jueves, 16 de septiembre de 2010

UNA PAZ CON GARROTES

¿Usted supone que habrá paz entre palestinos e israelí? Pues sí; por supuesto que habrá paz, pero aún es algo prematuro. A Israel todavía le queda acaparar para sus colonos más territorios palestinos y echar a sus habitantes. Esa parodia de reunirse en los Estados Unidos, mandatarios judíos y palestinos y de estrecharse las manos para el periodismo, me parece haberla visto antes, salvo que aquel entonces los actores eran otros.
En nuestra era capitalista todo se moderniza, razón por lo cual el anfitrión, que en esta oportunidad les tomó el juramento y les sirvió de testigo, fue una mujer.
A la ceremonia del reencuentro sólo le faltó el ramo, la torta, la marcha nupcial y el vals de los novios para redondear la parodia. La estrategia del invasor según la escena, era la de poner cara de santo y simular el ferviente deseo de su pueblo por la tan añorada reconciliación.
Años atrás Israel podía incluso rendirse ante las exigencias de las Naciones Unidas, pero no hoy. Aquel entonces aún no tenía el toro por las astas; no era el amo del mundo.
No obstante toda esa puesta en escena se derrumbaría en un santiamén y las relaciones regresarían a foja cero si los palestinos insistieran que Israel volviese a los primeros acuerdos del 67.
Israel, hoy está en condición de imponer una paz a su antojo, exigiendo a Hamás ponerse de rodillas y de aceptar por limosna las migajas de Palestina completamente desarmada.
Por otro lado, Turquía, en una actitud desafiante y colérica, arroja por la borda los protocolos, exigiendo el retiro incondicional de los armenios de Karabaj. Excusas, hipocresías, aparatosidades y engaños… Como que a Turquía le interesara más, apoyar moral y militarmente a Azerbaidyan que tener buenas relaciones de una vez por todas con su vecina Armenia.
¿Usted cree en el Panturquismo como algo probable? Usted tal vez no, pero no así los gobernantes turcos. Aunque parezca mentira, Turquía sigue atragantándose con Armenia. Cree con apoyarse en sus hermanos tártaros de Azerbaydjan y seduciendo alguna que otra republiquita islámica, colocaría a Armenia en la cuerda floja.
A la vuelta de la esquina, la Franja de Gaza sigue prácticamente con la cuerda al cuello. Fue reiteradamente bombardeada por tierra, aire y mar por el valiente ejército sionista de Israel para amedrentar a su población matando miles de criaturas, derrumbando casas, hospitales, escuelas, mezquitas y hasta la cede de “las Naciones Unidas” repleta de refugiados y con ello pretenden, pese a su enfermiza xenofobia, que Hamás les rinda pleitesía, les bese los pies, como que aquí ¿no ha pasado nada…?
¡Sí!; es probable que a la larga haya paz en el Cercano Oriente entre palestinos y hebreos como lo hubo siempre, pero cuando el sionismo haya caducado, porque cuando el odio ya ha calado hondo en la memoria, el olvido no asoma fácilmente.
Se han visto similares escenas en las películas norteamericanas. Los yanquis, luego de aniquilar a los indios y robarles las tierras, matar a los búfalos, su único sostén de vida, les mandaban emisarios ofreciéndoles paz y reconciliación y los indios se lo crían, entonces el gobierno los agrupaba y los ubicaba en reservaciones. ¿No es acaso similar a lo que ocurre en Palestina? ¿Usted no cree que la historia se repite…? Para mí, tan sólo cambian de escenarios y de protagonistas. El malo resulta ser el bueno y el bueno, resulta ser el eje del mal, el terrorista, el retrógrado y todo por defender su libertad de los oportunistas.
¿Usted realmente cree que la “Tierra, prometida”, fuera “prometida” a los hebreos por Jehová (Dios de los ejércitos victoriosos de Israel), sea la señalada en el Libro Consagrado Como Sagrado como la actual “Israel”? ¿No será que Jehová les haya prometido “La Tierra” y se hayan invertido las palabras en su recopilación a espaldas de la humanidad?
Es como para ponerse a rebobinar ¿verdad?
Mi conclusión sobre esos menjunjes es: El ser humano podría adoptar cuántas doctrinas se le cruzan por la cabeza y todas las ideologías habidas y por haber, pero no debe permitir que las mismas lo adopten a él y con ello, lo conviertan en su esclavo.

Rupén Berberian

EL JARDIN DEL EDEN

Noventa y cinco años fueron más que suficientes para que nuestros padres y abuelos, huérfanos y sobrevivientes del genocidio más inhumano de la historia moderna, lograsen abrirse camino y establecerse en los cinco continentes, tener un techo y un pan sobre la mesa.
Pienso que ya es hora de mirar atrás y reflejarse en aquellos parientes que nunca pudimos conocer. También pienso que nuestro deber es conservar en la memoria una imagen retrospectiva de los crímenes de lesa humanidad cometidos por los turcos, de cómo obraron los kurdos y de aquellos 30 000 criminales liberados ex profeso de las cárceles bajo consigna de matar armenios.
El hecho de enterarme de tantas atrocidades realizadas contra nuestra familia me revuelca el estómago, de cómo iban siendo masacrados a sablazos los niños y arrojados a las aguas, degolladas sin piedad las mujeres y los ancianos…
Hubo quien, orgulloso de su proceder, declaraba que en un solo día había dado muerte a doscientoscincuenta mujeres. Y aquél otro, jerarca turco, que lucía en su despacho un rosario confeccionado con pezones desecados de niñas armenias. Ya sé; me dirán “¡Basta! No queremos oír más nada sobre lo ocurrido” y yo lo entiendo; Sí que lo entiendo; pero también entiendo que nada de todo esto debe ser puesto en remojo y olvidado, porque recordarlo es lo único que ha de mantenernos unidos.
Nuestro deber es ir narrándolo al mundo y es tal vez por eso que hemos sobrevivido; para explicarles a nuestros hermanos que nos abrieron sus casas y se solidarizaron con nuestro dolor, que Turquía aniquiló un millón y medio de nuestros familiares sobre el suelo de sus ancestros. Repetir y repetir hasta el cansancio lo mismo de lo mismo.
Por fortuna nuestros hermanos del mundo han sabido diferenciarnos de los turcos, están informados de que fuimos los primeros en adoptar el cristianismo gracias a dos discípulos de Jesús, Tadeo y Bartolomeo; se ha sabido de nuestra montaña sacra: el Ararat, donde, según la Biblia, encalló el Arca de Noe, luego del Diluvio Universal. Pero…; ahora urge dar vuelta la página y comenzar a contarle al mundo las aberraciones infrahumanas de los turcos, de los alemanes quienes fueron sus cerebros, de los kurdos quienes fueron sus socios y verdugos… Que se imaginen, un millón y medio de seres humanos indefensos atacados a sablazos, cuyos hogares, bienes y riquezas, fueran a parar a las arcas de Turquía; caravanas y caravanas sin pan ni agua bajo un sol abrazador, custodiados por soldados, camino al desierto de Deir Ez-zor …, mujeres descalzas desarropadas, otras con criaturas en brazos arrastrando niños colgados de sus polleras, niñas violadas a plena sol y a la vista de todos para luego aplastarles sus cabecitas contra las piedras o debajo de las botas de la soldadesca. Niñas de familias aristócratas presas de pánico, vendidas como esclavas y conducidas a los burdeles, otras menos afortunadas, desfallecientes, muriendo de hambre desparramadas entre los desperdicios…, mujeres desnudas pululando como locas pidiendo a gritos, suplicando a los soldados que hablaran a sus jefes alemanes, que están dispuestas en convertirse al Islam con tal de que no maten a sus hijos. Recién nacidos, arrancados de los brazos de sus madres, arrojados al aire, caían clavados cual muñecos de trapo sobre las bayonetas caladas; otros con un sadismo exasperado a flor de piel, partían de un sablazo las panzas de las embarazadas, apostando con sus compañeros por varón o nena sobre nonato… y otros más… quebrándoles las espaldas a los niños y observándolos perecer. ¿Qué más? ¡¿Qué más…?!
¿Los hombres…? Sí; los hombres, habían sido previamente convocados del día a la mañana a servir a la Patria. Fueron llevados a las montañas a romper piedras con un destino establecido de no volver jamás a reencontrarse con sus respectivas familias. ¡Duele verdad…! ¡Sí; que duele…! Y esa es la finalidad de esta reflexión, ¡que duela…! para no olvidar lo ocurrido jamás.
La Unión Europea, me imagino, debe recordar quien es Turquía, aunque, no creo que desconozca la mentalidad de los herederos del Imperio Otomano y en qué consistió su Imperio, cuál fue su cultura y su finalidad.
Ahora, permítanme reflejar lo que pienso de todo esto: Creo que el odio racial y religioso expresado por los turcos contra los armenios no ha sido el motivo principal para actuar con tanto salvajismo. Los mataban para borrarlos definitivamente del mapa y no tengan que reclamarle a Turquía por las raíces de sus ancestros.
En 1915 existían en los territorios usurpados cerca de 2600 iglesias de las cuales permanecen en pie 20 o 25 a lo sumo. Las demás fueron demolidas, quemadas, usadas para fines irreproducibles. Y ni hablar de los cementerios. La intensión, era borrar, a largo plazo, cualquier señal que pondría en evidencia la existencia de los armenios sobre el terreno. La iglesia de Ajtamar, en Van, acaso una de las más recordadas y por ahí la reliquia histórica mejor conservada, carece de una cruz en su cúpula y es considerada museo; patrimonio de la humanidad. Tanto es así que los gobernantes turcos impiden a los armenios rezar en su interior.
Con todo lo expuesto, dudo de que nuestro genocidio tenga tan poca trascendencia, para que la humanidad registre únicamente aquello de las cámaras de gas en la época Nazi... Aquí, evidentemente hay otros intereses en juego y también, por qué no; un gato encerrado.

Rupén Berberian

SEÑORES DE LA APOCALIPSIS

Cómo sería nuestro mundo si existieran delegaciones humanitarias que se ocuparan de rescatar, resguardar durante las revueltas y las guerras a los huérfanos lejos de las tragedias de sus mayores, reencontrar los que se han extraviados por las arenas del mundo, recuperar a las niñas que han sido robadas y sometidas a la esclavitud. “Green Peace” protege a las ballenas y el medio ambiente; las Abuelas de la plaza de Mayo en (Argentina) han rescatando niños que fueron secuestrados durante el gobierno de facto; las organizaciones defensoras de los derechos humanos se ocupan de censurar tal o cual país por estar en desacuerdo con sus lógicas, incluso existen sociedades protectoras de animales; pero del millón y medio de armenios que fueron masacrados durante el genocidio perpetrado por los turcos y otros tantos que desaparecieron devorados por la bestia sanguinaria usurpadora de sus raíces milenarias, pasó desapercibido, se esfumaron en la nada sin que se les moviera el piso a los dueños de la batuta. Parecería que el aniquilamiento de un millón y medio de seres humanos fuera un caso aislado y sin importancia; un accidente intrascendente. Con que trascurrió hace mucho tiempo; con que el mundo estaba en guerra; con que es imposible identificar a los culpables y mucho menos a los que soportaron tanto sadismo y crueldad. A pesar de ese crimen de lesa humanidad y el salvajismo de los turcos hay quienes admiten que alguna abuela suya haya confesado ser armenia y recordaba pertenecer a tal o cual familia ultimada sobre sus terruños ancestrales. Pero ¿quiénes fueron esas abuelas, a qué familia y de qué región formaban parte?, sólo Dios lo sabe. También las hay que recuerdan haber sido raptadas por los kurdos, y otras recogidas por los nómadas sirios y expuestas a la venta como esclavas… y nosotros, nosotros… los afortunados nietos de los sobrevivientes de aquellos tiempos, tenemos que digerir calladamente toda esa patraña y olvidar como que fueran consecuencias inevitables de la vida, una simple pesadilla de la que hemos despertado y que aún perturba nuestra accionar.
Claro; el genocidio de los armenios no incumbe ni compromete al resto de las naciones del mundo civilizado; no les ha sucedido a ellas. El exterminio de los armenios fue sin duda la gran oportunidad para los mercaderes de aguas turbias que nunca faltan y para carne de cañón de los buitres bípedos.
Me sigo preguntando: el Papa de aquellos tiempos estaría distraído, descansando, o no le llegaban las noticias… ¿Por qué los de la fe judía o la islámica no se jugaron para impedir esa matanza? De los cristianos, ni hablar, estarían buscando la otra cara de la luna, me imagino. ¿No será que el oficio religioso concierne tan sólo la espiritualidad y no lo humano? y ¿los masones, la famosa hermandad masónica salvadora del mundo, por qué debió descuidar a sus hermanos? Entre los armenios hubo muchos que confiaban en sus “hermanos” turcos. Claro, aquéllas eran épocas difíciles, 1915…1923… Leyes abolidas, miles de criaturas arrancadas a sus hogares y obligadas a satisfacer sexualmente a la soldadesca y a sus mandamases. Sí ya sé: ¡¡YA Sé!! Jesús dijo: ofrecer la otra mejilla. Y como los armenios eran cristianos… La otra mejilla sería alabar a Dios y desaparecer en la boca del lobo. Atzvadz-men ze.
Hay quienes todavía pregonan a los cuatro vientos que el genocidio armenio no existió, que las pretensiones armenias son falsas; que tan sólo fueron unos pocos accidentados, consecuencias de la Primer Guerra Mundial, que el verdadero y único genocidio fue el de los judíos. Y yo interpreto perfectamente la mentalidad sionista y su sentido de acaparar la atención mundial, es sin duda una manera astuta y diplomática de vengarse sin revelar su ponzoña.
Al no reconocer el genocidio armenio, el pueblo judío tiende a favorecer a su hermana y aliada Turquía para que no reembolse indemnizaciones a los familiares de los mártires. Se reconocen como el Pueblo Elegido y por ende, cualquier competencia con ellos es comprendida como una ofensa a sus dogmas.
Es cierto, han corrido muchas aguas bajo los puentes; noventa y cinco años de errar por el mundo borra mucha huellas y no obstante, me duele que no haya habido en aquellas trágicas épocas quienes rescataran a esas pobres criaturas, más que algunas pocas voluntarias, misioneras armenias quienes arriesgaban sus vidas disfrazadas de musulmanas; mujeres valientes que iban recogiendo niños huérfanos y conduciéndolos a Aleppo. Esas fueron quienes salvaron entre otras, a mi tía Areck de ocho años y a mi madre Chamiram que aquél entonces poseía apenas seis años; sus padres y familiares habían sido abatidos en Diarbekir.
Hubo quien me reprochó haber calificado de brutos a los asesinos de mi familia… Digo yo; ¿cómo debería referirme a ellos y no quedarme con las ganas de patearles el tablero?

Rupén Berberian

…Y LAS RAÍCES AGUARDAN

Aquellos hermanos que providencialmente fueron salvados del genocidio perpetrado por Turquía y se refugiaron en los abrazos del mundo, habían perdido todo, menos la memoria. Hoy por más que el suelo de sus ancestros este impregnado por intrusos y se denomine Turquía, no modifica en nada la cruz de su origen, ni borra la sangre derramada de quienes perecieron mártires de la marginalidad racial y del racismo religioso.
Evidentemente, la región de nuestros antepasados se caracterizó por ser sumamente conflictiva e inestable, una región Bíblica codiciada por pertenecer a la ruta de la seda, tener grandes extensiones de pastizales que fueran ambicionadas por los salvajes que no escatimaban esfuerzo con invadir, aniquilar aldeas y robar las pertenencias de sus pobladores. Así fueron apareciendo por turno mongoles, tártaros y la bestialidad en pleno.
De pronto Bizanció (la otra cara de Roma) cae mal herida, derrotada por langostas humanas que venían como barridas por una escoba, habiendo atravesado los territorios armenios y superado sus defensas. Territorios pretendidos desde siempre por persas, árabes y vaya a saber cuántos más.
Fueron los turcos otomanos quienes acamparon sobre nuestro suelo y fueron originando su Imperio, un Imperio devastador, prepotente, impío e inculto, que llegó a someter parte de Europa, Arabia y toda África del Norte. Pero esta es otra historia.
Lo referente a nosotros, los armenios, fuimos quienes le enseñamos al bruto otomano la existencia de las ciencias, las artes y fuimos quienes les edificamos los palacios a sus Sultanes. Gracias a los éxitos obtenidos en sus campañas y como si eso fuera poco, los turcos comenzaron a rivalizarse compitiendo con La Meca por la supremacía de la fe islámica con intención de atraer a los fieles musulmanes a Turquía. Y los cristianos eran un escollo y los armenios estorbaban sus planes de expansión. En ese territorio convivían a las buenas del Señor, minorías griegas, caldeas, siríacas, árabes, kurdas, gitanas y judías.
Y los armenios fueron masacrados y expulsados de sus terruños, no obstante ser ciudadanos turcos. Los que lograron sobrevivir al genocidio fueron algunos que otros huérfanos, quienes resultaron ser nuestros padres y abuelos Y nosotros, sus descendientes, somos quienes hoy conformamos la hermandad de la diáspora. Durante el genocidio algunos pocos miles lograron ser excluidos de ser exterminados, vaya a saber por qué razón y desde entonces permanecen maniatados en Turquía.
Que conste y lo recalco: nuestros abuelos eran ciudadanos turcos. Y aquí es donde quiero hacer hincapié, porque viene al caso…
Turquía debería, sea por lógica o por lo que fuere, reconocer como ciudadanos de su país a todos los de la diáspora armenia, admitir lo ocurrido con ellos, pedirles perdón, indemnizarlos y reincorporarlos a sus raíces como lo que fueron: ciudadanos turcos de origen armenio; mejor dicho: armenios de nacionalidad turca. Esto por un lado. Por el otro: Armenia libre e Independiente debería ocuparse por medio de sus embajadas de agrupar y registrar a todos los descendientes armenios de la diáspora, sobrevivientes de Armenia Occidental y Armenia central, diseminados por el mundo, confeccionarles una suerte de credencial de su procedencia, nombre, apellido, razón social, raíces familiares, un documento que sirva de testimonio ante un eventual requerimiento de las autoridades turcas; de tal o cual persona, de tal o cual región y si es posible, que incluya también su árbol genealógico.
La doble nacionalidad ofrecida generosamente por Armenia Libre e Independiente es muy importante y tentadora, pero la gran mayoría de nosotros no pertenecemos a ella más que simbólicamente. Yo, por ejemplo, y asumo toda la responsabilidad sobre mi ignorancia, supe de su existencia recién a los treinta años de edad. Lo que sí, recordaba que mis padres provenían de Diarbekir, ciudad originalmente armenia, usurpada por Turquía y habitada mayoritariamente por kurdos. Aquélla región colgada con pinzas de nuestra historia milenaria, de nuestra Armenia tradicional es donde permanecen los huesos de mis familiares abatidos.
Con un documento que me reconozca como nieto de aquella porción de nuestro paraíso Bíblico, acumularía en mi haber tres ciudadanías: la referente a mi nacimiento, la de los sueños de mis abuelos y la de mis propios sentimientos en vigilia.

