtieron en objetos de placer. Recién cuando el hombre lograba enamorarse de alguna, su mismo sentimiento lo guiaba hacia las mariposas doradas que anidan debajo de los párpados. Cuando tuve por primera vez mi primera moneda de oro me sentí más feliz que cuando tuve veinte, porque las veinte me provocaron preocupación y me quitaban el encanto inicial. Diría que tampoco estaba satisfecho con tan pocas, mientras podía llegar a más. ¿Querer más, es pecar de vicioso? ¿Las posesiones mundanas son borracheras? Vayamos por parte: si necesito diez monedas para vivir y gano cien, teóricamente les estoy quitando a otros, noventa monedas que les haría falta para su sustento. El tema se complica cuando comienzo a dudar por si al día siguiente ganaría esas diez monedas. La incertidumbre y los miedos que nos heredó el espectro de las guerras, permanece plasmado hasta nunca en nuestros recuerdos. El hecho de ganar cien, supuestamente superarían las dudas y eso me llevaría a acumular más y más monedas, ilusionado con que estaría esquivando definitivamente problemas futuros, sin percatar que con ello me esté enviciando. Cuando antes necesitaba diez monedas para vivir y pudiendo ganar cien, comenzaba a privarme de cosas con tal de ahorrar algunas, inconscientemente daba a relucir las mezquindades de mi oculta personalidad. Y no me extrañaría que muchos millonarios acumulen fortunas pensando que han de aprovecharlas en sus próximas vidas, algo así como ciertas creencias hindúes, la de pasarla mal en esta vida para lograr mejorarla en la otra. Similar era la creencia de los Faraones de Egipto que preparaban su viaje al más allá, camino al sol, con todo lo necesario para el largo trayecto; oro, vajillas, alimentos y hasta canoas de papiro. Ellos a su manera también perseguían las mariposas doradas, en especial sus sacerdotes que se cegaban fijando la vista al sol, entonces la sensación de visualizarlas se producía debajo de sus párpados y eso los tornaba felices. Hay quienes mueren felices creyendo que al partir conocerán el paradero de esas mariposas.

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