sábado, 16 de febrero de 2008

SORDO, MUDO Y CIEGO

Cuando era pequeño, esperaba la Navidad con tanta ansiedad por los regalos que me traería Papá Noel. Las noches previas al gran acontecimiento, juntaba mis zapatos, las pantuflas de mis padres, por ser más grandes, y los colocaba prolijamente al pie de mi cama. Por supuesto sin olvidarme de la carta con los detalles de mis modestas pretensiones.
En la medida que iba creciendo aquello seguía pareciéndome prefecto, porque consideraba que los niños debían practicar la esperanza, para que la misma no se pierda de grande. Sabía que la esperanza no era un don natural, que sólo se lograba a base de entrenamiento. Digo yo… ¿Papá Noel no encontró otro día del año para traer sus regalos como para distraer a los niños del sentido verdadero de la Navidad: “El nacimiento de Cristo en un pesebre, rodeado de animales”? La Navidad no es un mercado persa, una feria comercial fariseo. La gente la festeja sin saber qué festeja, arroja petardos, se emborracha y rodea un arbolito iluminado con guirnaldas y esto ¿a qué viene? No le veo ninguna relación con el nacimiento de una criatura, por lo menos eso creo. ¿Qué se quiere simbolizar?, ¿alegría? El hecho de que un niño nazca en un pesebre no creo que sea motivo de alegría, es más bien un drama y un evidente error de la sociedad imperante. Con que José y María eran pobres y su única propiedad era una burra con la que huyeron a Egipto. Me escuchó bien… ¿Huyeron a Egipto desde Belén…? ¡¿Sobre una burra?! Egipto, que yo sepa, no les quedaba a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, ¿de qué se alimentaban, dónde dormían en pleno invierno? ¿Aquello, respondía a un milagro o de este cuento yo no entendí nada? A mí, todo esto no me cierra. No me cierra tampoco que la gente aproveche a comprar regalos invadiendo los comercios por miedo a que al día siguiente los desvalije Papá Noel. Para mí, la Navidad es un momento de meditación y de revisar la conciencia; debería ser acogida con respeto, con humildad, austeridad y mantenerse en absoluto silencio. Recordar que cuando nace un niño los ruidos agudos le son molestos, con más razón los petardos. Recordar, que la Santa Familia era pobre y necesitaba abrigo y alimento, y ya que los pobres abundan todavía en todas partes, el hecho de dirigir la atención hacia ellos sería teóricamente darle una mano a niño Jesús. Al señor Papa Noel, Payaso Santo de los niños interesados, personificado por el padre, podría aparecer y sin previa programación, apeándose de un taxi o una limosina, no en un trineo surcando los cielos; y sin el cuento de la chimenea, porque siendo tan gordo no podría pasar por ella y, supongamos que lo haría, no se reconocería por el hollín. Otro de los inconvenientes es que ya no abundan las chimeneas a leña y en los departamentos prácticamente no figuran. Los fines de años deberían servir para hacer un balance de los éxitos y fracasos acontecidos durante todo el año. Son dos enfoques diferentes, completamente diferentes. Aquí sí se podría arrojar petardos y hacer bochinches que simbolizarían un desahogo y una esperanza para el año que se inicia.
El cuento de los Reyes Magos tampoco me encierra. Venir de tan lejos a bordo de un dromedario desde Persia uno, desde la India otro y de Armenia el tercero y encontrarse en una esquina de Belén con una sincronización asombrosa, justo a tiempo para encontrar a un precioso bebé que acaba de nacer, cruzado de piernas, el cabello ondulado y los ojos bien abiertos y a punto de sermonear. ¡Reyes! Reyes de carne y hueso, sin escolta ni guardaespaldas, venidos de tan lejos…; guiados por una sola estrella en tercera dimensión, trayendo regalos simbólicos… ¡Qué barbaridad! ¡Cuántas mentiras se nos ha hecho tragar…! Pero, mejor no remover demasiado… ¿verdad? Usted entiende a qué me refiero. No sería descabellado de que sea acusado de comunista, como me ocurrió una vez en la puerta de una catedral. Apareció un franciscano dirigiéndose a mí, protestando airadamente por la presencia de una familia de pordioseros que se había acomodado en la vereda frente a la otra entrada al patio de la enorme catedral. Y a mí se me ocurrió peguntarle ¿por qué no habilitaban la gran iglesia en vez de oficiar las ceremonias nupciales en la capilla de al lado? ¿Por qué no abría las puertas de la catedral dejando a que esa pobre gente habite en ella. Total; no creo que le molestaría; se ve tan abandonada…” El franciscano no creía lo que estaba escuchando. Me miró a los ojos y con agresividad y prepotencia me tildó de comunista. “Se equivoca padre- repliqué-, de joven, conocí a los franciscanos en Palestina y ellos me enseñaron que la piedad no era una simple palabra”. Se dio vuelta y desapareció. En aquella época yo era fotógrafo y esa noche estaba aguardando la llegada de los novios. O sea: quien se preocupa por los pobres es un comunista, no un cristiano. Y no me asombra, el cristianismo en muchos aspectos no es representativo de Cristo. Es un partido político que utiliza el atractivo nombre de Jesús para su provecho, para engañar a la gente y sacar una buena tajada de la ingenuidad mayoritaria.
Cuánto más conozco a los que dicen ser cristianos, más me siento ateo.
Una paradoja que duele: …y decir que mi pueblo se sacrificó confiado en su fe cristiana. En 1915 al inicio del genocidio perpetrado por los turcos, los hombres armenios fueron ejecutados a balazos y cuchilladas, sus mujeres eran violadas, evisceradas, calcinadas y muertas de hambre, mientras los niños eran objetos de una carnicería. Aquel entonces el mundo civilizado y cristiano era sordo, mudo y ciego.

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