Rupén Berberian

EL ÁRBOL DE LOS PÁJAROS PERDIDOS

Que nadie crea, porque menciono a quienes fueron nuestros verdugos con cierta benevolencia y una aparente tolerancia que linda con la ingenuidad, que no coincido con mis hermanos en su manera de sentir su dolor por todo aquello que fui manifestando hasta la fecha en mis audiciones radiales. ¡Por Dios!, yo también poseo sentimientos y como a todos mis hermanos repercute en mí la crueldad cometida por las autoridades turcas contra nuestra armenidad y particularmente contra mis familiares ultimados en Diarbekir. Yo a los turcos fanatizados y racistas les tengo lástima por no poder desprenderse de su salvajismo otomano mongoloide y tener que cometer payasadas a modo de fraguar su realidad ocultando sus manos ensangrentadas y engañar la opinión mundial. ¿El mundo acaso no sabe de la falsedad de los gobernantes turcos? ¿No sabe que igual que sus primos cercanos sionistas y racistas de Estado Judío, llevan el mismo concepto de la honestidad? Todo lo que Turquía estuvo prometiendo, promete y prometerá son engaños y falsedades, pues su meta es otra: acaparar el mundo islámico y convertirse en primera figura. Israel sionista falsea sus promesas con los palestinos del mismo modo, es un calco del salvajismo mongoloide.
Mi punto de vista está bastante claro, tal vez demasiado personal basado en un cierto egoísmo del que no ve el futuro y sólo visualiza fantasmas en el horizonte de su destino.
Referente a Armenia Libre e Independiente y la hermanita Artzaj... lo que mis hermanos le aportan, es humano, noble y generoso, no obstante ello, yo lo percibo como un desviar de la mirada, como un esfuerzo que va a costa de nuestras raíces históricas, de la sangre de nuestros hermanos, de un millón y medio de mártires expuestos al olvido. ¿Debe acaso quedar abandonada al olvido la casa del abuelo, sabiendo que está siendo habitada por intrusos? Con expresar que los turcos son tal o cual cosa y darse vuelta envueltos en broncas y furia, no se gana nada. Me recuerda la fábula del genial pensador francés Lafontaine con su teoría de la zorra y la uva. Por lo pronto, se asemeja a nuestra actitud, alzarse de hombros y mirar para otro costado como que todo esté fuera de nuestro alcance y estemos superados por imposibles. Y con ello le estamos favoreciendo al enemigo dándole más respiro y acortando nuestras vidas. Mi propuesta es tener en cuenta quienes son los turcos, quienes fueron sus abuelos para saber encararlos; armarse de astucia, sonreírles a las bestias, incluso acariciarlas hasta domarlas y hacer que valoren nuestra presencia, entonces, recién entonces, armar la estrategia de un regreso masivo a casa y despertar las cenizas.
Desde luego no soy el dueño de la razón, ni está a mi alcance la bola mágica. Tan sólo sé que hemos perdido una batalla que nos costó sangre y lágrimas y no estamos en condición de perder otra, amparándonos en falsas expectativas, en las broncas, en la falta de objetivos claros lustrando cicatrices, mucho menos ilusionarnos con ser comprendidos por los amos del mundo.
Personalmente no pertenezco a ningún partido político, aunque si lo fuera, me daría igual un hermano que otro, basta que encontremos juntos el camino de atraer al enemigo a nuestro terreno.
Se acordarán del caballo de Troya, ¿verdad? Los imposibles siempre dejan abierta una brecha y es por allí por donde se llega. Alemania derrotó a Francia pese a sus fabulosas líneas de defensa. Egipto atravesó el Mar Rojo y casi llega a Tel a Viv, si no fuera por la ayuda militar norteamericana. Se me entiende ¿verdad?
Se me hace que mis hermanos no están bien encaminados tras la luz de su futuro. Tal vez tampoco sea yo quien les dicte el itinerario a seguir o les aporte ideas que desconozcan. Hasta dónde sé, quien hace alarde de su fuerza, indefectiblemente delata sus miedos. Turquía piensa engañar al mundo ocultándose tras una renovada y muy ensayada y sagaz parodia que no impide que trasparente su ponzoña y esta, aunque parezca una incongruencia, es una clara oportunidad para ser aprovechada por nosotros y que los miembros de nuestra diplomacia actúen con pie de plomo y la astucia del zorro, ya que con la clásica embestida de toro fuimos derrotados.
Hay más de ocho millones de hermanos arrojados fuera de sus raíces ancestrales, en su gran mayoría armenios occidentales, originariamente de nacionalidad turca y este es otro punto estratégico en nuestro favor como para reclamarle a Turquía reincorporar a sus connacionales, indemnizarlos, devolverlos a sus raíces ancestrales y otorgarles el derecho de ciudadano. Si logramos acorralar a la bestia por varios frentes, tendremos la de ganar.
Mi temor sería que la ayuda concedida para Armenia y Artzaj caiga en saco roto y nos quite la energía con la que debemos alimentar nuestro futuro y alejarnos como diáspora del espectro de la desaparición. Hace cien años que hemos abandonado la casa de nuestros padres. Tratemos por lo menos de encontrar entre todos el modo de volver a ella con la frente alta antes de errar otros cien años en el extranjerismo.
Cuando el hombre le hace honor a sus raíces, es cuando su apellido le rinde pleitesía; pero cuando el hombre hace honor a su apellido, se pierde en el anonimato.

