lunes, 13 de julio de 2009

PERDIDO, EN UN MUNDO PERDIDO

¿Cómo es que otros países que pertenecieron al círculo del Imperio Otomano Mongoloide se liberaron y volvieron a adquirir su fisonomía anterior y no ocurrió lo mismo con nuestra Haiastán Occidental?
Tengo entendido que Armenia, la Histórica, conformaba una Nación desde las épocas Urartianas, luego fue dividida en Reinos y Principescos y aún así, permaneció siendo una Nación, no un grupo de individuos de una minoría a merced de los forajidos y los lobos, como algunos la tratan de pintar.
Me pregunto, el Imperio Otomano Mongoloide que logró abarcar con su incultura casi toda África del Norte, Arabia y muchos países europeos cercanos a ella, las mismas lograron expulsarlo y Armenia no. ¿Qué y cuál fue el motivo? ¿Acaso nuestros hermanos se sintieron amparados? ¿Tuvieron miedo? Si Rusia no hubiera intervenido en el destino de la pequeña aldea; no hubiera estado defendiendo las espaldas de Yerevan, Armenia Oriental, hoy conocida por Armenia, Libre e Independiente, habría sucumbido al igual que su hermana mayor, la Occidental, lo mismo que Bizancio y la Armenia feudal, cuyo Rey de nombre Rosignan de origen francés, enterrado en París, lleva un epitafio que lo señala como el último Rey de Armenia. ¿En qué hemos pecado? ¿En nuestra naturaleza revoltosa acaso, en la elección de nuestra fe religiosa, en nuestra confianza desmedida en las acogedoras sonrisas de Occidente o en el error de no saber evaluar la intensión de los adversarios? ¿No conocíamos acaso quiénes eran los turcos mongoloides, de dónde procedían y qué clase de langostas eran? Porque quien pierde, algo de culpa tiene… digo… todavía no me es claro qué tengo que hacer aquí colgado en un rincón del mundo, tan lejos de mis Tierras Ancestrales… Alguien, alguien debe cargar con esa culpa y no atribuirla al destino, como queriendo imitar a aquél que en su oportunidad se lavó las manos. Si viene al caso, yo también sería parte de esa culpa, aunque no sepa en qué proporción hereditaria. Tal vez por haberme quedado a las expectativas, especulando con que otros resolverían mis problemas o porque gasté mis mejores años desinteresado en mis raíces, entretenido en veleidades mundanas, disfrutando de mis primaveras y de las manzanas del Edén. Mis familiares han muerto asesinados, mis padres fueron huérfanos, por consiguiente, como tantos de nuestros hermanos, fueron poco ilustrados. Conocían apenas o casi nada de su historia, salvo que Armenia no existía más, que Armenia fue el primer país cristiano oficialmente conocido, que Mateo y Bartolomé discípulos de Jesús, predicaron el cristianismo en Armenia, que el Ararat es la Montaña Sacra de la Armenidad y, que Turquía perpetró un genocidio donde fueron masacrados un millón y medio de hermanos nuestros y aquí se les acababa la tinta. El resto del repertorio consistía en ideas salpicadas que no hacían hincapié en nada, más bien servían para confundirlos aún más de lo que estaban; con que los kurdos, con que los gitanos, con que Taleat y el Sultán rojo… Urmía…, Van y el Sevan, y el Mar del Norte, y los Jach Kar… y Aní, con sus mil iglesias y la recordada y abultad fortuna en oro de los abuelos, empotrados en un rincón del sótano del establo, en Diarbekir, su ciudad natal. Y esto era todo… ¿Qué éramos, qué somos, quiénes somos y qué seremos, sin planes ni objetivos que adornen el futuro de nuestra amenidad de las diásporas? ¿Es acaso lo nuestro una mera fantasía…? Ese, es mi gran dilema como hijo de huérfanos, perdido en un mundo perdido. ¿Es acaso suficiente vociferar a los cuatro vientos comentando nuestra tragedia, ideando parodias que a nadie le interesa o, ponerse a trabajar, tratar de hallarle urgente solución a nuestro futuro incierto ante que fuese demasiado tarde?
La décima parte de Haiastán rescatada, gracias a Rusia, nos demostró que con el régimen soviético, Armenia, la de mis hermanos orientales, fue capaz de enderezar su columna dorsal por si sola y hoy, con una Armenia capitalista, jugando a la ruleta rusa entre Dios y el Diablo, Libre e Independiente, está arrojando a la deriva todos los logros obtenidos, los adelantos, la cultura y la conducta solidaria tradicional de nuestro pueblo, de la que nos enorgullecía y nos daba aliento de sentirnos armenios… ¿En qué estamos fallando? Perdón. A veces me desborda la pasión… Vuelvo a lo nuestro: ¿En qué están deliberadamente fallando los Jerarcas Mandamases de la lejana décima parte de Haiastán, de Nuestra Tierra Madre? O, ¿es que nuestra historia se repite como ha sido siempre: una reiteración de errores, de traiciones; siglos y siglos de no saber sostener la cabeza sobre los hombros, por el imaginario peso excesivo de los propios cerebros?


4/Julio/2009

No hay comentarios: