miércoles, 5 de marzo de 2008

¿LOS SALVADORES?

¿Cómo puede ser que se cuestionen la conducta de ciertos países por los Derechos Humanos y a otros que cometen genocidio y estrangulan pueblos, la humanidad les sonríe, incluso los convierten en aleados comerciales? Tengo la impresión que el tema de los Derechos Humanos es una cortina de humo para ocultar maniobras fraudulentas y engañar la opinión mundial, mientras se firmen tratados comerciales con los criminales. ¿No será que los intereses de las naciones son más poderosos que la vida humana y todo lo demás son aparatosidades de un circo? Cuando en aquellos tiempos no tan lejanos, se repartían los países entre los europeos, se ejercía al igual que hoy, traiciones políticas. La vida ajena sigue importando poco y nada. Los franceses habían entrado a Marash, ciudad mayoritariamente poblada por armenios, supuestamente con intención de defenderla del genocida turco y ya sabemos lo ocurrido, la ciudad fue abandonada a su suerte y con las consecuencias desastrosas conocidas. Nosotros lo sabemos, el mundo no, por eso nuestro deber es remarcar la traición, por más que Francia haya resultado con el tiempo uno de los países más humanitarios para con los armenios. Aquel tiempo como ahora, la vida ajena valía y vale poco y nada. Lo importante es cacarear contra la injusticia mientras disimuladamente se cometen peores injusticias. La idea de las naciones emergentes es tratar de asociarse diplomáticamente a Dios y al demonio, por sí acaso. Lo fue siempre y lo seguirá siendo. Todo es un coqueteo con quien representa el poder y una pugna por la mayor tajada de la torta que produce amnesia. Mientras los demás se rompen los cuernos, el criminal descansa. Incluso los brazos largos de algunas naciones son considerados talentos innatos, son aplaudidos por los ingenuos y los esclavos con corbata. Asesinar a una persona sospechosa en otro país es un logro consagratorio mientras la hermandad de los asesinos lamenta aparatosamente no haber podido juzgarlo. O sea: un sospechoso carga con la culpa de las dudas y hay que eliminarlo para conquistar la paz, y el mundo se calla y el país asesino lo festeja con bombos y platillos como una de tantas proezas de habilidad y astucia, una más para agregar al libro de Guines o introducirlo en la Biblia para la memoria de los que vendrán: otra ejecución simbólica de un David que mató a Goliat haciendo estallar el vehículo en que viajaba. Si esto forma parte de los Derechos Humanos, yo sigo sin entender nada. Se me hace que el espionaje es el arte de la traición. Y los países poderosos son los que más artistas utilizan para sus safaris en las junglas de cemento de las naciones pertenecientes al “eje del mal”, ocupados por “sospechosos”. Para los países emergentes existen dos posibilidades de supervivencia: una, inclinarse ante el jefe de turno u oponerse a arrastrar cadenas impuestas. Ambas son de peligro. Dependería del azar y de cómo vienen barajadas las cartas. Los armenios se jugaron a todo o nada contando con el respaldo de los países cristianos de occidente y se equivocaron, en los países de occidente el cristianismo está contaminado, sufre el virus del descreimiento y es contagioso. Cristianos de fe cristiana, prácticamente no existen. Las cruzadas pertenecían a otras épocas. Los armenios murieron esperanzados en que su fe cristiana los habría de salvar, y así les fue. Diría que cayeron mártires de su fanatismo religioso y de su fe en Dios. Los únicos que podían haber salvado a los armenios y que me perdonen mis hermanos por lo que voy a decir, eran los turcos; sus verdugos; aún siendo criminales y de religión islámica. Tomando ese ejemplo, diría que los únicos que podrían salvar a los palestinos son sus verdugos, aun siendo criminales y de religión judía.

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