Rupén Berberian

LOS USUREROS DE LA MORALIDAD

Hubo un tiempo en que pensé que uno debía conformar lo que quería ser, y viene al caso, porque alguien me preguntó por qué demoré tanto tiempo en aplicar mi teoría sobre mi persona y me dejó pensativo. Su cuestionamiento me había azotado duramente como un reproche, un reproche que me hizo mudar de épocas. Sabía que mis padres provenían de una ciudad histórica llamada Dikranaguerte, tradicional de la Milenaria Armenia Occidental, donde mis abuelos y familiares habían sido masacrados por los turcos y mis padres habían sobrevivido milagrosamente al genocidio para finalizar refugiados en Francia.
Durante mi recortada inocencia, la vida me estuvo cacheteando una y otra vez, quizá no con tanta crueldad como lo hiciera con mis progenitores, pero con un ensañamiento casi similar, haciéndome incursionar en guerras ajenas y terminar arrastrado por las veredas del mundo.
Pero cuando se tiene hambre no hay patria que valga, ni pasión, ni razonamiento, ni sensatez, ni yo, qué soy… Se flota en medio de una atmósfera envenenada donde difícilmente se percibe un Arco Iris más allá de las propias narices. La incertidumbre se posesiona de uno de tal manera que tergiversa la realidad; un charco llega a parecernos un océano; una limosna: el Maná de Los Dioses. Resulta difícil maniobrar con los miedos y la inseguridad a cuestas, sin tropezar con espinas de rosas cuyos pétalos hayan sido arrancados.
Y el tiempo transcurrió. Y tuve que tranzar la mayor parte de mi vida por un techo propio, una familia propia y asegurarme de que el “propio pan nuestro de cada día” no faltase de mi mesa. Yo ya era un fiel ejemplo de lo que quería ser y con ello creí honrar mis raíces, convencido de que desempeñándome en la vida con corrección y honestidad sería una manera de rendirles tributo a mis ancestros. Me sentía Embajador, sin cartera, de mis raíces. Y ahora, que nada me apura y que los años se han apoderado de mi organismo, regreso a aquello de mis primeras aspiraciones y digo: “Soy lo que quise ser, contra todo y pese a todo”. Es por ello que reproduzco mis ideas y traduzco mis sentimientos en varios idiomas, considerando que con ello expreso mi humildad, mi curiosa manera de homenajear a mis familiares masacrados, mártires de la incomprensión y de querer a mis hermanos por lo que son, por más que no compartan conmigo mi visión de cómo recobrar nuestro futuro de entre los desperdicios del pasado.
Llegué a pensar que con un techo sobre mi cabeza y un pan recién horneado sobre mi mesa sería mi oportunidad de dejar de pensar en mí, de abrir mi corazón hacia los demás y ponerme a señalar los errores de quienes desayunan, almuerzan y cenan la vorágine de la opulencia, haciéndoles recordar que la única diferencia existente entre ricos y pobres es la calidad del cajón de madera con que han de ser enterrados y la cantidad de coronas florales, muchas veces cargadas de hipocresías.
El día que descubra las llaves del Paraíso, seré yo quien le franquee sus puertas al mundo. Si cada uno de mis hermanos procurara hallar las llaves de otros Paraísos para introducir en ellos a los demás hermanos, la ambición “nuestra de cada día” habrá caducado para siempre. Aquel entonces saldré a pregonar a los cuatro vientos que cada uno sea, en bien de la humanidad, lo que quiere ser, por propia elección y no un eslabón más del criterio de los usureros de la moralidad.

Rupén Berberian

PARA PONERSE A PENSAR

Reflexión leída 17 Agosto de 2010
por Radio Génesis AM 970
Audición Radial LA VOZ ARMENIA

¿Pensó alguna vez en volver a casa? No me refiero a su hogar junto a su familia, sino al territorio de nuestros ancestros. ¿Acaso nosotros los armenios de la diáspora somos apátridas como los gitanos? Que yo sepa; la gran mayoría de nosotros aún recuerda de dónde proceden nuestros padres y abuelos y bien que repercute en nuestros oídos el drama que tuvieron que sortear para sobrevivir. Tanto ellos como nosotros, sus herederos, hemos batallado contra la subsistencia noventa y cinco años tratando de que el mundo contemple el motivo de nuestro desarraigo y siempre fuimos perdiendo esperanza tras esperanza y si hemos alcanzado algunos logros fueron bastante magros y casi intranscendentes. Por momentos hemos podido acorralar el cuerpo de la bestia, aunque… hemos descuidado su cabeza. Ocho millones de hermanos nuestros nutren cotidianamente el mundo entero con su esfuerzo y conocimiento fuera de nuestros verdaderos terruños, lejos de Nuestra Madre Tierra.
Se me hace que la diáspora no supo visualizar la magnitud de la gravedad de nuestro exilio y de nuestro peligro por desaparecer como armenios de la diáspora, enmarañados en este vasto valle de la incomprensión con lo que implica ser absorbidos por otras culturas, haciendo patria en patrias ajenas. Digo todo esto como intentando plantear una idea impensada por la mayoría de mis hermanos; una idea loca y revolucionaria que ronda en mi cerebro desde que maduré lo añejo de la memoria sobre mi propia armenidad, detenida en la vía de un tren que no llega.
Guiliquia, (Cilicia), Mush, Sasún, Zeitún, Adaná, regiones como tantas otras de Armenia Occidental, hoy Turquía; fueron los terruños de nuestros ancestros, las reliquias de nuestra historia. No obstante, mientras estén presentes en nuestra memoria, y no caigan en el olvido, habrán de pertenecer a nuestras raíces, al árbol de los pájaros perdidos.
Esa es la casa que tenemos que recuperar con inteligencia, serenidad y perseverancia, no con pasión y vehemencia que nos han traído mucho dolor de cabeza.
Algunos dirán: “Volver a Turquía después de todo aquello, ¡jamás!” Es cierto, bajo las condiciones actuales no iría nadie como para enfrentarse nuevamente con esa mentalidad retrograda de los turcos. ¡Claro que no! Pero tal vez en un futuro cercano se nos de la posibilidad de dialogar con los nietos arrepentidos de quienes fueron nuestros verdugos y podamos restablecer un vínculo nuevo, una comprensión mutua que nos convenga a todos. Aunque nos duela reconocer, ninguna mentalidad quede intacta para siempre. Turquía está cambiando. Nosotros no lo percibimos porque aún nos sangra el corazón y nuestras cicatrices no nos permiten descansar, pero viéndolo con objetividad, muchos intelectuales turcos han cambiado sobre la marcha de mentalidad y han abierto su conciencia.
Pienso que ha llegado el momento de mentalizarnos, de aunar nuestros criterios y armar el esqueleto de otras clases de reclamos para encararle a Turquía. Es cierto que masacró un millón y medio de hermanos nuestros, pero no es menos cierto que hoy son muchos los nietos avergonzados de aquellos asesinos, que no logran perdonarse tantas aberraciones cometidas contra sus otrora conciudadanos de origen armenio y, que esperan de nosotros iniciar un acercamiento, proponiéndoles un acuerdo, donde no haya ni ganador ni perdedor y todo quede por un tiempo bajo paraguas.
La vida, hermanos míos, comienza a cada instante y de nosotros, urge incorporar ese instante y con él apuntar hacia adelante; empujar nuestro destino hacia un cielo abierto a un horizonte distinto, saber hacia dónde nos conducimos, el camino que habremos de transitar para no pisar en falso, una y otra vez.
Turquía nos necesita y nosotros, aunque nos duela reconocerlo, necesitamos de ella. Ella ha perdido su Imperio y si resiste a ser cuestionada y se aferra desesperadamente a sus hermanitas de sangre es porque teme perder para siempre su identidad y su sueño del Panturquismo.
Nosotros, como armenios de la diáspora deberíamos saber contemplar sus necesidades y ofrecerle nuestra valiosa colaboración como para enmendar su moral, tan decaída a nivel mundial. Está vez no hemos de ser explotados ni menospreciados como lo fuimos durante el Imperio Otomano. Una de nuestras condiciones será la de ser admitidos y reconocidos como ciudadanos de Turquía de origen armenio. Para ello habrían de modificarse varias leyes infrahumanas y mentalidades obsoletas. Deberíamos encontrar la manera de hacerles entender a esos hermanos, que nosotros los armenio somos los herederos naturales de los territorios ocupados por Turquía, de nuestra propia historia milenaria y merecedores de ser tratados al igual que cualquier ciudadano de esas regiones, obrar con absoluta libertad de adquirir bienes, de establecerse y armar industrias y comercios en todo el territorio denominado turco.
Si a Turquía le duele reconocer el genocidio es sin duda alguna, la prueba irrefutable de que el genocidio existió, pero si tanto le molesta recordarlo – repito - que esa cláusula quede por un tiempo prudencial en esperas hasta que maduren los criterios y la conciencia sea más abierta, recién entonces intentar entablar relaciones. Pero, si se dieran las condiciones de un reencuentro cordial entre ambas naciones, pienso que no sería despreciativo.
Ese, a mi criterio, es el objetivo que deberíamos emprender y trazar de ahora en más para nuestros nietos, recordarles una y otra vez de dónde venimos y quiénes somos, hasta el cansancio.

Rupén Berberian